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El cineasta Silvio Caiozzi y su premio en Canadá: «nunca había sentido la ovación del público como aquí»

Acaba de ganar el Prix des Amériques, máximo galardón que entrega el Festival des Films du Monde de Montréal con su película «Y de pronto el amanecer», protagonizada por Julio Jung y rodada en la isla de Chiloé.


«Las ovaciones», dice Silvio Caiozzi (Santiago, 1944). “Yo no había tenido esa experiencia en mi vida. Mis películas han tenido mucha suerte y muchos premios, pero nunca había sentido la ovación del público como aquí. Gente que me dice que por fin ve una película con humanidad, que le da esperanza al ser humano. El mejor premio ha sido ese: la respuesta del público”.

El director chileno irradia satisfacción en el hall del Hotel Courtyard-Marriott en el centro de la ciudad de Montreal. La noche anterior le fue otorgado el Grand Prix des Amériques, el principal del festival.

Había en competencia 18 filmes que fueron preseleccionados y, entre ellos, el jurado optó por entregar la estatuilla al santiaguino por su película «Y de pronto el amanecer».

El film cuenta la historia de Pancho Veloso, viejo escritor de artículos de farándula capitalina, que vuelve a su pueblo natal de la Patagonia chilena después de más de 40 años de haber huido. Al intentar escribir cuentos “vendibles” sobre aquella zona de fin de mundo, enfrentará su pasado y dejará su impostura. Así podrá crear por primera vez en su vida una novela, en la que convertirá a sus amigos y su amada en personajes, y a sí mismo… en un artista de verdad, según la reseña de CineChile.cl.

Un festival realmente independiente…

Caiozzi es nieto de fotógrafo de plaza y fue un niño retraído de infancia solitaria que a los 13 años se había apropiado de una cámara de 8 milímetros que tenía su padre y a los 18 marchó a Chicago a estudiar cine en el Columbia College. De regreso a Chile trabajó, en los 70, con Helvio Soto, Costa Gavras, Aldo Francia, Raúl Ruiz, entre otros.

La publicidad fue siempre un recurso para solventar la cotidianidad e incluso para financiar otros proyectos fílmicos. Nadie que haya vivido en Chile en los años 80 podrá ignorar aquel anuncio en que un personaje caracterizado como piel-roja ponía el oído en el suelo y decía: “Si camino no hablar…” Se llama «El indio de Firestone» y ganó un León de Oro en Cannes. Y sí, también ese es de Caiozzi.

Silvio Caiozzi en Montreal. Fotografía: Enrique Portilla

“El Festival de Montreal es uno de los pocos festivales importantes (como Cannes, Berlín, Venecia o Sundance, entre otros) que continúan siendo verdaderamente independientes, de modo que el hecho de haber sido seleccionado ya es un premio en sí mismo, entre las cientos de películas que llegan de todo el mundo», dice hoy con satisfacción.

«Además, la nuestra fue la única película iberoamericana –hablada en español- que fue seleccionada. Sentíamos una tremenda responsabilidad”.

“Lo que me tiene impresionado es la reacción del público. Hay un público fiel, que sigue el Festival y es impresionante la respuesta de la gente. El primer día hubo ovación, y el segundo hubo gente que se acercó a decirme que la veía por segunda vez… ¡Una película larga como esta! Los comentarios también, que reflejan una alta comprensión del cine”.

Odisea en Chiloé

Fueron unos tres años de escritura del guión, cinco meses de rodaje en la localidad de Rilán, en la isla de Chiloé; un equipo de 40 personas y una docena de casas trasladadas al lugar de filmación.

“Hace unos 30 años conocí Chiloé y me volví loco. Me encantó no sólo la geografía, sino la gente, su forma de vivir. Esos rincones chilotes con casas de tejuelas de alerce. Todo eso me quedó adentro, en el disco duro, entonces cuando conocí al escritor Jaime Casas, que es nacido en Coyahique y cuya obra trata precisamente de esos paisajes, de esa región aislada, con personajes maravillosos y situaciones increíbles…»

«Cuando leí su obra me identifiqué plenamente. Descubrí en sus novelas y cuentos personajes y situaciones tremendamente cinematográficas. Pero no encontraba una línea central para amarrar todas estas anécdotas y personajes”.

-¿Y cómo consiguió esa línea conductora?

– La vida real me la dio. Le dije a Jaime que fuéramos a conocer su mundo, el de su infancia y su adolescencia, el de antes de que se fuera a Santiago. Fuimos a Coyahique. Hacía muchísimos años que él no volvía y presencié su reencuentro con amigos que ya eran viejos. Cuando volví le dije: ¿Y qué tal si el argumento central es el de un viejo escritor que ha estado lejos y vuelve al lugar de su origen? La realidad nos dio la línea central y esa es la curiosa manera en que surgió el guión.

El contacto con José Donoso

El cine de Caiozzi y la literatura son viejos amigos. En 1979, tras presentar en el Festival de Huelva, España su película Julio comienza en Julio, José Donoso se le acercó y le dijo: “Me gustó mucho su película. Conversemos, podríamos hacer algo juntos”. Y ahí comenzó una conversación que duró muchos años. “Yo no lo conocía”, dice Caiozzi.

– ¿Y sigue conversando con Donoso?

– Con el paso del tiempo uno empieza a descubrir detalles, porque muchas veces uno hace las cosas sin pensar, sin tener conciencia, pero también el mundo donosiano está metido en esta obra. Estoy seguro. Yo pude trabajar con Donoso porque ambos teníamos una afinidad de estilo, de forma, una visión semejante de las cosas. Él vio que en mi película se narraban temas comunes a su propia obra. Entonces es lógico que podamos empezar a encontrar reminiscencias en esta película. Por supuesto que está el espíritu de Jaime Casas, con quien también tengo una enorme afinidad, pero hay parámetros que se unen. Y a mí, la única obra que me gustó leer en el colegio, de esas lecturas obligadas, fue «Coronación».

-En esta película los personajes tienen mucho aire alrededor…

Sí. Al revés de mis otras películas, que son encierros, acá hay una sensación espaciosa… Aparentemente. Porque ese tremendo espacio está aislado. Ese aislamiento maravilloso permite que nuestro personaje renazca en ese espacio sin contaminación geográfica ni mental. Es otra forma de encierro, uno positivo, liberador.

-Y los chilotes son más libres.

– Y no dependen tanto de esto –responde, dando unos golpecitos al reloj con el dedo índice.

El tiempo como elemento esclavizante

La película hace varias referencias al tiempo, como elemento esclavizante.

-¿Y cómo se hace de un tema tan complejo una exposición tan simple?

– Te garantizo que este fue el guión más difícil que me ha tocado hacer en mi vida. El desafío era enorme. Imagina plantearse narrar una historia en dos tiempos. Por un lado el tiempo real, que es el reencuentro del escritor con sus viejos amigos y sus conflictos inherentes, y, al mismo tiempo, ir describiendo lo que sucede en su cabeza, en tanto creador, basado en lo que él recuerda, pero que va en realidad transformando en literatura.

El fim hace estos dos viajes: el del hiperrealismo, de lo que le va pasando en presente, y el otro viaje –que no son flashback- sino la imaginería creativa inspirada en el recuerdo, agrega.

«Era un desafío monumental porque podíamos terminar con un obra que no entendiera nadie. Pero logramos con Jaime un guión que leíamos a la gente y se entendía claramente. Fue difícil balancear la tensión con la simpleza. Contenidos complejos que fueran de fácil comprensión», explica.

Y un film independiente…

La película premiada en Montreal tuvo un costo de un millón 200 mil dólares. Monto más que razonable para una producción de este calado.

“Hemos trabajado de forma muy independiente, hemos estado bastante solos en ese sentido”, dice Caiozzi sin quejarse.

Intentos de buscar financiamiento público hubo. Solicitaron tres veces la ayuda del Fondo de Fomento Audiovisual y fueron tres veces rechazados. Lo mismo ocurrió con el Fondo para la Televisión. Cuatro rechazos. Finalmente lograron obtener un apoyo del Fondo de Fomento Audiovisual (regional, Los Lagos), con el que cubrieron una quinta parte del costo total.

-Primer premio, festival de gran visibilidad. ¿Qué se siente, qué significa para usted?

– Lo siento principalmente, como ya te había dicho, por la reacción del público. Nunca había vivido esta experiencia, que es, lejos, la más importante de mi vida como cineasta.

– ¿El renacimiento del personaje puede leerse como una metáfora de la sociedad chilena?

– Más que referencias históricas, la película penetra en el ser humano, en este personaje que renace; que logra quitarse todas las caretas y todas las posturas, las imposturas, pararse frente al espejo y darse cuenta de que lo que en realidad le ha impedido vivir como artista, como creador o como ser humano, es justamente la existencia de esas caretas que nosotros mismos nos imponemos para sobrevivir en este mundo tan contaminado con preocupaciones que muchas veces son soberanas tonteras.

Esta temática –la humanidad de la película- según se daba cuenta en la ceremonia de premiación, es lo que la gente agradece y admira más. «La capacidad de renacer. Pareciera que en esta época el cine que se fomenta es precisamente el contrario: Destructivo, de violencia, inmediatista. El público está hastiado de eso. Ver ahora una película con la cual uno pueda respirar y tener esperanza, como ser humano, provoca un impacto gigantesco».

-Es un doble viaje, el físico y el que sucede dentro de él.

– Es curioso que el gancho que mantiene la tensión es lo que sucede dentro. Las historias que le van ocurriendo y que se le van ocurriendo, que son historias basadas en su pasado que le permiten al espectador saber finalmente qué es lo que le sucedió. De hecho, el mismo protagonista se entera de cosas que no sabía.

-¿Cómo es trabajar con Jung?

– Bueno, con Julio es ya nuestro tercer largometraje (tras «Coronación», 2000, y «Cachimba», 2004). Lo maravilloso de Julio como actor es su capacidad de cambiar radicalmente. Si ves a ese viejo alcohólico de «Cachimba», o a ese personaje apocado, contraído, encerrado, ínfimo –a pesar de provenir de una familia antes poderosa- de «Coronación»… Ves a los tres personajes y no tienen nada que ver uno con otro. Pocos actores son capaces de cambiar tan radicalmente. En todo el cine, los actores siempre navegan en un determinado registro. Pocos tienen la versatilidad de Julio Jung.

Y mientras Caiozzi y parte del equipo culminan su estancia en Montreal, su película ya alza el vuelo. Todo dependía de lo que sucediera aquí y sucedió mejor. Ahora se abren nuevas puertas y en el horizonte aparecen nuevas destinaciones probables: Sundance, Miami, Guadalajara… Antes de volver a Chile, antes de volver a su punto de partida.

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