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Inmigración, ¿oportunidad o amenaza?

Por: Agustín González Muñoz


Señor Director:

En el último tiempo, hemos sido testigos de varios sucesos que debieran avergonzarnos como chilenos respecto al trato de compatriotas nuestros con los inmigrantes: personas que arriendan habitaciones a precios abusivos, además en condiciones indignas de hacinamiento y falta de higiene; diversas agresiones físicas, en particular a personas de raza negra; o el más reciente hecho, donde un taxista se negó a trasladar a una mujer colombiana embarazada a punto de dar a luz, y cuyo bebé falleció.

Debiera avergonzarnos también la pasividad o falta de iniciativa del Gobierno en esta materia, pero también el nivel de fanatismo y agresividad con que muchos chilenos abordamos el tema, yéndonos a los extremos. Por un lado, están quienes rayan en la xenofobia, o incluso racismo, hablando muy despectivamente en contra de los inmigrantes en general, que «vienen a quitarnos la pega», que «traen enfermedades», que «tienen malas costumbres», o que «traen delincuencia, prostitución y narcotráfico», etc. Pero por otro lado, están quienes malentienden conceptos como «no discriminación» y «solidaridad», ya que abogan por dejar «que entre cualquiera», y que por ningún motivo se «seleccione», «regule», o «restrinja» la inmigración, ya que «todos los inmigrantes son un aporte al país», y en cualquier caso «siempre son víctimas» nunca «victimarios» de nada, además, consideran que «el Estado debe hacerse responsable por ellos».

Hay que partir de la base que la migración es un «derecho humano» (reconocido en la Declaración universal de DDHH), por lo tanto, no se puede prohibir el ingreso o salida de una persona, de cualquier país, de forma «arbitraria». Pero, nada impide a un país, organizar y regular los procesos migratorios, de la forma que estime conveniente para sus propios intereses, y de hecho así ocurre, es similar al concepto de «derecho de admisión». Aterrizando esto a nuestra situación país, uno no puede impedirle la entrada a un inmigrante, porque es de raza negra, o porque es musulmán, por ejemplo, pero sí le puede impedir la entrada a un inmigrante con orden de detención vigente (a través de Interpol), o con antecedentes penales en su país de origen, porque en éste caso no es una «discriminación arbitraria».

Ahora bien, como país tenemos que asumir que estamos ante un aumento en la llegada de inmigrantes, y aunque la inmigración en sí, no es algo nuevo (Chile ha recibido variadas olas de inmigrantes), el proceso actual tiene características propias, y si bien es cierto, los inmigrantes aportan económicamente al país y enriquecen nuestra cultura, no podemos desentendernos de algunos «efectos colaterales» de esta ola migratoria, como la trata de personas, por ejemplo, ya que lamentablemente, se han conocido casos de «coyotes» que operan en nuestra frontera con Perú, de forma análoga a los «coyotes» que operan en la frontera EEUU-México. Por otro lado, el propio Fiscal nacional, ha reconocido un aumento de un cierto tipo de delitos en Antofagasta, y que involucran, ya sea como víctima o victimario, a personas de nacionalidad colombiana. Frente a estas situaciones hay que ser muy rigurosos, no podemos asumir de antemano que «todos los colombianos son delincuentes» (eso es un prejuicio), pero no podemos desconocer que Colombia históricamente ha tenido una situación complicada con el narcotráfico, y que existen bandas de sicarios y narcotraficantes que operan en Chile, así como también existen bandas de clonadores de tarjetas de crédito, cuyos integrantes provienen principalmente de Europa del este.

Resumiendo, no podemos ser prejuiciosos, ni xenófobos, ni racistas con los inmigrantes, pero tampoco, por evitar ser tachado de «prejuicioso, xenófobo o racista» debemos de abstenernos de tomar medidas frente situaciones complejas o indeseables. Y por otro lado, el Gobierno puede y debe ser proactivo en este tema y modificar urgentemente la Ley migratoria.

Agustín González Muñoz

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