Opinión
Créditos: El Mostrador.
Hablar, leer, jugar: claves para la Educación Parvularia
En medio de las discusiones sobre resultados académicos y campañas nacionales para mejorar la comprensión lectora, hay un elemento esencial y poderoso que permite acceder más eficientemente a la lectura comprensiva: el lenguaje oral.
La evidencia en investigación es consistente. Para que un niño lea comprensivamente en los primeros años de escolaridad, necesita haber desarrollado habilidades precursoras durante la Educación Parvularia: amplio vocabulario comprensivo y expresivo, familiarizarse tempranamente con cuentos y textos escritos y orales, desarrollar explícitamente la conciencia fonológica, la comprensión oral y poder concretar diversas oportunidades para conversar. En otras palabras, la iniciación a la lectura se sostiene en tres pilares decisivos: hablar, jugar y leer.
No es casualidad que investigaciones sobre interacciones pedagógicas en educación inicial hayan demostrado que, cuando las educadoras formulan preguntas abiertas durante diversas experiencias—¿qué crees que pasará si…?, ¿cómo podríamos resolver esto?, ¿qué otro final de este cuento te imaginas? —, los niños tienen oportunidades de hablar (responder) y elaborar un pensamiento más inferencial y crítico que frente a preguntas de una sola respuesta (por ejemplo: ¿de qué color es…?). La educadora tiene un rol mediador profundo y significativo: construye pensamiento y lenguaje, ambos son pilares fundamentales de la comprensión lectora.
Además, el juego, muchas veces relegado a un rol secundario por la presión de resultados académicos, es uno de los contextos más fértiles para el desarrollo del lenguaje. Durante una construcción con bloques, una dramatización o un juego simbólico, los niños elaboran hipótesis, negocian significados y producen oraciones más complejas que en actividades explícitamente académicas. Allí, en esa libertad lúdica, se ensayan estructuras lingüísticas, se incorporan nuevas palabras y se ejercita la función simbólica que luego será fundamental para comprender textos escritos.
La lectura compartida también desempeña un rol poderoso. Cuando un adulto lee en voz alta y conversa sobre lo leído —¿quiénes y cómo son los personajes?, ¿qué podría ocurrir si?, ¿cómo se sienten?, ¿les ha pasado algo similar a…? —, el niño no solo escucha una historia: construye significado y elabora habilidades lingüísticas. Estas lecturas dialogadas permiten desarrollar vocabulario, conectar experiencias y comprender estructuras narrativas, entre otras habilidades, lo cual favorece la alfabetización inicial. La literatura científica lo confirma: los niños que participan frecuentemente en lecturas dialogadas logran mejores herramientas para comprender textos cuando están en la enseñanza básica.
Si como país queremos avanzar en comprensión lectora, el camino comienza desde la cuna: cuando un adulto se sienta a hablar, jugar y a leer con un niño. Ahí, en ese triángulo esencial, se construyen las bases más sólidas de la lectura comprensiva.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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