Salud
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Dormir menos de 7 horas aumenta riesgo de muerte: estudio chileno alerta sobre el impacto del sueño
Un estudio chileno de más de 11 años reveló que dormir menos de 7 horas al día eleva en 38% el riesgo de morir por cualquier causa. La investigación, realizada por el médico Felipe Díaz-Toro (UNAB), confirma que tanto el sueño insuficiente como el excesivo afectan la salud y la longevidad.
Dormir menos de 7 horas al día podría aumentar en un 38% el riesgo de morir por cualquier causa, según un estudio nacional encabezado por el médico Felipe Díaz-Toro, investigador del Instituto de Cuidado de Salud de la Facultad de Enfermería de la Universidad Andrés Bello (UNAB), siendo el primer estudio chileno en examinar la relación entre las horas de sueño y la mortalidad total y cardiovascular en población adulta representativa.
La investigación, realizada junto a la estudiante de Medicina Javier Díaz González, se basó en datos de más de 5.200 adultos chilenos sin enfermedades cardiovasculares al inicio del seguimiento, utilizando información de la Encuesta Nacional de Salud 2009–2010 vinculada con los registros de mortalidad hasta 2018.
Los participantes fueron clasificados en tres grupos: menos de 7 horas, entre 7 y 8 horas (grupo de referencia) y más de 8 horas de sueño diario.
El hallazgo
Los investigadores observaron que, en comparación con quienes dormían entre 7 y 8 horas, dormir menos de 7 horas aumentó en 38% el riesgo de muerte, mientras que dormir más de 8 horas elevó el riesgo en 24%, incluso tras ajustar por factores como edad, sexo, tabaquismo, consumo de alcohol, actividad física, comorbilidades y adherencia a una dieta saludable.
“Nuestros hallazgos muestran una relación en forma de U: tanto el sueño insuficiente como el excesivo se asocian a un mayor riesgo de mortalidad. Mantener entre 7 y 8 horas diarias parece ser el rango más saludable”, señaló Díaz-Toro, epidemiólogo especializado en envejecimiento y condiciones crónicas.
Si bien investigaciones internacionales han asociado la duración del sueño a la mortalidad cardiovascular, este análisis chileno no encontró una relación significativa luego de ajustar los modelos estadísticos.
“Es posible que el número de eventos cardiovasculares en el seguimiento fuera bajo o que otros factores protectores, como la actividad física y la dieta, hayan atenuado el efecto”, explicó el académico.
El sueño como pilar de la salud pública
Los resultados refuerzan la importancia del sueño dentro de una salud cardiovascular integral, coherente con las recomendaciones de la American Heart Association, que lo identifica como uno de los elementos esenciales para la prevención de enfermedades crónicas.
“El sueño, junto con la dieta, el ejercicio y la salud mental, debe ser considerado un pilar fundamental en las estrategias de prevención de enfermedades crónicas y envejecimiento saludable”, destacó el investigador.
Primera evidencia chilena y un llamado a investigar más
El estudio se posiciona como uno de los primeros trabajos longitudinales en Chile que examina el sueño como factor predictor de mortalidad, estableciendo una base para futuras líneas de investigación y políticas públicas.
“Estos resultados abren una nueva línea de investigación sobre hábitos de sueño en Chile y su impacto en salud pública. Dormir bien no solo mejora el bienestar diario, sino que también puede prolongar la vida”, concluyó el especialista Díaz-Toro.
Dormir bien, una prioridad urgente para la salud
Este estudio confirma que la cantidad de sueño no es un detalle menor, sino un indicador central del bienestar y la longevidad. En un país donde el estrés, las extensas jornadas laborales y el uso excesivo de pantallas han reducido las horas de descanso, los hallazgos refuerzan la necesidad de avanzar hacia una cultura que valore el dormir como un acto de autocuidado y prevención.
Incorporar el sueño dentro de las estrategias de salud pública —al mismo nivel que la alimentación saludable, la actividad física y la salud mental— podría tener un impacto significativo en la calidad y duración de vida de los chilenos. Esto implica promover campañas educativas, mejorar las condiciones laborales que afectan el descanso y fomentar investigaciones que permitan comprender mejor los hábitos de sueño de la población.