
Récords sexuales virales: ¿empoderamiento femenino o explotación digital?
Las recientes hazañas sexuales de Carla Roseblack en Chile y Lily Phillips en Reino Unido han generado debate sobre la exposición de la intimidad femenina en redes sociales. ¿Son actos de empoderamiento o reflejan una explotación digital? Expertos analizan las implicancias.
En la era digital, la exposición de la intimidad femenina ha alcanzado niveles sin precedentes. Recientemente, la modelo chilena Carla Roseblack mantuvo relaciones sexuales con 120 hombres en poco más de cuatro horas, superando el récord de la británica Lily Phillips, quien estuvo con 101 hombres en 24 horas.
Ambas hazañas, difundidas ampliamente en redes sociales, han generado tanto admiración como críticas, y han reavivado el debate sobre los límites entre empoderamiento, salud y exposición en plataformas digitales.
¿Empoderamiento o explotación?
Lily Phillips, de 23 años, documentó su experiencia en un video titulado I Slept With 100 Men in One Day, producido por el youtuber Josh Pieters. Aunque al principio mostró entusiasmo por el proyecto, las imágenes del documental la muestran visiblemente afectada tras finalizar el evento. La joven rompió en llanto y describió la experiencia como “robótica” y “emocionalmente desconectada”. En una de sus declaraciones, comparó el proceso con sentirse “como una prostituta” y confesó que, tras los primeros 30 encuentros, los siguientes se volvieron automáticos.
Según La Vanguardia, la psicóloga Claudia Nicolasa analizó el comportamiento de Phillips, abordando las implicancias emocionales y psicológicas detrás de este desafío. “El acto de acostarse con cien hombres en un día es grave, pero aún más preocupante es priorizar el disfrute de esos desconocidos dispuestos a penetrarte fríamente como si fueras un agujero con patas”, señaló Nicolasa, enfatizando la deshumanización y el vacío emocional que puede acarrear una experiencia de estas características.
La perspectiva de la industria y la salud mental
Desde el análisis de la industria para adultos, la trabajadora sexual y columnista Jessie Sage —citada por el sitio español Yorokobu— aplaudió que Phillips se mostrara como una empresaria organizada, pero criticó que descuidara los estándares de seguridad en la industria del porno. Sage advirtió que Phillips tomó decisiones poco comunes y arriesgadas para su rubro, como no exigir pruebas de ETS a través de sistemas estandarizados y usar condones solo para sexo vaginal, pero no para sexo oral. Esto, según Sage, revela su juventud e inexperiencia, y lo que sucede cuando los creadores de contenido ignoran décadas de prueba y error que han establecido estándares en industrias reguladas.
Por su parte, Infobae consultó a la psicóloga Maite Garaigordobil, quien destacó los problemas de salud mental en menores, exacerbados por la tecnología y las redes sociales: ansiedad, depresión, trastornos alimenticios, autolesiones y ciberacoso. Garaigordobil advirtió sobre los peligros del mundo digital, incluyendo el sexting y el grooming, y criticó a las plataformas tecnológicas por priorizar beneficios económicos por sobre la seguridad de los usuarios jóvenes.
La creciente popularidad de los récords sexuales en redes sociales refleja una sociedad que valora la notoriedad inmediata, a veces a expensas de la salud, la dignidad y la intimidad. Estos desafíos extremos, que consiguen millones de reproducciones en pocas horas, son también un síntoma de cómo las plataformas digitales fomentan una cultura de validación constante a través de la exposición pública, donde los “likes” y los seguidores se convierten en una moneda de aceptación social.
Diversos especialistas en salud mental advierten que esta dependencia de la aprobación virtual actúa como una adicción silenciosa, comparable a otras conductas compulsivas. La necesidad de obtener atención digital permanente puede generar efectos devastadores: ansiedad, trastornos del sueño, baja autoestima, depresión, autolesiones e incluso tendencias suicidas, sobre todo entre adolescentes y adultos jóvenes. Además, el ritmo acelerado y superficial de los contenidos virales dificulta la reflexión crítica sobre sus implicancias éticas, emocionales y físicas.
En este contexto, es esencial fomentar una educación sexual integral, pero también una alfabetización digital emocional que permita reconocer los límites personales, entender el impacto de la sobreexposición y cuestionar la cultura de la notoriedad a cualquier costo. La verdadera libertad sexual implica decisiones informadas, consensuadas y emocionalmente responsables, no conductas dictadas por algoritmos que premian lo extremo, lo polémico o lo viral sin considerar las consecuencias humanas detrás de la pantalla.