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Aborto sí, aborto no… eso lo decido yo Yo opino

Aborto sí, aborto no… eso lo decido yo

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Leslie Power
Por : Leslie Power Psicóloga Clínica.
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“Aborto sí, aborto no, eso lo decido yo” es una consigna que resuena con fuerza cada 8 de marzo, en las marchas que reivindican los derechos de las mujeres. El debate sobre el aborto legal se ha instalado hace años en el espacio público y, sin embargo, los discursos a favor y en contra parecen repetirse como un disco rayado. No hay novedad. Las palabras son casi siempre las mismas, como si estuvieran calcadas.

En este contexto, resulta pertinente cuestionarse ¿de dónde proviene la necesidad de repetir una y otra vez los mismos argumentos? ¿A quién se dirigen realmente? ¿Existe una expectativa auténtica de persuadir al otro, o solo se enuncia un guión aprendido? La falta de escucha activa parece dominar estas discusiones, muchas veces ancladas en discursos heredados, sostenidos por vínculos afectivos, familiares o ideológicos con figuras de autoridad.

De este modo, en las familias de derecha los hijos también adoptan esa tendencia, y lo mismo ocurre en las de izquierda. Esto se explica porque el deseo de mamá y papá se convierte en el propio. La identidad se construye en base a lo que escuchamos y observamos en quienes nos cuidaron. Durante la infancia, la dependencia es total, y la identificación ocurre de forma profunda, incluso inconsciente. No hay escapatoria. Nos formamos en el deseo y discurso de quienes nos criaron, salvo que en la adultez se realice un proceso de análisis y diferenciación. Este proceso requiere tiempo, trabajo interno y pérdidas, ya que crecer implica necesariamente duelos.

Recuerdo un debate reciente sobre el aborto entre dos personas inteligentes, informadas y elocuentes. Pese a la intensidad del intercambio, resultaba evidente que no se escuchaban. Cada uno parecía dirigirse a un tercero invisible: al profesor, a la madre, al padre. Buscaban aprobación, pero no existía diálogo real, solo discursos pulidos y sin vida.

“Aborto sí, aborto no… eso lo decido yo”, insiste otra voz, más distante e individual. Ese énfasis en la autonomía corporal es válido. Sin embargo, el cuerpo está atravesado por la subjetividad y la historia personal: por la madre, el padre, la cultura y la clase social. Es más, nuestro cuerpo se funda en los deseos de la mamá y del papá, sean estos deseos, los que hayan sido. Así partimos, desde el deseo del otro. Entonces quizás adecuado sería afirmar que en vez del cuerpo “el deseo es mío”, y ese deseo se configura en un contexto concreto, siendo mujer en un mundo donde durante siglos nuestras experiencias fueron invisibilizadas en espacios dominados por estructuras patriarcales y capitalistas.

Entonces aparece otra consigna, “La maternidad será deseada o no será” y, con ella, una serie de preguntas cruciales como, ¿cuándo nace el deseo de ser madre en una mujer? ¿Cómo se ve afectado ese deseo por la imagen que construimos de nuestras madres? ¿Por la mirada de nuestros padres sobre ellas? Y si ese deseo existe, ¿cómo se entrecruza con las condiciones materiales de cada mujer? ¿Existe una única forma de vivir el deseo materno? ¿De qué se trata realmente el deseo materno?

Porque ya sabemos que el instinto materno “puro” no existe. Todo está atravesado por el lenguaje, por la cultura, por la historia individual. Así como la sexualidad no tiene una sola forma ni un único camino, la reproducción, todo tema social es complejo, porque cruza la singularidad.

Aborto sí, aborto no. Esa decisión la toma un “yo” que aborta desde cualquier posición, porque el deseo siempre está condicionado por la realidad, esa que todos y todas construimos, que puede cuidar o descuidar a las personas. La lucha por conseguir #aborto3causales y postnatal de seis meses fue extensa y profunda, pero se fija un norte, el de ofrecer políticas públicas que protejan la salud, así bien amplio y ahí dentro cada persona vive la vida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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