
Corresponsabilidad parental: los hijos e hijas necesitan más que un padre de fin de semana
En muchas familias, la palabra “corresponsabilidad” aparece en mediaciones, demandas y sentencias, pero la realidad muestra otra cosa. Son, en la práctica, las madres quienes deben pedir permisos en sus trabajos, acudir a reuniones de apoderados, gestionar horas médicas y tomar decisiones importantes solas. El ideal de compartir la crianza se repite con frecuencia, pero la sobrecarga sigue recayendo en una sola persona. Entonces, la pregunta es inevitable: ¿dónde está la corresponsabilidad cuando todo el peso cotidiano lo lleva solo uno de los padres?
El primer paso para derribar este mito es entender que la corresponsabilidad no equivale a “ayudar” a la madre. No se trata de un favor, sino de un deber legal. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), en su artículo 5 letra b), establece que la educación familiar debe basarse en la responsabilidad común de hombres y mujeres en la crianza de los hijos; y en su artículo 16 letra d) ordena asegurar la igualdad de derechos y responsabilidades como progenitores, cualquiera sea su estado civil, bajo el criterio rector del interés superior del niño.
En la misma línea, la Convención sobre los Derechos del Niño, señala en su artículo 18 que ambos padres tienen obligaciones comunes en lo que respecta a la crianza y desarrollo del niño, y ordena a los Estados adoptar medidas para que puedan cumplirlas de manera efectiva. Estos tratados no sólo reconocen derechos, sino que subrayan deberes concretos para con los hijos.
Por otro lado, nuestro ordenamiento jurídico también incorpora este principio. El artículo 224 del Código Civil establece que ambos padres, estén juntos o separados, deben participar de manera activa, equitativa y permanente en su crianza y educación.
La corresponsabilidad, entonces, no se limita a pagar una pensión alimenticia, implica participar activamente en la vida cotidiana, desde lo escolar hasta lo afectivo. Y aquí surge otro punto: no basta con ser “papá o mamá de fin de semana”, que solo busca a los hijos para pasar un rato agradable o cumplir con un régimen de relación directa y regular. La corresponsabilidad exige más, preocuparse de las tareas, preguntar cómo están los niños, asistir a controles médicos, ir a reuniones de apoderados, involucrarse en las decisiones que marcarán el presente y futuro de los hijos. Corresponsabilidad significa estar presente en lo cotidiano, incluso en aquello que no siempre resulta entretenido.
Ahora bien, lo ideal es que la corresponsabilidad se ejerza de manera natural, como parte de la vida cotidiana y del compromiso con los hijos e hijas. Sin embargo, cuando esto no ocurre, puede quedar establecida de forma expresa en los acuerdos de régimen de relación directa y regular. No basta con fijar horarios de visitas: es posible dejar por escrito cómo ambos padres participarán en decisiones escolares, médicas y cotidianas, evitando que toda la carga recaiga en una sola persona. De esta forma, se fomenta un ejercicio real de corresponsabilidad.
La historia nos muestra que, durante décadas, las mujeres han debido asumir casi en solitario las tareas de cuidado, con un enorme costo personal y social. Pero es hora de avanzar hacia dinámicas distintas, más justas y equitativas. Hablar de corresponsabilidad parental no puede seguir siendo un eslogan vacío, debe convertirse en una práctica real que asegure el bienestar integral de los hijos e hijas y alivie la sobrecarga de las madres.
La corresponsabilidad no es un mito ni un favor; es un deber con respaldo internacional y nacional. Y mientras no se asuma de esa manera, seguiremos reproduciendo desigualdades que dañan a las familias y perpetúan la injusticia. Ser padre o madre es para toda la vida, no solo para los fines de semana.
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