CULTURA
Créditos: Fundación Santiago a Mil
“Sí importa”: Carmen Romero sobre el desafío político y cultural de Santiago a Mil 2026
Desde Madrid, la directora del Festival Santiago a Mil reflexiona sobre el rol político del teatro chileno, la importancia de la memoria y la incertidumbre que enfrenta la cultura en un contexto marcado por discursos que amenazan su financiamiento.
Con 40 años de trayectoria y a semanas de una nueva edición de Santiago a Mil, Carmen Romero, directora del festival y de Fundación Teatro a Mil, reafirma una convicción que guía su trabajo: en Chile, el teatro es una forma de memoria viva, una herramienta política y un espacio de encuentro social.
Romero viajó a Madrid para participar en el 43º Festival de Otoño, donde colaboró en la coproducción de dos obras latinoamericanas: Historia de Amor, de Teatro Cinema, y Ofrenda para el monstruo, de la uruguaya Tamara Cubas. Allí reflexionó sobre el rol que ocupa la escena chilena dentro y fuera del país.
“Los artistas chilenos han hecho mucho en la denuncia, en lo político, revisando todos los procesos sociales nuestros, van poniendo temas. Los desaparecidos siguen siendo temas. Pinochet sigue siendo un tema. Los desaparecidos, los torturados. Y ahora los niños. Los niños que fueron dados en adopción en la época de dictadura, porque nadie sabía nada”, afirma en conversación con El Mostrador.
Para Romero, esa capacidad de adelantarse a los procesos sociales es una marca identitaria. “El teatro, que siempre se adelanta”, dice.
La nueva edición del Festival Internacional Teatro a Mil se desarrollará entre el 3 y el 25 de enero y reunirá 89 espectáculos de sala y calle provenientes de 16 países de Europa, Asia y América, con estrenos imperdibles, un foco especial en Brasil, invitados internacionales y un fuerte énfasis en la multidisciplinariedad.
La 33ª versión del certamen, presentado por Fundación Teatro a Mil y Escondida | BHP, abarca una amplia variedad de disciplinas: teatro contemporáneo y físico, pasacalle, circo, danza, música, performance, ópera, teatro de títeres y teatro pansori tradicional de Corea.
Este año, la atención estará puesta en los nuevos lenguajes escénicos y su cruce con la tecnología, así como en propuestas que dialogan con la memoria y la identidad, interpelando especialmente a las audiencias más jóvenes. El festival es acogido a Ley de Donaciones Culturales, cuenta con el apoyo del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y Unesco, y tiene como sede oficial el GAM.
El teatro chileno como espejo social
Romero ha visto cuatro décadas de escena nacional, desde la resistencia cultural en dictadura hasta la fragmentación del presente, y sostiene que el teatro chileno mantiene un sello único en la región: su vínculo profundo con las problemáticas sociales y la memoria reciente del país.
En la misma línea, la directora recuerda que las artes en Chile anticiparon tensiones como el estallido social en 2019.
“Todos esos temas. Eso, el estallido social. El estallido social también está en el teatro. Sí, como que todo, ya las artes en Chile anunciaban un poco todas estas problemáticas, lo que pasó en octubre del 2019. O sea, primero el teatro lo iba diciendo. Iban entregando temas, hacían obras que tú decías wow, los problemas que hay en la educación, wow, los problemas que están con la AFP. Todo eso está escrito en el teatro. Fantástico. Entonces, ha sido un escape”.
Romero también recuerda que, incluso en los momentos más oscuros de la historia reciente, el teatro siguió existiendo. “Hacer teatro es como un acto de resistencia siempre. En cualquier escenario problemático se busca una obra. Y se hace teatro. Y teatro en Chile se hizo incluso en los campos de concentración, la dictadura llevó a campos de concentración a muchos actores y hacían teatro. Ahí estaba Oscar Castro. Armaban obras, escribían obras ahí”.
Con casi 22 años de historia, la edición 2026 del festival lleva el lema “Sí importa”, el cual conecta con la defensa que Romero hace del rol del arte en la vida social.
“Sí importa. El teatro sí importa. Estar juntos sí importa. Contarnos historias sí importa. Entonces eso es nuestro corazón este año”.
La programación incluye un fuerte cruce entre literatura y teatro, un foco familiar y nuevas coproducciones internacionales. También una expansión territorial: “El festival está en Santiago, Antofagasta, Iquique, Valparaíso y Concepción…”.
Y regresa uno de los hitos más populares del formato callejero: “Vuelve el Royal de Luxe, somos expertos en Royal De Luxe. Esta es una obra chiquita, la última que hicieron”.
Santiago a Mil: mezclar públicos, desordenar la ciudad
Una de las características que más destaca la gestora cultural del Festival Santiago a Mil es la pluralidad del público chileno, especialmente cuando el teatro sale a la calle.
“La gente que va al teatro tú no sabes quiénes son. Hay mucha gente joven siempre, nuevos espectadores. Y a lo mejor no sabes de qué partido son. El público no tiene un sesgo ideológico. No es de un solo lado. Es muy amplio. Y en las calles es todo. Ahí está abierto. Cuando son eventos masivos, es increíble la cantidad de gente que va. Y la familia. Familia completa”.
Ese encuentro espontáneo –dice– es un valor del teatro que rara vez se menciona. “De alguna manera permite cierta idea de unión, aunque sea espontánea y breve. Y lo pasas bien. Y después conversas. Cuando estas en la sala de teatro, lo interesante es eso. Se provocan conversaciones”.
En ese sentido, recuerda la visita de Robert Lepage en 2024 para presentar su obra Los siete arroyos del Río Ōta en el marco del festival Teatro a Mil.
“La obra duraba 7 horas y la gente empezaban a hablar después en los cafecitos. ‘¿Y tú qué haces?’ Porque les tocó estar al lado. Y eso es maravilloso… eres parte de una comunidad”, sostiene.
Romero subraya que Santiago a Mil se ha propuesto romper las lógicas de segmentación que predominan en las salas tradicionales.
“Nuestro público es totalmente heterogéneo, a nosotros nos gusta esto de desordenar también. Mezclar el público, nosotros tratamos de que todo se mezcle. De tener más mezcla porque… el único punto para nosotros es la calidad. Hay que ser de alta calidad”.
Esa misma lógica inspira la distribución territorial del festival: “Nos interesa moverse, porque la gente se mueve. Si quieres ver a Oscar Mayer, anda a Las Condes, a Matucana. Genera movimiento en la ciudad… Yo antes estaba más loca todavía porque… yo decía que vamos a no repetir las obras en las comunas, para que la gente se desplace. Entonces, si una obra está en Pudahuel, no es la misma que está en Renca… provocar el intercambio”.
“El teatro es súper importante al momento de confrontar estos movimientos, como que juega un rol esencial en la cultura chilena”, sostiene Romero.
En la misma línea, manifiesta su preocupación por el financiamiento del festival, dadas las declaraciones de los candidatos presidenciales en relación con cultura, el cual se realiza mediante aportes públicos y privados. “El 80% de la programación es gratuita, entonces, es quitar algo que ya es parte del verano de la de la gente. Nuestra planificación hasta ahora es en continuidad. Ya estamos con los grupos del 2027, ya estamos programando”, agregó.
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