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Músico de Inti Illimani y victoria de Kast: el progresismo dejó de “confiar en la cultura” CULTURA Crédito: Archivo

Músico de Inti Illimani y victoria de Kast: el progresismo dejó de “confiar en la cultura”

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Jorge Coulon señala como causa de derrota que la política dejó la calle y se centró en el Parlamento. “Cuando la política se separa de la vida concreta, cuando deja de ofrecer espacios donde el dolor, el miedo y la incertidumbre puedan ser elaborados colectivamente, otros relatos ocupan ese vacío”.


El músico Jorge Coulon analizó este domingo la victoria del ultraderechista José Antonio Kast en la segunda vuelta de la elección presidencial.

En un texto firmado junto a Jaime Bravo y publicado en sus redes sociales, Coulon señala que “la derrota que hoy enfrentamos no sea, en primer lugar, una derrota cultural entendida como falta de acceso a libros o referentes ilustrados. Tal vez sea algo más inquietante: una derrota de la experiencia compartida como forma de conocimiento político“.

Durante años, la política fue estrechando su campo de acción hasta quedar casi confinada al parlamento, a los medios y a una retórica cada vez más autorreferente. En ese proceso, la lucha dejó de ser una escuela y el arte dejó de ser un lenguaje común para convertirse, muchas veces, en ornamento o señal de pertenencia”, afirmó.

Consecuencias

Según el texto, “ese desplazamiento tiene consecuencias. Cuando la política se separa de la vida concreta, cuando deja de ofrecer espacios donde el dolor, el miedo y la incertidumbre puedan ser elaborados colectivamente, otros relatos ocupan ese vacío”.

La ultraderecha no avanza solo por la fuerza de sus mentiras o por su poder comunicacional, sino porque ofrece respuestas simples —y crueles— a experiencias reales de desamparo. No se trata de justificar ese avance, sino de comprenderlo para no repetir la impotencia”.

“En ese sentido, el problema no es solo comunicacional ni se resuelve con mejores slogans. Tiene que ver con una fractura más profunda: el progresismo también fue dejando de confiar en la cultura, en el arte y en la organización social como espacios de formación sensible y política. No por falta de talento ni de buenas intenciones, sino porque se naturalizó la idea de que la transformación ocurre, ante todo, en el plano institucional. Cuando eso sucede, la política se vuelve liviana, incluso cuando su lenguaje es sofisticado”.

Futuro

Al mismo tiempo, señala que aún así hay esperanza.

Sin embargo, incluso en esta derrota, hay una grieta. Y por esa grieta entra algo de luz. No una promesa inmediata de victoria, ni una épica reparadora, sino una dirección posible. La historia muestra que los vínculos pueden volver a tejerse, que la cultura puede recuperar su espesor cuando deja de ser vitrina y vuelve a ser encuentro, cuando el arte no se ofrece como identidad cerrada sino como experiencia compartida”.

Tal vez la tarea que se abre no sea la de conquistar rápidamente mayorías, sino la de rehabitar los espacios donde la vida común se piensa y se siente: territorios, escuelas, centros culturales, sindicatos, escenarios, conversaciones. No para enseñar desde arriba, sino para volver a aprender juntos. La memoria no se impone; se cultiva. Y la humanidad de una sociedad no se decreta: se construye en prácticas persistentes, muchas veces pequeñas, que devuelven sentido allí donde solo había ruido”.

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