Lo que el bisturí no resuelve
Señor director:
En una época que promueve el amor propio como consigna y, al mismo tiempo, multiplica filtros que distorsionan rostros, la medicina estética transita por una contradicción profunda. Por un lado, se democratiza; por otro, se banaliza. Por eso el cambio que recoge El Mostrador Braga, menos transformación y más naturalidad, no es solo una moda: es una señal de agotamiento frente a un modelo de belleza impuesta y una búsqueda genuina de bienestar. Pero también es una invitación a problematizar más allá de la superficie.
Cada vez más mujeres recurren a la cirugía mamaria no como aspiración de perfección, sino como forma de reparación. No buscan parecerse a nadie, sino reconocerse después de haber atravesado procesos que dejaron marcas: maternidades dolorosas, cáncer, relaciones violentas o una adolescencia vivida con vergüenza del cuerpo. Esta decisión, lejos del estereotipo frívolo, suele ser un gesto íntimo de salud mental. No en el sentido de “curar” algo, sino de recuperar agencia. De volver a habitar un cuerpo que ya no se sentía propio.
Pero cuando hablamos de salud mental y cirugía, también hay que ser incómodos. No todo proceso quirúrgico es terapéutico. No todo deseo de cambio surge de un lugar sano. Y muchas veces la presión social, la precariedad emocional o la violencia estética disfrazan como decisión autónoma lo que en realidad es mandato. Por eso urge reforzar una perspectiva crítica y profesional: ¿quién evalúa que la paciente esté en condiciones psicológicas de operarse? ¿Dónde está el límite entre acompañar y lucrar con la vulnerabilidad?
Desde la Sociedad Chilena de Cirujanos Plásticos hemos advertido sobre el peligro de operar sin estándares ni ética. Pero el problema no es solo médico, es cultural. Nos cuesta hablar de cirugía sin culpa ni moralismo, pero también sin ingenuidad. Nos cuesta entender que una intervención estética puede ser, a la vez, una forma legítima de autocuidado y el síntoma de una herida más profunda que no se resuelve en un pabellón.
Por eso, más que romantizar o demonizar la cirugía, deberíamos preguntarnos qué hay detrás del bisturí. Y qué está fallando en una sociedad que sigue dejando a tantas mujeres solas frente a sus inseguridades, mientras convierte sus cuerpos en campo de batalla simbólica.
Dra. Susana Benítez Seguel
Dr. Álvaro Cuadra Campos
Dr. Cristián Erazo Cortés
Dr. José Lasen Solminihac
Dra. Carolina Salisbury Devincenzi
Dra. Claudia Albornoz Garrido
Dr. Marcelo Fonseca Canteros
Sociedad Chilena de Cirugía Plástica