
Metro para Lo Espejo: a un metro de más justicia urbana
Lo Espejo no puede seguir siendo vista como una comuna de paso o como una tierra de nadie. Necesita, y merece, ser parte de la ciudad, ser reconocida como lo que es: una comuna con historia, con identidad, con gente trabajadora que aporta día a día al funcionamiento de Santiago.
En enero de 2023, el Presidente Gabriel Boric pronunció palabras que encendieron una esperanza largamente postergada en los habitantes de Lo Espejo: la priorización de una línea de Metro para la comuna.
Quienes conocemos el territorio, quienes vemos la convivencia con la persistente exclusión del Estado en la vida cotidiana, sentimos que por fin la historia podía comenzar a cambiar. Sin embargo, esa promesa se ha ido desvaneciendo en el aire. Al día de hoy, no solo no está confirmado el trazado, sino que Lo Espejo sigue siendo invisible en los mapas del Metro proyectado hasta 2030.
La falta de un sistema de transporte eficiente y digno no es un problema técnico. Son muchos los estudios y opiniones de académicos que abogan por un Metro para nuestra comuna. La falta de Metro es, entonces, una manifestación concreta de la desigualdad estructural que atraviesan nuestras ciudades. Lo Espejo no pide más que lo mínimo: la posibilidad de desplazarse como cualquier otro santiaguino. No pedimos privilegios; exigimos justicia urbana.
Lo Espejo es una de las 52 comunas de la Región Metropolitana. Con una población de más de 100 mil habitantes, que envejece aceleradamente con más de un 11% de personas mayores a 66 años, se encuentra geográficamente enclavada en una zona estratégica del sur de Santiago. A pesar de esto, se mantiene hasta hoy como una comuna huérfana de infraestructura clave, lo que también genera desconexión con las comunas vecinas, como La Cisterna y Cerrillos.
Lo más grave de esta omisión no es solo su existencia, sino su prolongación en el tiempo. De acuerdo con el Sistema de Indicadores y Estándares de Desarrollo Urbano, Lo Espejo es la tercera comuna con más tiempo de viaje en horario punta matinal de toda la Región Metropolitana. Solo es superada por comunas rurales como Isla de Maipo y Peñaflor, y seguida de cerca por Talagante.
¿Qué tienen en común todas ellas? Que se encuentran fuera del sistema de transporte masivo estructurado de la capital. Lo Espejo, en cambio, está solo a 9 km del centro; estamos en el corazón del Santiago urbano, pero vivimos como si estuviéramos en la periferia más lejana.
Quien vive en Lo Espejo y trabaja o estudia en el centro de Santiago, o en zonas industriales de Quilicura o Providencia, puede tardar más de dos horas al día en ir y volver. Es decir, más de 40 horas al mes dedicadas exclusivamente a desplazarse. Es un tiempo que se le arrebata a la vida familiar, al descanso, a la salud mental y física. Un tiempo que no vuelve.
¿Y por qué eso no indigna más? Porque nos hemos acostumbrado a que ciertas comunas “naturalmente” deban demorarse más, como si el lugar donde naciste determinara tu derecho a la ciudad. Pero ese sentido común está equivocado. La planificación urbana tiene responsables, y las exclusiones no son casualidad: son políticas.
Mientras en comunas más acomodadas se celebra cada nueva estación como un logro colectivo, en Lo Espejo seguimos esperando siquiera aparecer en los planos. No queremos aplausos ni discursos. Queremos infraestructura, derecho a la ciudad, cuestiones básicas que deben entregarse a las comunas que más lo necesitan, donde el Estado es más ausente y donde hay mayor necesidad de justicia.
Uno de los caminos más inmediatos y viables para subsanar esta deuda es la extensión de la Línea 4A del Metro, desde La Cisterna hasta Lo Espejo. Esta línea, que actualmente es una de las más cortas del sistema, podría tener un impacto gigantesco si se expande hacia el poniente.
No se trata solo de Lo Espejo. Con esta extensión se beneficiarían directamente más de 1 millón de personas, sumando a las comunas de Cerrillos, Maipú y La Cisterna. En comparación, otras extensiones proyectadas –como la del sector poniente de Maipú– beneficiarían a aproximadamente 300 mil personas. ¿No debería ser entonces una prioridad técnica, económica y política avanzar en esta dirección?
Además, la extensión permitiría una interconexión con otras líneas ya existentes, aumentando la eficiencia del sistema completo. En lugar de construir ramales desconectados que terminan en plazas o rotondas, Lo Espejo ofrece la posibilidad de integrar barrios completos, dinamizar economías locales y generar alianzas territoriales.
El Metro no es solo un medio de transporte. Es un catalizador de cambios sociales. Donde llega el Metro, se activan los barrios. Se instalan negocios. Se abren oportunidades. La gente circula con más seguridad. Se recupera el espacio público. Se dignifica el entorno y aumenta el valor de las propiedades.
Además, el Metro trae consigo infraestructura adicional: iluminación, vigilancia, presencia policial y vida comunitaria. Donde antes había sitios eriazos o paraderos oscuros, hoy hay estaciones activas, limpias y cuidadas. La violencia y el abandono ceden ante la presencia del Estado.
La conectividad, por otra parte, permite que más personas puedan optar a trabajos mejor remunerados, acceder a servicios de salud de mayor complejidad o, simplemente, desplazarse con la certeza de llegar a tiempo. Hoy, muchos vecinos de Lo Espejo rechazan trabajos en comunas del oriente porque simplemente no llegan. O llegan tan cansados que el sueldo no justifica el sacrificio.
El problema de fondo no es técnico: es político y cultural. Durante décadas, Santiago ha sido planificada desde la lógica del “cordón sanitario” social. Las comunas más pobres fueron aisladas, contenidas, fragmentadas del resto del tejido urbano. Y esa segregación se sigue reproduciendo cada vez que se deja fuera a una comuna de un proyecto estructurante como el Metro.
No es casualidad que las comunas sin Metro sean también las que presentan mayores niveles de pobreza, inseguridad y precariedad. El transporte público no es un lujo. Es una herramienta para nivelar la cancha.
Lo Espejo no puede seguir siendo vista como una comuna de paso o como una tierra de nadie. Necesita, y merece, ser parte de la ciudad, ser reconocida como lo que es: una comuna con historia, con identidad, con gente trabajadora que aporta día a día al funcionamiento de Santiago.
Las promesas no construyen estaciones. Los vecinos y vecinas de Lo Espejo están cansados de los anuncios vacíos, de las fotos en terreno, de las mesas técnicas que no llegan a nada. Necesitamos decisiones firmes, con cronogramas, con presupuestos asignados, con fechas claras. Y si no hay voluntad, exigimos transparencia: ¿por qué se nos sigue postergando?
Hoy la discusión está abierta. El Metro está en expansión. Existen recursos, existe tecnología y existe una necesidad urgente. Lo que falta es decisión política. Si el Estado quiere realmente avanzar hacia un país más justo, debe comenzar por integrar a los que ha dejado históricamente fuera.
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