
Acuerdo nacional para nuevas formas de guerras
En la actualidad nuestro país enfrenta los embates, al igual que otros países de América Latina, de la llamada guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico. Se trata de ejércitos irregulares vinculados al negocio del crimen organizado, a los mercados ilegales y a la delincuencia.
En las décadas del 70 y 80 del siglo pasado varios países de América Latina y Europa, especialmente, se enfrentaron a nuevos tipos de guerra. En América Latina surgieron las guerrillas, en especial en Centroamérica. En Europa se iniciaron guerrillas de distinto tipo, particularmente en países como España e Italia. Este último país sufrió los embates de múltiples grupos pequeños que atentaban contra el Estado de derecho democrático, tales como las Brigadas Rossa, la Vanguardia Operaria, la Lotta Continua y otras. Las fuerzas democráticas de estos países se unieron para enfrentar adecuadamente estos movimientos, que fueron desarmados y derrotados.
En la actualidad nuestro país enfrenta los embates, al igual que otros países de América Latina, de la llamada guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico. Se trata de ejércitos irregulares vinculados al negocio del crimen organizado, a los mercados ilegales y a la delincuencia.
Las teorías criminológicas clásicas no lo explican adecuadamente. Se requiere una perspectiva sociológica y económica más amplia. La pregunta es ¿qué ocurre cuando la actividad ilícita y criminal excede el 20% del producto interno bruto de un país? ¿Un individuo que trabaja y se beneficia del robo de autos es un verdadero desviado? ¿Los millones de pequeños traficantes de drogas en las Américas califican como delincuentes que no pueden superar una patología social?
El estudio del crimen y la desviación en América Latina fue históricamente dominado por juristas, y la criminología se dictaba en las escuelas de derecho. La mayoría de los estudios, por lo tanto, se centraron en debates dogmáticos y en el marco del derecho penal. Antes de 1990 existen pocos estudios empíricos y cuantitativos.
El autor Marcelo Bergman señala cuáles son las explicaciones más destacadas que se derivan de la literatura. Serían: instituciones estatales; estructura legal y reforma de justicia; fragilidad comunitaria y entornos urbanos; una perspectiva sociológica clásica; y la teoría del conflicto. Todas estas son dimensiones absolutamente atingentes, pertinentes y necesarias.
Sin embargo, un tema central que no se ha considerado adecuadamente y que es un nuevo tipo de guerra y, por tanto, debe analizarse desde la perspectiva de los actores de la guerra. Clausewitz señalaba “que la guerra era la continuación de la política por otros medios”. Más allá de estas discusiones, lo importante es tomar conciencia de que en nuestro país nos encontramos ante un nuevo tipo de guerra: la guerra contra las mafias organizadas del narcotráfico el terrorismo y la violencia que estos procesos conllevan. Pareciera no existir conciencia en nuestro país sobre las características de esta guerra y la manera de enfrentarla.
Toda guerra requiere unidad de los actores para enfrentarla. En las guerras entre Estados-naciones se parte del supuesto de una cierta unidad nacional para enfrentar al adversario. Cualquier desviación de cualquiera de los actores es inmediatamente catalogada de traición y se sufren las consecuencias respectivas. No se permite en una guerra entre Estados posiciones distintas de los actores involucrados.
En nuestro país, con una frivolidad abismante, se pretende que sea un campo para el debate político entre duros y blandos, y de esta forma se banaliza el tema, construyendo estereotipos que dan origen a un debate político inconducente e insustancial. Pareciera que los políticos utilizan este tipo de guerra como un conflicto susceptible de analizarse en función de los votos que se obtienen en una o en otra postura.
Mientras exista esta lógica, será una guerra en que no habrá traidores, pues todos contribuirán al objetivo común. Sin unidad nacional no hay ninguna posibilidad de enfrentar adecuadamente el flagelo que corroe las instituciones y destruye el alma nacional. Este no puede ser un tema de lucha política. Debe ser un tema en el cual confluyen todos los chilenos. Un ámbito que requiere esencialmente unidad nacional para enfrentarlo adecuadamente. Que, al igual que la guerra entre Estados, cualquiera que se salga del objetivo común estará traicionando a la patria.
Hay que terminar con la fanfarria de quién es más duro o más blando. Hay algunos temas como este que no pueden ser objeto de discusiones banales sino que deben ser considerados temas de unidad nacional. Por lo tanto, hay que elaborar una estrategia que involucre a todos los actores políticos y sociales: a las Fuerzas Armadas, las tres ramas, y la PDI. A los partidos políticos en su totalidad, a las organizaciones empresariales y sindicales, a las iglesias, a la comunidad organizada, etc., etc.
Cada una de las instituciones deberían aportar en la elaboración de un proyecto común que tenga objetivos y resultados concretos, que establezca plazos y procedimientos. Cualquier actor que se aparte de este camino, al igual que una guerra convencional, será considerado un traidor a la patria. Solo de esta manera se podrá enfrentar este flagelo que azota a nuestro país y que, de no ser abordado adecuadamente, tendrá fatales consecuencias.
En esta lucha presidencial que está comenzando, los candidatos debieran tener un planteamiento común frente a este tema y no usarlo como un mecanismo de propaganda para obtener más o menos votos.
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