Publicidad
Sin Estado, no hay democracia en los barrios Opinión AgenciaUno

Sin Estado, no hay democracia en los barrios

Publicidad

El narcotráfico avanza donde el Estado retrocede. Compra, amenaza, coacciona. Arrienda casas, convierte niños en soldados y usa a los dirigentes como escudos. Tiene más recursos que la política, más presencia que el Estado, más fuerza que la policía. Y lo peor: impone el miedo como regla.


Hoy, en muchos barrios populares de Santiago, la democracia no se vive, se anhela. No se la respira en las plazas vacías, ni en las juntas de vecinos sin asistentes, ni en las noches sin luz. Para muchos pobladores, la democracia ha sido reemplazada por el miedo. Miedo a salir, a hablar, a ser el próximo en la lista del narco. Donde el Estado se ha ido, han entrado las bandas.

Las poblaciones fueron construidas con esfuerzo. Se levantaron con organización, solidaridad y participación. En ellas, la democracia se vivía desde abajo: en las asambleas, en los clubes deportivos, en los centros de madres, en las capillas del barrio. Se compartía el poder, se cuidaban unos a otros, se soñaba en común.

Ese tejido hoy se está rompiendo. El narcotráfico avanza donde el Estado retrocede. Compra, amenaza, coacciona. Arrienda casas, convierte niños en soldados y usa a los dirigentes como escudos. Tiene más recursos que la política, más presencia que el Estado, más fuerza que la policía. Y lo peor: impone el miedo como regla.

Frente a esto, muchas organizaciones barriales han sido silenciadas. Los dirigentes se han ido o han guardado silencio. Las madres no dejan salir a sus hijos. La plaza está vacía. El miedo reina. Y cuando reina el miedo, la democracia se debilita.

¿Dónde está el Estado? ¿Dónde están los recursos que garantizan seguridad, luz, limpieza, respeto? ¿Dónde están las policías efectivas y honestas? ¿Dónde están los fiscales que persiguen a los grandes responsables, no solo a los más pobres? ¿Dónde están los programas sociales que sostienen a las familias y ayudan a organizarse?

Los pobladores no piden caridad. Exigen lo que les corresponde. No claman favores, sino derechos. El Estado no puede seguir ausente ni aparecer solo en tiempos de elecciones. Debe estar presente siempre. Su tarea es fortalecer la vida comunitaria y garantizar condiciones mínimas para vivir con dignidad.

La demanda es clara: que el Estado vuelva a los territorios. Que escuche, que proteja, que ayude. Que enfrente al narco, no solo con policías, sino también con apoyo real a las organizaciones. La democracia se juega hoy en las poblaciones. Si no se fortalece desde abajo, tarde o temprano se desmoronará.

La gente quiere vivir tranquila. Quiere luz en la calle, juegos para sus hijos, servicios cercanos, policías confiables y dirigentes que no teman hablar. Quiere recuperar su barrio, su calle, su plaza. Quiere volver a vivir en paz.

Esto no es vida.

Esto no es democracia.

Esto no son barrios para vivir.

Y si el Estado no reacciona ahora, mañana será tarde.

No, la solución no es Bukele. No queremos una democracia a costa de los derechos humanos. No queremos niños encarcelados por sospecha. Nos ha costado demasiado entender que la democracia es para todos y se basa en la dignidad humana. Pero, ahora, la estamos perdiendo en su base: el mundo popular.

Es cierto que se necesita más policía. Pero eso no basta. Sin comunidad organizada, sin vida social, sin instituciones barriales activas, no hay recuperación posible. La democracia no se sostiene solo con control policiaco, sino con tejido social.

¿Y las municipalidades? Poco o nada hacen. No basta con administrar. Se necesita presencia en terreno, apoyo real, voluntad política. Y no están a la altura del desafío.

¿Quién debe hacerse cargo?

Casi todos los niveles del Estado. Las municipalidades deben garantizar seguridad local, mantener las plazas, apoyar a las organizaciones y acompañar a las familias. Ministerios principales: Interior, Desarrollo Social, Vivienda, Educación. El Ministerio Público debe perseguir a los verdaderos culpables, y no a los pobres. El Parlamento. Los tribunales. También debe atenderse con cuidado la situación de las mujeres que, por pobreza, son encarceladas por microtráfico. ¿Quién se ocupa de sus hijos, abandonados a las calles? ¿Quién les da una mano para que vuelvan a sus casas con un trabajo digno?

El peor camino es la “bukelización” de las poblaciones: imponer orden a cualquier costo. Eso no es democracia. Y no resuelve nada a largo plazo. Tiene pésimo pronóstico.

La democracia se construye desde abajo. Con organización, con comunidad, con dignidad. Y si no hay democracia en los barrios, no hay democracia en Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad