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¿Por qué la plena integración a los BRICS constituye un camino fundamental para el futuro de Chile? Opinión Archivo

¿Por qué la plena integración a los BRICS constituye un camino fundamental para el futuro de Chile?

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Álvaro Ramis Olivos
Por : Álvaro Ramis Olivos Rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano (UAcademia). Teólogo, doctor en filosofía
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Es el paso lógico para una nación que aspira a ser un actor relevante en la construcción de un mundo más equitativo y próspero. Es imperativo que abracemos esta oportunidad con visión y determinación.


La pertenencia a los BRICS no debe ser interpretada como una renuncia a nuestras alianzas tradicionales, sino como una expansión necesaria de nuestros horizontes estratégicos. Es el paso lógico para una nación que aspira a ser un actor relevante en la construcción de un mundo más equitativo y próspero. Es imperativo que abracemos esta oportunidad con visión y determinación.

Estamos en un momento coyuntural de la historia global, caracterizado por una profunda transformación del sistema internacional, donde los paradigmas tradicionales ceden paso a nuevas configuraciones de poder. En este contexto dinámico, la pertinencia y articulación de naciones como la nuestra con bloques emergentes, específicamente los BRICS, trasciende la mera opción para convertirse en una necesidad estratégica.

En primer lugar, desde una perspectiva geopolítica, la adhesión a los BRICS nos conferiría la capacidad de asumir un rol proactivo en la configuración de un orden internacional más equilibrado y representativo. Durante décadas, hemos operado en un escenario caracterizado por la hegemonía de un único polo de poder. Los BRICS, al desafiar esta estructura unipolar, ofrecen una plataforma vital para la revitalización del multilateralismo, actualmente percibido como aletargado y bajo asedio. La participación en este bloque implica integrarse a una coalición destinada a construir instancias de concertación política y articular posiciones comunes en foros de relevancia crítica, como el G20.

Esto se traduce, fundamentalmente, en una mayor voz para el Sur Global. Como economías emergentes, resulta imperativo que nuestras perspectivas y necesidades sean consideradas en las discusiones internacionales sobre gobernanza económica y financiera, incluyendo las necesarias reformas en instituciones como el Fondo Monetario Internacional. La incorporación a los BRICS asegura que nuestra voz adquiera una resonancia más potente en el concierto de las naciones.

En segundo lugar, los argumentos económicos son concluyentes. La dependencia de mercados tradicionales y la inherente volatilidad de la economía global exigen una diversificación urgente de nuestras alianzas. Los BRICS nos brindan acceso directo a mercados emergentes que exhiben un dinamismo extraordinario y la posibilidad concreta de explorar nuevas y robustas fuentes de inversión.

Consideremos el nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS. Esta institución representa una herramienta financiera crucial, una alternativa a las instituciones tradicionales, capaz de ofrecer financiamiento para proyectos de infraestructura y desarrollo que se alinean directamente con nuestras prioridades nacionales, y sin las condicionalidades que frecuentemente restringen nuestro margen de acción.

Adicionalmente, la exploración de una divisa común o el fomento del comercio bilateral en monedas locales es un objetivo compartido que nos permitiría mitigar nuestra vulnerabilidad a las fluctuaciones del dólar y, consecuentemente, fortalecer nuestra autonomía económica. Este enfoque representa un pragmatismo visionario en la política exterior.

La pertenencia a los BRICS también incrementaría significativamente nuestra proyección de poder en el ámbito internacional. Al participar activamente en este bloque, elevamos nuestra fuerza relativa en las discusiones globales, mejoramos nuestra imagen a nivel mundial y expandimos nuestra influencia tanto en América Latina como en otras regiones geográficas.

Asimismo, esta integración nos proporciona una oportunidad invaluable para una articulación directa y fluida con la República Popular China, una potencia económica global en ascenso, en una amplia gama de temas de interés mutuo. Esta es una relación vital que debe ser gestionada desde una posición de mayor fuerza y coordinación estratégica.

Reconozco que surge una legítima preocupación sobre la coherencia de esta membresía con nuestra inquebrantable defensa de la democracia y los derechos humanos, dada la diversidad de regímenes políticos dentro de los BRICS. Permítanme abordar este punto con la necesaria claridad analítica.

La estrategia de Brasil en este contexto nos ilustra un modelo para articular esta membresía sin comprometer nuestros principios fundamentales. En los foros BRICS, podemos, y debemos, enfatizar consistentemente el respeto a la soberanía, la integridad territorial de los Estados y el principio de no intervención en los asuntos internos. Esta postura, lejos de ser percibida como “neutralidad” ante violaciones de DD.HH., constituye una defensa de la igualdad soberana entre los Estados y un rechazo a la injerencia externa. Para nuestra nación, la defensa de estos principios es fundamental para la paz y la estabilidad global, condiciones sine qua non para el pleno respeto de los derechos humanos.

Además, nuestra Constitución, al igual que la brasileña, establece la defensa de la paz y la solución pacífica de conflictos como principios rectores de nuestra política exterior. Al promover la cooperación económica y la búsqueda de un orden multipolar, estamos contribuyendo a un ambiente internacional menos propenso a conflictos, lo que, indirectamente, redunda en beneficios para la situación de los derechos humanos a nivel mundial.

Finalmente, nuestra concepción de la democracia en la gobernanza global trasciende las fronteras nacionales. Se enfoca en la democratización de las instituciones globales como el FMI o el Banco Mundial, propiciando que sean más representativas de la diversidad global. Al impulsar estas reformas a través de los BRICS, estamos promoviendo una mayor equidad y justicia en el sistema internacional, lo que facilita que los países desarrollen sus propias políticas, incluyendo aquellas relacionadas con los DD.HH..

Es imperativo también subrayar el énfasis en los derechos Humanos Económicos y Sociales. Si bien las democracias liberales suelen priorizar los derechos civiles y políticos, el desarrollo económico y la reducción de la pobreza son prerrequisitos fundamentales para el pleno disfrute de la totalidad de los derechos humanos. En este sentido, la cooperación Sur-Sur y los proyectos de desarrollo impulsados por los BRICS constituyen contribuciones directas a la mejora de las condiciones de vida y, por ende, a la dignidad humana.

En síntesis, la estrategia en el marco de los BRICS se fundamenta en una combinación de realismo geopolítico y pragmatismo económico. No implica una abdicación de nuestros valores, sino la búsqueda de espacios para promover un orden internacional más justo, la democratización de la gobernanza global y el énfasis en los derechos económicos y sociales como cimientos para el desarrollo humano.

La pertenencia a los BRICS no debe ser interpretada como una renuncia a nuestras alianzas tradicionales, sino como una expansión necesaria de nuestros horizontes estratégicos. Es el paso lógico para una nación que aspira a ser un actor relevante en la construcción de un mundo más equitativo y próspero. Es imperativo que abracemos esta oportunidad con visión y determinación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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