
¿Quién ganó la guerra Israel-Irán?
La crisis está en una tensa pausa. Sin diplomacia no habrá paz ni una solución duradera. Es extremadamente complejo y sin Estados Unidos realmente involucrado, no hay posibilidades de acuerdo. De lo contrario, se retomarán las hostilidades.
Durante casi dos semanas hubo enfrentamientos entre Israel e Irán, los que se han interrumpido por una tregua, dejando centenares de víctimas en ambos países, así como un amplia destrucción urbana.
Al momento de entrar en vigor el cese al fuego impulsado por Estados Unidos las dos partes se declararon vencedoras y también Estados Unidos, que intervino en el bombardeo de instalaciones atómicas iraníes en los últimos días.
Más allá de las declaraciones, ¿en qué posición quedó cada país y qué se puede esperar al menos para el futuro próximo?
Partamos por Israel, que como sabemos inició este episodio bélico atacando sorpresivamente a Irán, con acciones dirigidas a anular su capacidad nuclear y descabezar su liderazgo militar. Los ataques destruyeron parte de las instalaciones, lo que incluyó el asesinato de científicos del programa y a la plana mayor de las fuerzas armadas y de la Guardia Revolucionaria. Sin embargo, los centros más importantes, por su condición subterránea de alta profundidad, no fueron afectados hasta la intervención norteamericana y aun así queda en duda de si fueron efectivamente destruidos, además de que el uranio enriquecido probablemente fue reubicado en otros sitios, pudiendo eventualmente Irán continuar con el proceso tendiente a producir una bomba atómica.
En el plano militar sin dudas que el balance es favorable a Israel, que dominó tempranamente el espacio aéreo iraní sin bajas y pudiendo bombardear sus objetivos prácticamente a voluntad. En su ofensiva, el estado hebreo demostró un gran trabajo de inteligencia previo, con agentes infiltrados en Irán que incluso ejecutaron sabotajes y ataques que facilitaron y aumentaron los efectos de los bombardeos.
Tras estas semanas, Israel emerge como la potencia aérea de la región sin contrapeso, quizá con la sola excepción de Turquía, país con el cual hasta ahora no ha tenido confrontación bélica.
A pesar de haber sido duramente golpeado y humillado, Irán logró sostener sus contraataques y alcanzar objetivos en territorio israelí con sus drones y misiles, causando importantes daños en algunos sectores urbanos, lo que no ocurría desde hace décadas. Aunque menos del 7% de los proyectiles pudo eludir el escudo antimisiles, dejaron en evidencia para el mundo y los propios israelíes que sus ciudades y población no son inmunes a una guerra entre estados y que, siendo un territorio tan pequeño, la destrucción física y mortandad pueden ser grandes.
El régimen iraní, cuya caída fue un objetivo declarado de Netanyahu, apoyado en algún momento por Trump, aunque debilitado, no sucumbió y reaccionó bastante rápido en reponer los liderazgos militares asesinados. También obtuvo una tregua interna al generarse un natural fervor nacionalista ante el ataque externo al país, obteniendo el apoyo al menos temporal de la población en la defensa y del honor nacional.
El primer ministro Netanyahu obtuvo un gran triunfo personal al arrastrar a la guerra a Estados Unidos, avalando así su estrategia y acciones y dejando eventualmente activado una suerte de seguro si las hostilidades retoman con Irán.
Por el lado de Estados Unidos, Trump aparece dando una señal de fuerza en la región, con un mensaje inequívoco para el resto del mundo que si es necesario recurrirá al poder militar para imponer o preservar sus intereses.
En teoría Trump se ajusta a su predicamento de no involucrarse en un nuevo conflicto en la región, al haber realizado una operación puntual y de precisión, lo que fue seguido de una tregua que fue impuesta en buena medida por Estados Unidos.
En suma, si bien Israel sale militarmente victorioso y Estados Unidos aparece reafirmando su condición de árbitro final en la región, Irán mantiene su régimen y su capacidad nuclear. Así, ¿qué puede esperarse en el futuro cercano?
En primer lugar, recordemos que el motivo del ataque de Israel fue acabar con el riesgo del desarrollo de un arma nuclear por parte de Irán, lo que Netanyahu definió como una amenaza existencial para su país. En teoría buena parte de las instalaciones fueron afectadas y el equipo científico fue parcialmente asesinado. Eso indudablemente retrasará en meses o años cualquier intento de fabricación de una bomba atómica, pero no elimina la amenaza. Los más de 400 kg de uranio enriquecido siguen intactos y escondidos, e Irán parece tener otras instalaciones menores repartidas por su territorio en las cuales ese material podría distribuirse y continuar siendo enriquecido, lo que volvería más difícil su destrucción en caso de otro conflicto. Si no existe entonces una certeza sobre el haber logado aniquilar la capacidad nuclear iraní, las causas del conflicto permanecen latentes.
Además, el parlamento iraní acaba de terminar su acuerdo de cooperación con la OIEA, de manera que también se terminan los monitoreos a sus instalaciones nucleares y todo quedará en el completo secreto, con la excepción eventual de las agencias de espionaje.
En el aspecto militar, si bien Irán perdió totalmente el dominio aéreo y, de haber persistido la guerra, podría haber sufrido daños a su capacidad militar irremontables en el corto plazo, ganó un respiro con la tregua que lo deja con todavía una gran capacidad militar. Si antes de la crisis tenía 3.000 misiles, lanzó poco más de 600, restando un saldo que es una grave amenaza para Israel.
Junto con procurar rearticular su capacidad defensiva y ofensiva, Irán también buscará fortalecer los grupos terroristas y armados que operan bajo su tutela en el entorno (Irak, Líbano, Yémen, Gaza y Siria). Si bien estos quedaron seriamente debilitados por Israel, siempre pueden resurgir y al menos distraer a las fuerzas hebreas que no podrían concentrar todo su poder contra Irán.
Hacer una guerra es muy oneroso, más aún cuando se arrastra por meses e Israel está pagando un alto costo en pertrechos y armas, así como lo que significará reconstruir los sectores urbanos destruidos. A eso hay que sumarle la menor actividad económica. El déficit fiscal está escalando entonces y podría derivar en una crisis económica profunda en los próximos años. Estados Unidos que subsidia generosamente el gasto militar israelí también está en esa dinámica, contraviniendo cínicamente uno de sus argumentos para no seguir apoyando a Ucrania.
El régimen iraní no ha renunciado a su objetivo nuclear y esta guerra promoverá su determinación de lograrlo, con la justificación de que será la única manera de evitar nuevas agresiones.
En el plano interno y aprovechando la conmoción de la guerra, el gobierno está liquidando a todos los opositores, lo que podría prolongarlo aún más, lejos de lo que pretendían israelíes y estadounidenses.
Trump y Estados Unidos que emerge también exitosamente en la coyuntura, en un plazo más largo enfrenta un complejo desafío: cómo traducir el momento favorable en una diplomacia que garantice que Irán no construya armas atómicas y al mismo tiempo produzca paz y estabilidad regional. La contrapartida puede ser volver a participar en una guerra, echando por la borda todos los predicamentos del presidente norteamericano.
Una pregunta que ronda es si hubo complicidad desde el inicio entre Israel y Estados Unidos o este se vio arrastrado, pero procuró sacar el máximo provecho. Al parecer es lo segundo, pero no hay absoluta certeza. El punto tiene relevancia para lo que pueda seguir.
Israel está en su mejor posición de fuerza de las últimas décadas, pero si no lo traduce en una diplomacia que busque mejorar sus vínculos con la región, sin soslayar la situación palestina, entonces no podrá capitalizarlo y será una cuestión de tiempo hasta una próxima guerra.
Un problema evidente es que el actual primer ministro Benjamín Netanyahu debe su sobrevivencia política a la perpetuación del conflicto, por lo que tiene todos los incentivos para seguir en esa dinámica.
La crisis está en una tensa pausa. Sin diplomacia no habrá paz ni una solución duradera. Es extremadamente complejo y sin Estados Unidos realmente involucrado, no hay posibilidades de acuerdo. De lo contrario, se retomarán las hostilidades.
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