Opinión
Kast mostrando los músculos en Chacalluta
Chile, su legalidad y sus instituciones –salvo meritorias pero breves excepciones- ha vivido históricamente sin mirar a las fronteras excepto cuando ocurren problemas, y desde ahí la opinión pública se modela desde la diada Frontera/Conflicto.
Chacalluta es un lugar de mala prensa inmerecida. Es el paso fronterizo chileno entre Tacna y Arica, que tiene en el lado peruano un homólogo: Santa Rosa. Es una frontera habilitada técnicamente, por donde se producen varios millones de cruces cada año. Lo protagonizan ariqueños que cruzan a Tacna a comprar servicios y bienes que reducen –a veces sustancialmente- sus costos de vida, y tacneños que acuden a Arica a comprar insumos y vender sus fuerzas de trabajo en la agricultura y las construcciones. Tiene control integrado, lo que facilita el cruce, de manera que incluso en momentos de fuerte afluencia, el tránsito toma poco tiempo.
Pero casi nunca la prensa asume esta cualidad de puente transfronterizo que canaliza una relación histórica forjada al calor de intereses compartidos, vínculos familiares y relaciones amistosas. Y sólo se ocupa de ella cuando ocurren conflictos, usuales en los pasos fronterizos en cualquier lado del planeta. Ahora vuelve nuevamente al foco debido al breve incidente que produjeron migrantes sudamericanos cuando intentaban regresar a sus países de origen, principalmente hacia Colombia y Venezuela.
Esto sucede todos los años en esta época y se resuelve sin ruidos. Pero esta vez coincidió con dos factores. Del lado peruano, un presidente recién estrenado –José Jerí- desesperado por ganar eso que los presidentes peruanos nunca consiguen: unos puntos extras de aprobación. Y por ello anunció la “militarización” de la frontera y desplegó la frívola cifra de 50 soldados, que normalmente hubieran sido insuficientes para poner orden en una trifulca estudiantil en la monumental Plaza de San Marcos. Del lado chileno un candidato presidencial, José Antonio Kast, hizo sonar los tambores de guerra, pidió desplegar soldados y que el presidente de la república se personara en Chacalluta para poner fin a un conflicto que predecía apocalíptico. Y, obviamente, vendió la idea que los migrantes estaban huyendo de Chile ante su inminente instalación en la presidencia con un programa extremista e irreal de expulsión de migrantes –al estilo trumpista- “con lo que tengan puesto”.
El conflicto se resolvió como siempre ha sucedido en este lugar: conversando, abriendo puertas o mirando para el lado. Y sobre el escenario quedó la histeria de un candidato y del sector de la ultraderecha chilena, incapaces para asumir seriamente los temas migratorios y fronterizos, y la amenaza para toda la sociedad nacional de un probable presidente que sueña expulsar decenas de miles de personas –“con lo que tengan puesto”- en franco desafío al sentido común y al derecho y la dignidad de las personas. Los chilenos y chilenas deben valorar seriamente si quieren instalar en La Moneda a esta simbiosis de Trump y Milei, demagogo e incapaz, que nunca ha renunciado explícitamente a la tradición autoritaria pinochetista.
Pero más allá de la coyuntura, el incidente de Chacalluta debe movernos a considerar lo que ha sido un debe absoluto de todos los gobiernos chilenos, incluyendo éste presidido por Gabriel Boric: una política constructiva e innovadora hacia nuestras fronteras, que como toda frontera ofrece problemas, pero también oportunidades para el desarrollo local y la integración supranacional. Y solo desde este último nivel será posible resolver en unos casos, paliar en otros, las dramáticas situaciones que se generan desde los flujos migratorios.
Chile, su legalidad y sus instituciones –salvo meritorias pero breves excepciones- ha vivido históricamente sin mirar a las fronteras excepto cuando ocurren problemas, y desde ahí la opinión pública se modela desde la diada Frontera/Conflicto. El mundo de las fronteras es también otro, de cooperación y mutuos beneficios. Es el mundo que conocen muy bien los alcaldes de Arica y Tacna, quienes, en medio de los ruidos de sables de Kast y Jeri, no dudaron en comunicarse y decir al mundo que las relaciones transfronterizas de Tacna y Arica no están en juego cuando Santiago y Lima coliden.
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