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Promesas rápidas, democracia lenta: la brecha que amenaza la estabilidad democrática
Si bien los niveles de adhesión ciudadana a la democracia son altos, existen riesgos de derivas autoritarias no necesariamente basadas en un rechazo a sus valores, sino en la percepción de que su funcionamiento cotidiano no garantiza el bienestar comunitario.
Los datos de la encuesta Laboratorios para la Democracia, realizada por Fundación Horizonte Ciudadano, ofrecen una mirada preocupante sobre la democracia chilena, hoy tensionada por dos dinámicas interconectadas: una base subjetiva frágil y una tensión permanente entre el ideal democrático y la exigencia de pragmatismo inmediato.
La base subjetiva de nuestra democracia es frágil en la medida en que existe un quiebre emocional entre las dimensiones personales y aquellas vinculadas a lo público. La evidencia más clara de esta dinámica es el colapso emocional que se observa al evaluar la situación política del país, donde predominan sensaciones radicales de insatisfacción como la tristeza (39%), el miedo (21%) y el asco (14%). Esta brecha dificulta el desarrollo de una cultura democrática, pues esta requiere de habilidades apoyadas en estructuras de intercambio social y no solo en aquellas que se cultivan en ámbitos privados e individuales.
En el espacio asociado a la ejecución de políticas públicas, los datos muestran un predominio del pragmatismo inmediatista. Aunque existe un respaldo cultural sólido al principio democrático (70%), la necesidad de eficacia y resultados rápidos domina al momento de evaluar el desempeño del sistema, cuyas percepciones tienden a ser negativas (50%). Ello, sumado a que la mayoría de los entrevistados entiende la democracia como un régimen que debe asegurar derechos sociales (31%), intensifica la percepción de déficit democrático.
La conclusión general derivada de los datos es que la democracia chilena opera hoy bajo un tenso paradigma de alta demanda, baja intensidad cívica y elevadas expectativas de resultados. En este escenario, el compromiso con el ideal democrático parece estar colisionando con la urgencia por soluciones prácticas que, en última instancia, se espera sean provistas por los líderes, reforzando la centralidad de la acción de las autoridades sobre la participación colectiva.
Si bien los niveles de adhesión ciudadana a la democracia son altos, existen riesgos de derivas autoritarias no necesariamente basadas en un rechazo a sus valores, sino en la percepción de que su funcionamiento cotidiano no garantiza el bienestar comunitario. En este contexto, la oferta desmedida de soluciones guiadas por el pragmatismo inmediato —especialmente en períodos electorales— genera un circuito de tensiones donde las expectativas sobre las autoridades se vuelven excesivas.
El inevitable incumplimiento de dichas expectativas, propio del tempo pausado de los diseños democráticos, podría derivar en crisis de expectativas y abrir paso a condiciones protoautoritarias, en la medida en que algunos liderazgos se vean tentados a buscar soluciones al margen de los procesos institucionales para cumplir con las encendidas promesas realizadas en campaña.
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