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El Mostrador
Una tregua para el océano: la veda que resguarda ballenas, pingüinos y tortugas
Subpesca extendió por 30 años la veda que protege a cerca de 70 especies marinas, prohibiendo su caza, extracción y comercialización. La medida busca permitir su recuperación, considerando ciclos de vida largos y reproducción lenta. “El maritorio chileno estará libre del uso comercial”.
En las aguas que bordean Chile –desde el norte desértico hasta los fiordos del sur– se mueve una vida frágil que sostiene el pulso del océano. Pingüinos, tortugas, ballenas, delfines y lobos marinos no son solo imágenes de postal: son piezas esenciales de un entramado vivo que mantiene en equilibrio los ecosistemas marinos. Afortunadamente así lo entendió la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura (Subpesca), que decidió extender por 30 años la veda que protege a cerca de 70 especies. Una pausa larga y necesaria para que la naturaleza pueda respirar y regenerarse.
La medida, vigente desde 1995 y ahora renovada, significa que durante tres décadas estará prohibido cazar, extraer o comercializar estas especies. Para el médico veterinario y doctor en Medicina de la Conservación Cayetano Espinosa, esto implica algo profundo: “El maritorio chileno estará libre del uso comercial de esas especies”. Parece obvio que no se puedan cazar estas especies. Pero no, se necesita extender la prohibición para reconocer que hay formas de vida cuyo valor no se mide en toneladas ni en dinero, sino en su aporte irremplazable al tejido del océano.
- El plazo no es arbitrario. Muchas de estas especies –sobre todo los mamíferos marinos– viven décadas y se reproducen lentamente. Sus poblaciones no se recuperan en ciclos cortos. Por eso, como explica Espinosa, una veda de largo aliento permite observar, comprender y cuidar de acuerdo con sus ritmos naturales, sin someterlas a la presión constante de evaluaciones anuales que no dialogan con su biología.
Protegerlas es también proteger al mar en su conjunto. Tortugas, ballenas y pingüinos ayudan a regular las cadenas alimentarias y los flujos de nutrientes. Cuando ellos faltan, todo se desordena: desde los peces hasta los ecosistemas que sostienen a comunidades humanas. Cuidarlos es una forma de asegurar que el océano siga siendo fértil, diverso y generoso.
Pero la veda, por sí sola, no es un escudo absoluto. Las redes de pesca que atrapan sin discriminar, la contaminación que viaja con las corrientes, el ruido que desorienta y un océano cada vez más cálido y ácido por el cambio climático siguen amenazando a estas especies. Cada año, cientos de aves, delfines y tortugas mueren enmallados, recordándonos que la protección legal debe ir de la mano con cambios reales en nuestras prácticas de desarrollo.
Por eso, la renovación de la veda es también una invitación: a educar, sensibilizar y actuar. Iniciativas como el plan de recuperación del delfín chileno, una especie única de nuestras aguas, muestran que cuando el Estado, la ciencia y la ciudadanía trabajan juntos, es posible abrir un camino de esperanza. En tiempos de crisis ambiental, cuidar a estas criaturas no es solo un deber ecológico: es un gesto de respeto hacia el océano que nos sostiene.
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