
Pedro Chavarría, el chef chileno que está redefiniendo la alta cocina desde DeMo Magnolia
DeMo —cuyo nombre remite a la idea de “democratizar la cocina”— nació en Franklin como una declaración de principios de acercar la gastronomía a públicos diversos, sin barreras ni prejuicios. Hoy, en su versión más sofisticada en DeMo Magnolia, esa filosofía sigue intacta, rescatando sabores.
En una escena gastronómica chilena cada vez más inquieta y creativa, Pedro Chavarría está dando que hablar. Con apenas unos años en el radar de los foodies, pero con ya 15 años de esfuerzo y trabajo, este chef chileno ha logrado posicionarse como una de las figuras más interesantes de la cocina contemporánea local. Su sello es honestidad en el plato, respeto por el producto y una narrativa culinaria que se aleja de los adornos para concentrarse en lo esencial.
La historia de Pedro se entrelaza con la evolución de su proyecto DeMo, que nació como una propuesta audaz en el corazón del persa Biobío. Allí, en medio del bullicio del Barrio Franklin, Chavarría comenzó a dibujar su mapa gastronómico con un menú dinámico basado en ingredientes frescos y de temporada. El resultado fue una cocina audaz, de raíces locales pero con mirada global, que supo encontrar poesía en lo cotidiano y transformar lo simple en extraordinario.
“Franklin fue mi laboratorio, mi escuela y mi forma más visceral de expresarme. Era cocina directa, callejera, con identidad”, reconoce. Allí forjó un espacio creativo que le permitió explorar sabores, probar límites y dar forma a una propuesta que no buscaba validaciones, pero que pronto empezó a recibirlas.
Pero el verdadero punto de inflexión llegó con la apertura de DeMo Magnolia, en el hotel de ese nombre en pleno casco histórico de Santiago. En este nuevo escenario, Pedro llevó su propuesta a otro nivel, con un menú de degustación de 9 a 11 tiempos que se convierte en un viaje sensorial y emocional. Con solo una docena de comensales por noche, cada servicio es una experiencia íntima y cada plato equilibra técnica, sabor y belleza.
“Magnolia me exigió refinar el lenguaje sin perder la voz propia. No son mundos opuestos, son expresiones distintas de una misma búsqueda. Además, Magnolia tiene un componente muy particular: cocinamos en diálogo con una ciudad antigua, viva, compleja. La propuesta es más contenida, pero igualmente provocadora”, detalla.
La cocina de Pedro se define por una narrativa clara y honesta. Trabaja con productos nacionales —del mar, la cordillera, la huerta—, integrando referencias globales que enriquecen sin desdibujar lo local. Cada plato es memoria, pero también riesgo, donde juega y se atreve con influencias extranjeras si eso le da la oportunidad de contar historias a través del sabor.
“Mi cocina es emocional, tiene memoria y también mucho instinto. Me inspiro en lo que ofrece el territorio, especialmente en Santiago, donde confluyen productos de todo el país. Pero no me limito a una sola tradición: me interesa la mezcla, lo transversal, lo que pasa cuando un sabor local dialoga con una técnica lejana o una referencia inesperada”, afirma.
Reconocido en 50 Best Discovery, premiado como Chef del Año por Revista Wikén y destacado como Best Chef Awards, Chavarría hoy está viviendo un momento clave en su carrera, de expansión, intercambio e influencia, tanto en Chile como en el extranjero. Invitado recurrente a cocinar en otros países, comparte los fogones con chefs como Mitsuharu “Micha” Tsumura -recientemente elegido numero uno del mundo- o Rodolfo Guzmán, el numero uno de Chile.
Su cocina, sin embargo, no ha perdido su centro, y sigue siendo fiel a su estilo. “Uno siempre cocina desde un lugar íntimo, sin esperar validaciones externas, pero cuando el trabajo empieza a resonar fuera de tu cocina, te obliga a parar, mirar y agradecer. Los reconocimientos no cambian mi esencia, pero sí abren puertas, te empujan a estar a la altura”, reconoce Chavarría.
Hoy, está concentrado en consolidar su propuesta en Magnolia, sin perder de vista su inquietud creativa. Su ambición no es construir imperios gastronómicos, sino espacios que dialoguen con el arte, la ciudad y la comunidad.
“Me gustaría desarrollar espacios que crucen la gastronomía con lo artístico y lo comunitario, formar a nuevas generaciones de cocineros y, sobre todo, mantenerme disponible para proyectos que me desafíen”, sostiene.
Sobre la escena actual, Pedro observa con entusiasmo el crecimiento de una identidad culinaria más honesta y territorial en Chile, pero también cree que aún falta más colaboración.
“Cada vez más cocineros están dejando de mirar hacia afuera y se están atreviendo a construir desde lo propio. Pero aún falta madurez como escena. No hay suficiente colaboración entre cocineros, ni espacios compartidos que permitan crecer juntos. Solo así podremos hablar de una gastronomía chilena sólida y sostenida en el tiempo”.
En medio de una generación de cocineros chilenos que está revolucionando la escena gastronómica nacional, su enfoque conceptual y coherente ha sido aplaudido por críticos internacionales.
“Más que sentirme parte de una generación, me siento comprometido con una forma de hacer cocina que es honesta, sensible y conectada con nuestro entorno”, afirma el chef.
“Si eso me posiciona como parte de una nueva camada de talentos, lo agradezco con humildad. Pero creo que el verdadero talento está en mantener la curiosidad, la ética del trabajo y la capacidad de seguir aprendiendo siempre”, asegura.
Porque Pedro Chavarría representa una forma de entender la cocina como un acto de constante búsqueda. Desde las calles de Franklin con DeMo hasta DeMo Magnolia no solo ha elevado el estándar de lo que se entiende por fine dining en Chile, sino que también ha demostrado que es posible hacer una alta cocina democrática, sin perder sofisticación ni profundidad, en un espacio de reflexión, de exploración y de conexión.