Opinión
www.freepik.es
El futuro del vino está en la Tierra: la agricultura orgánica es una inversión y no un eslogan
En un mundo que enfrenta una crisis climática sin precedentes, la agricultura se encuentra en una encrucijada. Durante décadas, el modelo convencional nos prometió eficiencia a través de la intervención química, pero hoy vemos las consecuencias: suelos empobrecidos, pérdida de biodiversidad y una creciente vulnerabilidad ante sequías e imprevistos. En Emiliana, hace más de 25 años, decidimos tomar un camino diferente, uno que nos llevaba de vuelta al origen: a entender el campo como un organismo vivo. Comprendimos que la agricultura orgánica no era una tendencia, sino una necesidad vital.
Es un error común reducir la agricultura orgánica a la simple ausencia de pesticidas o herbicidas sintéticos. Esa es solo la superficie. El verdadero corazón de este modelo es la salud del suelo. Un suelo vivo, rico en microorganismos y materia orgánica, es un suelo fértil y resiliente. Es una esponja que retiene mejor el agua –un recurso cada vez más escaso–, nutre las plantas de forma natural y las fortalece contra plagas y enfermedades.
Cuando caminamos por nuestros viñedos, vemos mucho más que hileras de parras, vemos un ecosistema vibrante con abejas polinizando, aves controlando insectos y una cubierta vegetal que protege el suelo de la erosión. Esta biodiversidad es nuestro principal aliado. Nos ha permitido transitar hacia un modelo regenerativo, donde no solo conservamos los recursos, sino que activamente recuperamos la vida del suelo, capturamos carbono y mejoramos la salud integral del entorno. Este es el pilar de la resiliencia a largo plazo; un seguro de vida para la viticultura del futuro.
Y, ¿cómo se traduce todo esto en la copa de vino? Un viñedo orgánico y regenerativo expresa su origen con una pureza y una autenticidad únicas. Las uvas que crecen en un suelo sano y equilibrado desarrollan un carácter que refleja fielmente su terroir. No es magia, es la consecuencia lógica de un trabajo respetuoso con la naturaleza. La calidad excepcional de nuestros vinos no es a pesar de ser orgánicos; es precisamente porque lo son. Es el sabor de una tierra viva.
El desafío del cambio climático nos obliga a repensar cómo producimos nuestros alimentos y, por supuesto, nuestros vinos. La agricultura orgánica y regenerativa ya no es una opción de nicho, sino una hoja de ruta estratégica para toda la industria. Es una inversión en la salud de nuestro planeta, en la calidad de nuestros productos y en la sostenibilidad de nuestro negocio para las generaciones venideras. El futuro del vino no está en la tecnología que enmascara, sino en la biología que nutre.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.