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«Los Agustines»: El libro que revela el poder de los Edwards en las sombras

«Los Agustines»: El libro que revela el poder de los Edwards en las sombras

La investigación Nancy Guzmán indaga en los orígenes de esta familia, que se enriqueció mediante la usura. Para la autora, algo que comparten todos los Edwards, desde el marinero que llegó al dueño actual del Mercurio, es la búsqueda de poder. Construyeron su fortuna “sin mucho mérito y con mucho sufrimiento de los débiles, pero a eso se sumó que la conspiración permanente para imponer sus intereses era fundamental, y en eso los Edwards habían sido maestros”.


Los Agustines. El clan Edwards y la conspiración permanente” (Editorial Ceibo), es el más reciente libro de la periodista Nancy Guzmán, en el texto la autora realiza una revisión histórica de uno de los clanes más poderosos de Chile, y entrega antecedentes que permiten explicar el auge y la decadencia de su fortuna y su influencia en el ámbito político, social y económico del país.

 Usura e intrigas

La llegada de George Edwards Brown a Chile, en 1804, es el primer hito que marca esta historia “de poder en las sombras”, como lo define la autora. Y agrega que “la narración cronológica va develando el origen espurio de la fortuna, basada principalmente en la usura, en las intrigas que llevaron al país a la Guerra del Pacífico y a más de un siglo de desencuentros con Bolivia y a el saqueo de la herencia de Federico Santa María, que sirvió para alimentar los lujos y sostener el poder financiero de los dueños de esta familia”.

El libro también se adentra en la fórmula que usaron para apoderarse del periódico más prestigioso de la época, El Mercurio de Valparaíso -fundado por José Santos Tornero-, tanto por su carácter liberal, como por sus páginas dedicadas a la cultura universal.

No solo protagonizaron las intrigas de poder en Chile, también Agustín III (Edwards Mc Clure) participó activamente en la Sociedad de Naciones contra la Republica Española y en favor de los golpistas de Franco durante la Guerra Civil española, siendo su actuación fundamental en el triunfo del bando fascista de Francisco Franco.

Una saga de cinco generaciones, protagonizada por sucesivos hombres bautizados con el nombre de Agustín, que derivó en la complicidad determinante para el golpe cívico militar de 1973, en el que “Agustín V” -Edwards Eastman- jugó un papel primordial, lo cual transformaría a Chile en un laboratorio que experimentaría con sus ciudadanos: la resistencia al terror modelador de percepciones y una sociedad adaptada a la vulneración de derechos, sin respuesta a las arbitrariedades, dispuesta a obedecer irreflexivamente los mensajes del poder, sumándose a la puesta en marcha del sistema neoliberal.

La obra avanza hasta los momentos de la historia reciente, entregando datos sobre la activa participación de Agustín Edwards en el derrocamiento de Salvador Allende y la complicidad en las violaciones a los derechos humanos en cinco casos emblemáticos: el secuestro desde la Penitenciaría por la DINA del ingeniero David Silberman, Operación Colombo, que pretendía encubrir el asesinato de un centenar de militantes de la resistencia; el asesinato de la comunista Marta Ugarte, presentado como un crimen pasional, el asesinato del ex canciller Orlando Letelier en Washington, y las torturas en contra de estudiantes detenidos en el Parque O’Higgins en la visita papal.

Finalmente, se relata la relación con la transición a la democracia, gracias al salvataje que hizo de sus deudas el Banco del Estado y la Corte Suprema, y el fortalecimiento en la escena pública en relación con el secuestro de Cristián Edwards y la creación de Paz Ciudadana, que selló la alianza con la Concertación por la Democracia. Una historia de un clan cuya conspiración permanente sigue operando hasta nuestros días.

El vil dinero

¿Qué impulsó a Guzmán a escribir este libro? “Estábamos pensando con Ceibo hacer una saga sobre la relación que existe entre el dinero o como dice Shakesperare, la ‘vil ramera de los hombres, que enloquece a los pueblos’ y el poder en la historia de Chile”, responde la periodista.

“En esa búsqueda encontramos una familia que hizo del dinero un medio para instalarse en el poder, los Edwards”, explica. “Ellos han dominado la historia política, económica y social desde el siglo XIX hasta nuestros días, a pesar que su fortuna se desvaneció en lujos y excentricidades en la segunda mitad del siglo XX, se mantienen como un poder en las sombras”.

Para la autora, el primer objetivo era saber documentadamente si las fortunas eran producto de la meritocracia “o simplemente se forjaban con la sangre y sudor de los más débiles”.

“La respuesta fue que se construían sin mucho mérito y con mucho sufrimiento de los débiles, pero a eso se sumó que la conspiración permanente para imponer sus intereses era fundamental, y en eso los Edwards habían sido maestros”, admite.

Guzmán apunta a que el forjador de la fortuna, Agustín Edwards Ossandón, no terminó la educación primaria, y que su fortuna la hizo basada en la usura y la explotación. En sus palabras, sus sucesores no destacaron por sus estudios o esfuerzos, incluso Agustín Edwards Eastman jamás terminó una profesión.

Para la periodista, si bien se había escrito mucho sobre ellos en este último tiempo y desnudado muchas facetas, “poco se profundizaba en algunos episodios que marcaron al país, como la  conspiración para llevar al país a una guerra con el fin de acrecentar su poder económico, o la participación de un Edwards en la Sociedad de Naciones para impedir que la República Española recibiera ayuda, lo que significó el triunfo del fascismo en España y muchas otras conspiraciones que van a marcar la historia del país”.

“El título nace de esa certeza, los Edwards, una dinastía tutelada por los Agustines, construye ese poder para conseguir todo lo que desean más allá de sus necesidades naturales y vitales”, asegura.

Entre los episodios más destacados, Guzmán nombra la conspiración contra el presidente Manuel Balmaceda y la activa y manifiesta acción desestabilizadora realizada desde las páginas de El Mercurio, algo que se repetiría tras la elección de Salvador Allende.

También las acciones que realizó Agustín Edwards Ross para  apoderarse de las riquezas mineras en territorio boliviano, “desatando una guerra”. Sin olvidar la participación de Edwards Mc Clure en la Guerra Civil española, las acciones de Edwards Budge para introducir el capitalismo neoliberal con la Misión Klein–Saks, así como “la activa participación como encubridor de Edwards Eastman en las violaciones a los derechos humanos a través de El Mercurio y muchas otras”.

La búsqueda de poder

Para Guzmán, algo que comparten todos los Edwards, desde el marinero que llegó al dueño actual del Mercurio, es la búsqueda de poder.

Eso impregna “desde el primer Edwards -George Edwards Bronw-, un simple barbero de un barco de contrabando, sin patente de corso, donde viajaban los hombres que tenían muy poco que perder, que se allega a una familia de la oligarquía a través de una joven casadera, Isabel Ossandón Iribarren, para instalarse en un mundo de privilegios, poder político y económico”, hasta Agustín Edwards Eastman, “que se instala en El Mercurio para influir en su clase social y torcer la voluntad ciudadana”.

Asimismo, explica que su ascenso social es similar al de otras familias que han construido fortunas “sobre la miseria de otros y han querido influir para mantener sus privilegios”.

“La filantropía impulsada por Juana Ross Edwards les abrió las puertas a la decadente oligarquía de fines del siglo XIX, luego El Mercurio les dio prestancia y un halo de distinción, instalándolos como familia de fina estirpe, aunque, de acuerdo a publicaciones de la época de Agustín II (Edwards Ross) aún eran personas toscas, con poco refinamiento”, agrega.

Campaña del terror

En su libro, Guzmán también explica su relación histórica con el poder político, también con la Concertación y la Nueva Mayoría tras el retorno de la democracia.

“Los Edwards han tenido siempre una clara posición política en la escena nacional, ubicándose en la derecha y en línea con los centros de poder en la región”, afirma Guzmán. “Apoyaron a todos los gobiernos conservadores y desde El Mercurio digitaron las políticas”.

Por eso mismo, en los 60, ante la inminencia de un gobierno socialista, Edwards inició una campaña del terror pagada por la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA), instando a las Fuerzas Armadas a tomarse los cuarteles, y al no tener éxito, manejó los hilos de la conspiración desde los Estados Unidos para desestabilizar al gobierno.

Añade que el golpe de Estado significó que todos sus empleados, incluidos sus economistas neoliberales, llegaran a puestos claves en la dictadura y se transformaran en los gestores del nuevo modelo económico que la Concertación administra.

En los 90

Ya en los 90, para Guzmán los lazos entre la Concertación y Edwards se dan de manera fluida a través de sus diarios, especialmente El Mercurio, donde se pondera y entrevista a los políticos que considera “serios” y se ignora o critica a quienes considera “molestos”.

“’El Mercurio’ aduló hasta el aburrimiento a (el socialista Camilo) Escalona y este se lo creyó todo, a tal punto, que pasó a ser un dócil propagador de ideas conservadoras”, resalta.

Añade que otro de los lazos férreos con la Concertación es la Fundación Paz Ciudadana, donde participan como asesores directos el DC René Cortázar y el PPD José Joaquín Brunner. Y que en el Consejo Consultivo se encuentran el lobista socialista Enrique Correa, la abogada PPD Pilar Armanet, el empresario socialista Oscar Guillermo Garretón, el abogado PPD Germán Molina, la académica DC Mónica Jiménez de la Jara y el abogado Agustín Squella, todos ex ministros de Estado con excepción de éste último.

Además, “Sergio Bitar ha sido secretario desde su fundación, además están Edmundo Pérez Yoma, Soledad Alvear y Eugenio Tironi”, todos ellos ex altos cargos de la Concertación. “Es evidente que este grupo de influyentes personajes actúa como lobistas de las políticas de seguridad ciudadana, permitiendo la implantación de un concepto criminológico del Estado, orientado más a la noción de orden que de solución de los problemas sociales que conducen a un sector de la población al delito”.

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