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La literatura como espectáculo

Sergio Ramírez
Por : Sergio Ramírez Escritor y ex vicepresidente de Nicaragua.
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La clave está en que el público se sienta atraído hacia conversaciones informales, lejos del formato de conferencias soporíferas, y que en esas conversaciones se toquen temas que demuestran que en los libros de invención no se habla de otras cosa sino de la vida; que las vidas se parecen unas a otras, y que el lector se hallará siempre frente a un espejo en el que puede ver reflejada la suya propia.


A lo largo de cinco años la experiencia de Centroamérica Cuenta ha sido la de plantar una semilla y ver cómo da sus frutos. Empezamos en 2013 con un puñado de escritores centroamericanos y algunos de Francia y Alemania, en salones pequeños, con un público escaso pero curioso desde el principio, y recuerdo que mandábamos a comprar a la esquina las botellas de agua para los participantes de las mesas.

La gran pregunta desde entonces fue: ¿en un país pequeño, se puede convertir en atractivo para el público oír hablar de literatura, de creación literaria, de métodos de escritura, de temas para escribir, de las preocupaciones de los escritores, de las relaciones de la literatura con la realidad y con la sociedad? ¿Pueden esos asuntos salir del ámbito de una minoría selecta y trascender a un público amplio?

De manera creciente, una convocatoria tras otra, hemos venido probando que sí, y derrotando al mismo tiempo el pesimismo, que se vuelve prejuicio, de que en Nicaragua la gente no lee ni se ocupa por los libros, y considera la literatura algo ajeno y etéreo, lejano a las preocupaciones de la vida diaria.

Por eso es que esta vez no podía ver sino con una especie de arrobo cómo, en los intermedios de las mesas de conversación literaria, los asistentes se arremolinaban alrededor de los puestos de venta de los libros de los escritores invitados. El paso trascendental de espectador a lector. No es que en cinco años hayamos logrado convertir a todos en lectores, pero hemos ido abriendo puertas.

Hacemos cada año una apuesta, y todas las apuestas tienen riesgos; pero cada vez trabajamos con más certezas, la primera de ellas que hemos ido conquistando cada vez más público. La conversación como gancho para que, si alguien no ha leído el libro de que se está hablando en la mesa, le den ganas de leerlo y salga a buscarlo. Centroamérica Cuenta al fin y al cabo lo que se propone es desatar una cacería de lectores.

Para convertir la literatura es espectáculo la clave está en que el público se sienta atraído hacia conversaciones informales, lejos del formato de conferencias soporíferas, y que en esas conversaciones se toquen temas que demuestran que en los libros de invención no se habla de otras cosa sino de la vida; que las vidas se parecen unas a otras, y que el lector se hallará siempre frente a un espejo en el que puede ver reflejada la suya propia.

Una madre que es novelista, Piedad Bonnett, escribe un libro sobre el suicidio de su hijo, yendo al fondo del dolor de su propia experiencia. Otro, Renato Cisneros, relata en una novela lo que significó para él haber sido hijo de un general represivo del ejército peruano.

La propia vida se hace carne en la literatura, que al fin y al cabo tiene que ver con la intimidad, y también con el entorno: la música, en el diálogo entre el cantautor Hernaldo Zúñiga, el cronista Alberto Salcedo Ramos y el novelista Pablo Montoya; el futbol, del que ha hablado Manuel Jabois; el barrio donde vivimos nuestra infancia, y en ese escenario entró Sandra Cisneros; la crónica como arte literario, y allí estuvo Leila Guerriero. El cine. Varios de los escritores invitados, entre ellos Leonardo Padura, Alonso Cueto y Rodrigo Rey Rosa, han hablado de sus novelas convertidas en películas, y le hemos mostrado al público esas películas.

Y el espectáculo depende también de quienes se sientan a las mesas de conversación literaria. Son escritores de peso, premiados, celebrados por la crítica, y por los lectores en todas partes del mundo. Traemos a los mejores, no sólo porque tienen cartel, sino porque, como buenos escritores, saben conversar con agudeza y con humor, que son parte del encanto de una buena plática entre amigos. Y el público debe sentirse parte de la tertulia.

Una semana entera donde hubo 30 mesas de conversación literaria, y por primera vez nos atrevimos a programarlas de manera simultánea, al lado de presentaciones de libros y proyecciones de películas, mientras, con participantes previamente seleccionados, se desarrollaban los talleres de formación y un festival de literatura infantil.

En todas partes tuvimos público abundante, curioso, ansioso, interesado. Estamos consiguiendo lo que nos propusimos desde el principio: convertir a la literatura en un espectáculo, y hacer que los lectores se multipliquen.

La cultura es precisamente eso, multiplicar.

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