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Nazaret Castro: «Entender el consumo como acto político nos permite tomar conciencia de las consecuencias no deseadas de nuestras acciones» Sustentabilidad

Nazaret Castro: «Entender el consumo como acto político nos permite tomar conciencia de las consecuencias no deseadas de nuestras acciones»

La periodista española se ha dedicado a investigaciones sobre el consumo responsable y sustentable. «muchas veces sabemos que las cosas deben cambiar y no sabemos por dónde comenzar; pues bien, el consumo puede ser una entrada para entender, al mismo tiempo, la complejidad de los problemas que enfrentamos y la posibilidad de interferir en la realidad modificando nuestros actos de consumo», dijo a El Mostrador.


Nazaret Castro nació en España aunque ha sido una ciudadana en distintas partes del mundo, incluyendo Latinoamérica. Dedicada al periodismo independiente que investiga el origen de los productos de consumo masivo, esta doctora en Ciencias Sociales y máster en Economía Social, ha colaborado para medios como Le Monde Diplomatique, Clarín, Fronterad o Números Rojos.

Tiene además el blog personal «Entre la samba y el tango» y es cofundadora de Carro de Combate, donde se han desarrollado importantes investigaciones con respecto a los impactos sociales y ambientales del aceite de palma y el ázucar. Para su investigación se trasladaron a los países productores para investigar en terreno «cómo afectan esos monocultivos a las comunidades campesinas, afrodescendientes y campesinas locales».

Este trabajo ha dado como resultado tres libros: Amarga Dulzura (2013, autoedición), Carro de Combate. Consumir es un acto político (Clave Intelectual, 2014) y Uno de dos. El aceite de palma en tu vida diaria (2017, autoedición). «En nuestras investigaciones tratamos siempre también de sugerir alternativas más justas para los consumidores que quieren accionar desde su cotidianeidad, afirma.

Nazaret estuvo en Chile tras la invitación realizada por la Asociación de Consumidores Sustentables (AdC Circular) para ser formadora internacional en la Academia Circular, que busca crear agentes de cambio y ampliar la comunidad de consumidores informados, responsables y sustentables y que se desarrolló entre el 6 y 11 de noviembre.

-¿Cómo surgió la idea de crear el colectivo Carro de Combate?
-Hace siete año, Laura Villadiego vivía en Camboya (hoy está en Tailandia) y yo, en Brasil (hoy vivo en Argentina), y nos dimos cuenta de que estábamos escribiendo sobre temas parecidos que tenían que ver con el trabajo en condiciones de esclavitud en los cañaverales y los talleres textiles. Decidimos unir fuerzas y publicar esas investigaciones en un blog y después nos dimos cuenta de que había un enfoque más interesante: entender que detrás de nuestros actos de consumo existe toda una cadena de impactos socioambientales que se manifiestan en cada fase del ciclo de vida de un producto: extracción, producción, distribución, consumo y desechos.

-¿Qué es lo que se entiende por “consumir como un acto político”?
-Se trata de tomar conciencia de que, lo queramos o no, cuando compramos un vestido de Zara, por poner un ejemplo, estamos contribuyendo a financiar una empresa que sistemáticamente paga salarios de miseria en países como Bangladesh; que cuando consumimos productos de Nestlé con aceite de palma, eso está relacionado con la deforestación de Malasia; etcétera. Y ojo, que cito marcas por dar ejemplos conocidos, pero no se trata de que haya unas pocas marcas como esas que hacen mal las cosas, sino que se trata de algo estructural, sistémico: todas las grandes empresas del textil se proveen de prendas realizadas con trabajo esclavo, por seguir con ese ejemplo. Entonces, entender el consumo como acto político nos permite tomar conciencia de las consecuencias no deseadas de nuestras acciones, y a partir de ahí, buscar alternativas más justas – por ejemplo, comprar en ferias directamente a los productores – pero también entender que para frenar esas estructuras sistémicas, debemos organizarnos para demandar a nuestros gobernantes que exijan a las empresas que respeten los derechos humanos y no destruyan los ecosistemas.

-¿Qué es lo que buscan generar con esta página?
-Nosotras decimos que, si el consumo es un acto político, la primera batalla es la información. Creemos que, en muchos casos, si las personas conocen los impactos asociados a sus gestos cotidianos de consumo, se animarán a buscar alternativas más justas y sostenibles. También pretendemos crear conciencia de la complejidad de los problemas que enfrentamos: hay herramientas, como el boicot a ciertas marcas o productos, que pueden ser útiles, pero que no bastan. Un ejemplo: no ganamos nada si las empresas de la industria agroalimentaria, por la presión de los consumidores, dejan de utilizar aceite de palma y la sustituyen por derivados de la soja, un monocultivo igualmente dañino. La solución es mucho más compleja y pasaría por desandar el camino que nos ha llevado a consumir alimentos ultraprocesados muy lucrativos para las grandes empresas y muy dañinos para nuestra salud.

-¿A quién está dirigida la página?
-A cualquier lector que esté interesado en saber más sobre cómo funciona la economía global y cómo sus actos de consumo intervienen en ese engranaje. Nuestras investigaciones dialogan con la academia, y de hecho hemos colaborado con proyectos como el Atlas de Justicia Ambiental que se impulsa desde la Universidad Autónoma de Barcelona. Pero, como periodistas que somos, la finalidad es que nuestras investigaciones puedan llegar a un público lo más amplio posible.

-¿Tienen una retroalimentación de las personas con sus publicaciones?
-Sí. Nuestro mecenas -así llamamos a las personas que contribuyen económicamente con nuestro proyecto y nos ayudan a sostenerlo- suelen escribirnos mails en los que nos hacen devoluciones muy interesantes sobre lo que escribimos, nos aportan información sobre iniciativas locales concretas, nos sugieren qué temas les gustaría que investigásemos, etcétera. Y, muchas veces, nos dan ánimos para seguir.

-¿Qué es lo más difícil a la hora de levantar un proyecto como el de Carro de Combate?
-Conseguir financiación que garantice la sostenibilidad de un proyecto como el nuestro es un enorme desafío. En estos tiempos los grandes medios de comunicación han dejado de apostar por el periodismo de investigación, que es algo que lleva mucho tiempo y requiere dinero. Pero además, Carro de Combate requiere muchas horas de trabajo en tareas de gestión como responder mails, mover las redes sociales, llevar las cuentas, etcétera. Hasta ahora, hemos logrado sostener el proyecto pero no retribuirnos por esa labor, lo que ha implicado una doble jornada de trabajo para nosotras.

-¿Cómo lo hacen para financiarse? ¿Cómo les ha ido con el último Crowdfunding?
-Únicamente recibimos donaciones de nuestros y nuestras lectores. En el último crowdfunding, que todavía está vigente, nos ha permitido conseguir una financiación que, esta vez sí, permitirá que podamos retribuir una parte de las tareas de gestión y así garantizar la sostenibilidad del proyecto. Esta campaña también iba destinada a viabilizar una agenda de consumo consciente para 2019, que ofrece consejos para ir evolucionando hacia hábitos más sostenibles.

-¿Qué esperan para el futuro de Carro de Combate?
-Si logramos la financiación necesaria en lo que nos resta de crowdfunding, en 2019 investigaremos en profundidad el monocultivo de soja, para tener la tríada de los monocultivos que de forma más contundente están impactando sobre los ecosistemas y las economías locales (caña de azúcar, palma aceitera y soja). También queremos retomar los Informes de Combate y comenzar a materializar una idea que desde hace tiempo tenemos en mente y que nos han
sugerido varios de nuestros seguidores: adaptar nuestros contenidos para que sean utilizados por los docentes en las aulas.

-¿Qué mensaje le puedes dejar a los lectores de El Mostrador respecto al consumo consciente?
-Creo que vivimos en un momento de una enorme crisis ambiental, climática, social y civilizatoria, en la que muchas veces sabemos que las cosas deben cambiar y no sabemos por dónde comenzar; pues bien, el consumo puede ser una entrada para entender, al mismo tiempo, la complejidad de los problemas que enfrentamos y la posibilidad de interferir en la realidad modificando nuestros actos de consumo. Entendiendo, además, que nos puede beneficiar: como cuando comprendemos que, como dice Michael Pollan, cocinar es también un acto político, y dejamos de darle nuestro dinero a las multinacionales del sector agroalimentario al tiempo que comenzamos a alimentarnos de una forma más saludable. Pero es interesante entender, al mismo tiempo, que no debemos culpabilizarnos ni pretender alcanzar de la noche a la mañana una coherencia absoluta. Se trata de procesos lentos y los problemas que enfrentamos no pueden resolverse únicamente a través de las acciones individuales: el consumo puede ser una forma de tomar conciencia de la necesidad de organizarnos políticamente para pensar y construir otros mundos posibles.

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