Opinión
Créditos: El Mostrador.
Ningún adulto mayor debiera estar solo en Navidad
La Navidad suele ser sinónimo de celebración, encuentro y afecto. Pero para miles de personas mayores en Chile, este período puede convertirse en el recordatorio más doloroso de la soledad. Es una época sensible, en la que como sociedad tenemos el deber ético —y profundamente humano— de hacernos cargo de quienes nos precedieron, de quienes dedicaron su vida a enseñarnos, cuidarnos y acompañarnos. No podemos olvidarlos. No podemos dejarlos solos.
Los datos recientes del Observatorio del Envejecimiento UC–Confuturo son el reflejo de una realidad que duele: la soledad afecta al 49,2% de los adultos mayores y el 56% está en alto riesgo de aislamiento social; un 30,7% vive ambos fenómenos simultáneamente. El 28% tiene solo una o dos personas cercanas en su red, lo que los deja expuestos a un aislamiento que no solo es emocional, sino también sanitario. La OMS advierte que la soledad no deseada aumenta en un 50% el riesgo de demencia, en un 30% el riesgo de infarto o enfermedades cardiovasculares y en un 25% la probabilidad de muerte prematura.
En la Fundación San Vicente de Paul, donde acogemos a más de 900 personas mayores a lo largo del país, vemos cada día las consecuencias de este abandono silencioso. Muchos de nuestros residentes llegan desde historias profundas de soledad, fragilidad familiar y falta de apoyo. En estas fiestas, más del 70% no recibe ninguna visita de familiares o personas cercanas. Podemos palpar concretamente que la soledad no es un dato estadístico: es un dolor que se encarna en personas concretas.
Por eso hoy queremos hacer un llamado urgente. En estas semanas, cuando las familias se reúnen, cuando las ciudades se iluminan y nuestras casas se llenan de rituales, recordemos a quienes nos cuidaron primero. Llamemos, visitemos, dediquemos tiempo a nuestros familiares y otras personas mayores en nuestro entorno cercano. No dejemos que la vejez se viva en aislamiento. Ese gesto, aparentemente sencillo, puede cambiar la vida de una persona mayor.
La experiencia de nuestros hogares nos enseña algo fundamental: cuidar es una forma de amar. Acompañar no solo agrega años a la vida, sino que da vida a los años. Y ese compromiso no puede recaer solo en instituciones o cuidadores; es una tarea que nos involucra a todos.
Chile envejece aceleradamente. Uno de cada tres chilenos será mayor de 60 años en 2050. El futuro del país se está escribiendo hoy, y no podemos permitir que sea uno donde la soledad se normalice como destino.
En esta Navidad y fin de año invito a cada familia, barrio y comunidad a reencontrarse con las personas mayores que están a su alrededor, a mirarlas con respeto, gratitud y cariño. A quienes puedan, también los invitamos a apoyar el trabajo que realizamos en la Fundación San Vicente de Paul, para que más personas mayores puedan envejecer acompañadas y cuidadas dignamente.
Construyamos juntos el país humano en el que todos quisiéramos vivir y envejecer.
Ningún adulto mayor debiera estar solo en Navidad.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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