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Chile 2019: de la zona cero a la constituyente paritaria Yo opino Crédito: Agencia Uno

Chile 2019: de la zona cero a la constituyente paritaria

Nicol Mulsow García
Por : Nicol Mulsow García Trabajadora Social, directora ejecutiva de Fundación Honra.
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Sabíamos que algo pasaría, no sabíamos qué, ni cuando, pero se sentía en el aire. Y es que este año partió remecedor y está terminando de la misma manera. La bomba que estalló en Vicuña con Bilbao el 4 de enero, el terremoto del 19 en Coquimbo, la Luna Roja la noche del 20 y el desastre del relave minero en Brasil del día 26, fueron todas señales inequívocas que anunciaban tanto mi crisis personal como la crisis nacional y mundial que acompaña el cambio de era.

Como vecina de la Zona Cero (Plaza Dignidad / Plaza Italia), cada año que se me hacía más evidente la creciente desigualdad y descontento de la gente del pueblo chileno. Bastaba caminar por el barrio y ver el aumento de personas en situación de calle. Una tarde de invierno llegué a contar 15 durmiendo bajo el alero del edificio de Telefónica. A los pocos días construyeron una reja blanca que bloqueó el frontis, privándolas de cobijo. No tuvieron más alternativa que levantar un improvisado campamento en Parque Bustamante.

En ese mismo campamento tenía su carpa Estefanía Martínez “la Bailarina del Bella”. La mujer asesinada, quemada y puesta dentro de una maleta en mayo pasado fue el femicidio 24 del año. Mientras, en casa, mi gatito agonizaba. Mi cabeza y corazón explotaban: ¿Cómo podemos cuidar tanto a una mascota, y a la vez, dejar a personas desamparadas a merced de encontrar la peor de las muertes? Estuve días sumida en estas dolorosas reflexiones, en tanto el país se preparaba para el eclipse total de sol del 2 de julio, el gran evento astronómico de la década.

Es sabido que los eclipses marcan etapas de cambios profundos, pero nunca imaginé el inesperado vuelco que traería a mi vida. A fines de julio mi madre enfermó grave. Un resfrío mal cuidado la llevó agonizando a la UCI donde le detectaron una leucemia que incluso ella ignoraba, y que le costó la vida a fines de agosto. No voy a relatar acá cómo fue ese mes en la clínica, sólo diré que viví en carne propia los abusos de la mercantilista salud privada, que lucra con la enfermedad de las personas y el sufrimiento familiar. Prácticas abusivas que dejan familias completas en la ruina por una enfermedad catastrófica. En el otro Chile, un adulto mayor fallecía en la sala de espera del hospital de público de Antofagasta tras 3 horas sin atención. Nunca supe su nombre.

A días de la partida de mi madre, llegó a mi casa una estudiante de intercambio. Cuando me comentó sus impresiones sobre la ciudad, respecto a lo segura que se sentía y a lo estable de nuestra economía, recuerdo haberle dicho: “Esto que ves es una frágil cáscara, nuestra economía y política interna está complicada, hay mucha pobreza encubierta, trabajos precarios y desigualdad, la verdad es que Chile es una bomba de tiempo”. Hoy, a la luz de los acontecimientos, me doy cuenta de lo profético de mis palabras.

Luego de un dieciocho austero de obligada catarsis y duelo familiar, me propuse retomar mi trabajo. Y cuando todo parecía estabilizarse en mi vida, sucedió lo impensable. El 18 de octubre, tras 5 días de evasiones masivas en el Metro, organizadas por estudiantes secundarios en rechazo al alza de 30 pesos en el pasaje, estalló la revolución social más cruda que haya tenido nuestro país desde el regreso a la democracia.

Ese viernes sentí mucha confusión. El sábado Santiago amaneció cortado y destruido. Valparaíso, Concepción, Talca y Viña del Mar se sumaban a las protestas. De un momento a otro estábamos en estado de sitio y toque de queda. Mi mente viajó a mi niñez en los 80 y sentí miedo. El domingo, cuando recibí el primer caso de una mujer muerta en extrañas circunstancias en medio de las revueltas, salí de mi estupor y me puse manos a la obra. Como especialista en violencias ese día caí en cuenta de 3 cosas:

1. Que la crisis recién comenzaba y si las autoridades no actuaban con celeridad la violencia escalaría.

2. Que la violencia contra las mujeres aumenta en los países en crisis por lo que nuestro trabajo en la fundación se triplicaría.

3. Que esta crisis no solo ponía en peligro nuestra democracia, sino que debilitaba la imagen de Chile frente a la presidencia de la APEC y la COP25 lo cual era altamente perjudicial tanto para la economía como para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, por ende, el planeta entero estaba en crisis.

[cita tipo=»destaque»] ¿Cómo podemos cuidar tanto a una mascota, y a la vez, dejar a personas desamparadas a merced de encontrar la peor de las muertes?[/cita]

Rápidamente comencé a movilizarme. Ese mismo domingo le propuse a mis vecinos(as) reunirnos para enfrentar la crisis, lo que derivó en una singular y espontánea organización barrial que se ha multiplicado en todos los vecindarios de la Zona Cero, con cabildos y eventos colaborativos que han servido tanto para conocernos y encontrarnos, como para protegernos, pedir ayuda municipal y exigir soluciones. Como el movimiento No Más Lacrimógenas, nacido de los mismos(as) vecinos(as) que hemos respirado de forma obligatoria y sin descanso gases tóxicos durante más de 70 días.

También me movilicé en las asambleas de la Comunidad de Organizaciones Solidarias y del #NuevoPactoSocial conformado por más de 600 organizaciones de la sociedad civil. En la primera asamblea planteé con vehemencia la urgencia de reunirnos con el gobierno y proponerles llamar a un plebiscito para una Asamblea Constituyente y ponernos a disposición para lo que fuera necesario. En mi cabeza esa era la única alternativa que resonaba plausible para frenar la escalada de violencia. Pero no hubo quorum.

Y es que por primera vez en la historia nos reuníamos tantas ONGs con el propósito de articularnos y, si bien es cierto el proceso ha sido enriquecedor, no ha sido fácil. Tuve que reponerme de la frustración cuando, a casi un mes del estallido, recién se comenzaba a hablar de apoyar un proceso constituyente. Pero ya era tarde. La violencia había escalado, se violaban los Derechos Humanos, los violentistas y saqueadores hicieron del caos su modus operandi. Vimos a una policía uniformada corrupta y enajenada, envalentonada por otros violentistas capaces de justificar el abuso policial e incitar a civiles a atropellar o disparar a manifestantes. La imprudencia y falta de visión de profesionales y autoridades que dilataron la toma de decisiones en momentos clave, permitieron una escalada violentista que muestra hoy la cara de un pueblo insumiso, una fuerza policial que se manda sola y que tiene evidentes nexos con el narcotráfico, y un Ejecutivo y Legislativo de rodillas impulsando las reformas que demanda la calle.

En este escenario ciertamente no estaban dadas las condiciones para que Chile fuera sede de ningún evento internacional. La suspensión de la cumbre APEC y de la COP 25 hicieron patente la repercusión que la crisis chilena tendría en el mundo.  Y vimos con decepción los resultados del pobre liderazgo chileno en la Convención Climática, que era clave para que las naciones tomaran acuerdos y acciones para la desaceleración del cambio climático y regeneración planetaria, con miras a un 2050 que se ve poco prometedor.

La crisis chilena resultó ser la excusa perfecta para el fracaso de la COP25 que marcó un distanciamiento mundial entre la ciencia y la política económica, y que sólo beneficia a  las grandes potencias que se han negado sistemáticamente, a cumplir los acuerdos de Kioto y París, pues el sistema económico que lideran se basa en la quema de petróleo para el transporte y la actividad industrial, y cuya estrategia es instalar ideas como el negacionismo del cambio climático y la deslegitimación de la ONU, antes que tomar el camino de la reconversión energética y la conciencia planetaria.

La psico-astrología ya había anunciado que el 2019, año del Jabalí de Tierra, sería complejo, que traería división social, desempleo y crisis político-económica, y que esto marcaría el cambio de paradigma que prepararía a la humanidad para la nueva era. Entonces, cuando en Chile la violencia, los desmanes y la represión policial alcanzaba sus niveles más altos, la esperanza en ese cambio de paradigma volvió de la mano de un grupo de mujeres chilenas que lograron unir a las mujeres del mundo en una canción. El 25 de noviembre la performance de Las Tesis se hacía viral convirtiéndose en un himno que ha sido replicado por miles de mujeres en todo el orbe, casi como un acto psicomágico, reinstalando la agenda feminista en las demandas sociales y reforzando la idea de la protesta social consciente, feminista y pacífica.

Si a esto le sumamos la discusión histórica sobre la paridad de género en el próximo organismo constituyente que, producto del arduo trabajo de mujeres tanto del mundo político y de la sociedad civil, que lograron en tiempo record elevar la iniciativa al Senado, podemos aseverar que las mujeres estamos siendo determinantes en el curso futuro de nuestra nación, del mundo y de la evolución de nuestra especie.

Tengo casi 40 años, la misma edad que tiene la constitución que hoy pretendemos cambiar y jamás imaginé que viviría para ver el estallido de una revolución popular ni menos la crudeza tuerta de la rebelión policial que vivimos hoy en Chile, cuando aún no terminábamos de sanar las heridas que dejó la dictadura y que hoy parecieran recrudecer.

Sin embargo y a pesar del dolor tengo fe. Y así como el despertar del pueblo ha empujado un improbable cambio constitucional, no me queda más que confiar en que la cámara alta estará a la altura del cambio de paradigma necesario para convertirnos en una mejor sociedad, no solo incluyendo paridad, sino también asegurando la representación de pueblos originarios, de disidencias sexuales, de personas migrantes, re instaurando el voto obligatorio y que, en un gesto de humildad política, le abrirán la puerta a representantes independientes de la sociedad civil, para formar parte de la Asamblea o Comisión Constituyente, que no solo instalará un Nuevo Pacto Social, económico y político del pueblo chileno, sino que vendrá a devolver la confianza en las instituciones que la gente había perdido y que esta primavera chilena nos vino a enrostrar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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