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Maternidad y trabajo en Chile Yo opino

Maternidad y trabajo en Chile

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Mauricio Muñoz
Por : Mauricio Muñoz Sociólogo y Doctor en Ciencias Sociales Coordinador del Observatorio Laboral Universidad de O’Higgins.
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Ante la publicación de los primeros resultados del Censo 2024, se encendieron las alarmas por la disminución de la fecundidad en el país. En Chile, las mujeres entre 15 y 49 años tienen menos hijos que antes. Mirando las cifras esto es evidente. Si en el año 1992 el porcentaje de mujeres en edad fértil que declaraba tener hijos era 70,7%, en el año 2024 es 56,6%.

Mientras más jóvenes son las mujeres en el país, la caída es más pronunciada. Lo cual es una buena noticia en relación con el embarazo y la maternidad adolescente. De hecho, en el tramo etario entre 15 y 19 años, las mujeres con hijos pasaron de 14,6% en 1992 a 2% en 2024. Por su parte, lo preocupante en materia de sostenibilidad social, puede estar en la caída que anotan las mujeres entre 20 y 29 años. Hace tres décadas, el 65% de estas tenía uno o más hijos. En la actualidad, es el 32,3%. Es decir, entre 1992 y 2024 se experimentó una caída de poco más de la mitad (32,7 puntos porcentuales), impactando fuertemente en la tendencia general.

Este no es un fenómeno exclusivo de Chile. En todas las sociedades que experimentan un desarrollo acelerado, baja la tasa de natalidad. Frente a este fenómeno las explicaciones son multicausales, pudiendo estar asociadas a cuestiones “culturales” y “materiales”, las que por supuesto están interrelacionadas.

Entre las causas culturales está el resquebrajamiento de los roles de género tradicionales, la individualización de las trayectorias vitales y las crisis de instituciones como la familia tradicional, que promovía uniones matrimoniales tempranas y la reproducción abundante de descendencia, muchas veces en base a creencias religiosas que, en la actualidad, también pierden peso moral. Por otro lado, en una dimensión material, se identifican cuestiones que van desde el desarrollo de los distintos dispositivos para el control de la natalidad y su masificación, el debilitamiento de las redes de apoyo, tanto familiares como institucionales, vinculadas al cuidado de menores; y las formas de incorporación de la mujer al trabajo.

La mujer tiene una incorporación paradójica al mercado laboral, ya que, por un lado, este ingreso implica, hasta cierto punto, mayores niveles de autonomía, al mismo tiempo, significa ingresar a sectores productivos típicamente feminizados y con una amplia brecha salarial respecto de los hombres.

También hay estudios, como el publicado por el Centro de Estudios de la Mujer (CEM) el año 2000 1 , que muestran que ser mujer y madre es incompatible con las trayectorias laborales ascendentes, aunque esto depende, además, de los niveles educativos y, sobre todo, de la clase social a la que se pertenece. Pero en general, la maternidad en las mujeres trabajadoras de clase media o baja significa ponerse fuera del mercado del trabajo y la reincorporación tiene altas dificultades. Así, razonablemente, las mujeres que forman parte del mercado del trabajo evitarán el embarazo porque este representa una amenaza para su estabilidad y para su itinerario laboral, todo lo cual muchas veces coincide con su desarrollo personal.

La cuestión generacional, por supuesto, también es una variable explicativa. En un contexto de crisis constante, en una especie de presente permanente que impide cualquier proyección a largo plazo, con mercados de trabajo inestables y empleos atípicos, tendientes a la precariedad, bajos salarios, títulos universitarios desvalorizados, con instituciones en crisis como la iglesia, la escuela y la familia, y con la posibilidad y medios para elegir, por supuesto que las nuevas generaciones, las mujeres más jóvenes, tenderán cada vez a tener menos hijos, e incluso, en los casos más radicales, ninguno.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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