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Un clásico universitario inolvidable

Un clásico universitario inolvidable

Julio Salviat
Por : Julio Salviat Profesor de Redacción Periodística de la U. Andrés Bello y Premio Nacional de Periodismo deportivo.
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En vísperas de una nueva confrontación entre las universidades (este domingo, justo a mediodía), surge el recuerdo del partido que más me impactó en mis 65 años de fútbol: la definición del título del campeonato de 1962.


Había cumplido mi primera semana como alumno en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica, cuando en la noche de ese sábado de mediados de marzo se disputó la definición del campeonato de 1962.

Como buen hincha, no me había perdido los tres partidos consecutivos que sirvieron para dirimir el duelo de los universitarios en el campeonato anterior. El primero, disputado el último sábado de diciembre de 1961 y con barras, terminó 0-0. El segundo, el primer martes de enero con lluvia y puñetes, finalizó 1-1. Y el tercero y definitivo, el viernes 5 de enero, parecía que iba a seguir la secuencia y terminar 2-2, pero un penal decretado por el árbitro argentino Luis Ventre y servido magistralmente por Alberto Fouillioux desniveló el marcador y consagró campeón a Universidad Católica.

La definición de ahora me sorprendía, igual que la anterior, con todas las ganas de ir al estadio y sin un peso. Y como en aquella vez, el salvavidas salió de los bolsillos de mi hermano mayor, que ya trabajaba. La enorme demanda por las entradas no era problema: el papá de un amigo del barrio trabajaba en la Asociación Central de Fútbol y siempre disponía de un talonario para sus parientes y conocidos.

Me instalé, como casi siempre, en el sector norte de la tribuna Andes, que por entonces era simple galería.

ESCALADA AZUL

Había sido un campeonato raro. Por obra y gracia del Mundial del ‘62, el torneo local comenzó a mediados de julio. Y para Universidad de Chile, que aportó ocho jugadores al plantel que logró el tercer puesto en la justa universal, mucho más tarde.

Mientras la UC se disparaba en la tabla, la U les daba descanso a sus mundialistas. Y recién a fines de octubre, cuando se habían disputado 15 de las 34 fechas y estaba en el undécimo lugar de la tabla a 10 puntos del líder (hoy equivaldrían a 15), utilizó por primera vez su formación estelar.

Y lo que vino de ahí en adelante está entre los capítulos más notables de la historia del fútbol chileno. De los 19 partidos que faltaban, los azules ganaron 17 y empataron dos. Anotaron 75 goles (apenas inferior a un promedio de cuatro por partido) y recibieron 23 (poco más de uno por partido).

En esa impresionante escalada, el equipo liderado por Leonel Sánchez le metió nueve goles a Magallanes; ocho a Everton; seis a Colo Colo y San Luis; cinco a Unión Española; cuatro al Audax Italiano, Universidad Católica, Palestino y La Serena; tres a Ferrobádminiton, Rangers, Unión La Calera y Unión Española. Los únicos perdedores que se libraron de boletas fueron Wanderers (2-1), Green Cross (2-1) y Unión San Felipe (2-0). Y los únicos que en ese lapso pudieron quietarle un punto fueron Santiago Morning (1-1) y O’Higgins (2-2).

Al final del torneo la U había batido el récord de goles, con un total de 100, marca superada al año siguiente por Colo Colo, que llegó a 103. Y con todo eso había alcanzado apenas a Universidad Católica.

Igualados con 50 puntos, debían ir a un partido de definición. Y éste quedó fijado para el 16 de marzo de 1963.

NOCHE MÁGICA

Llegué al estadio unas dos horas antes de que el árbitro Domingo Massaro tocara el pitazo inicial. El calor de la tarde daba lugar a una suave brisa nocturna.
A los 12 minutos de juego ya se había producido el primer estallido: un pivoteo de Rubén Marcos fue capturado por Carlos Campos para batir a Walter Behrends y superar el intento defensivo de Luis Olivares, que estaba junto al poste izquierdo.

Y cuando se acercaba la media hora, se repitió la fórmula de los éxitos azules: centro de Leonel y gol de Campos. Sólo que esta vez no hubo cabezazo: el “Tanque” se anticipó a su marcador en el área chica y dejó con el molde al arquero que salía a interceptar.

Dos a cero. Pero en la hinchada azul había una inquietud: en la definición anterior, Campos también había anotado dos goles al comienzo (y se había lesionado) y el partido terminó a favor de la UC. Los malos presagios aumentaron cuando, al filo del descanso, Armando Tobar, habilitado por Orlando Ramírez, anotó el descuento. Y empeoraron a poco de comenzar el segundo lapso, cuando funcionó el chanfle de Alberto Fouillioux –por entonces toda una novedad- y batió de tiro libre a Manuel Astorga.

Con el dos a dos, la tensión creció en las tribunas y se aceleró el ya intenso ritmo en la cancha. Ernesto Álvarez, uno de los mejores argentinos que se han desempeñado en nuestro fútbol, mostró su clase y su frialdad al eludir a Washington Villarroel y fusilar a Behrends. Y poco después, anotó el cuarto para la U al empalmar de sobrepique otro pivoteo de Rubén Marcos.

¿Todo definido, entonces?

Para nada: Tito Fouillioux se escabulló entre los centrales azules para empalmar de volea un centro de Sergio Valdés. Y el suspenso, faltando 10 minutos por jugar, retornó en gloria y majestad.

Pudo empatar la UC. Pero lo definió la U. Leonel Sánchez se anticipó medio siglo a lo que ahora hace Lionel Messi: recibió el balón como puntero derecho, se fue zigzagueando y eludiendo rivales en diagonal y, cuando encontró el claro cerca del semicírculo, sacó su temible zurdazo. Fue un obús que se clavó en el rincón izquierdo del arco cruzado. Y se supo después: no había rematado en todo el partido porque jugó con un dedo fracturado. Pero en ese momento, cuando había que liquidarlo todo, no pensó en dolores.

En la galería, aplaudían todos. Y las tinieblas de las tribunas dieron paso a la luz de miles de antorchas que saludaban al campeón y homenajeaban al perdedor.
Debe haber sido el mejor partido de competencia local en el siglo veinte.

Y yo, callado y chiquitito, estaba entre la multitud de los 74.173 fanáticos que pagaron su entrada esa noche mágica y que vieron la consagración definitiva del Ballet Azul.

PORMENORES

Fecha: 16-03-1963.
Estadio Nacional.
Público: 74.173 espectadores.
Árbitro: Domingo Massaro.

U. DE CHILE (5): Manuel Astorga; Luis Eyzaguirre, Carlos Contreras, Humberto Donoso, Sergio Navarro; Ernesto Álvarez, Alfonso Sepúlveda; Braulio Musso, Carlos Campos, Rubén Marcos y Leonel Sánchez. DT: Luis Álamos.

U. CATÓLICA (3): Walter Behrends; Sergio Valdés, Luis Olivares, Washington Villarroel, Jorge Sullivan; Ignacio Prieto, Hugo Rivera; Alberto Fouillioux, Armando Tobar, Orlando Ramírez y Fernando Ibáñez. DT: Miguel Mocciola.

Goles: 12’, Campos (U); 29’, Campos (U); 41’, Tobar (UC); 49’, Fouillioux (UC); 52’, Álvarez (U); 71’, Álvarez (U); 80’, Fouillioux (UC); 87’, Sánchez (U).
Expulsados: 88’, Tobar (UC) y Donoso (U).

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