Invasión a Irán: ¿el estreno de una nueva cruzada de Estados Unidos?
Periodista Seymour Hersh dio a conocer en The New Yorker detalles de la estrategia política y operativa que estaría desarrollando Washington para propiciar una intervención en el país de los ayatolas chiítas. Tal diseño contaría con el apoyo de los servicios de inteligencia de Israel.
Una invasión a Irán lisa y llana es lo que, sin eufemismos, se estaría preparando. Estados Unidos, a través de equipos políticos y militares del Pentágono -apoyados a su vez por el Mossad (servicio de inteligencia israelí)- estaría operando en Irán desde hace tiempo en misiones de detección de presuntos blancos. "Intervenir es una alternativa en Irán", dijo el Presidente Bush en una reciente entrevista. Lo que ha anunciado Bush la mayor parte de las veces se ha cumplido, y no hay motivos para pensar que esta vez podría ser diferente. Después de todo, fue con esa consistencia entre sus dichos y sus hechos cómo obtuvo un segundo período en la Casa Blanca.
Las operaciones del Pentágono en Irán fueron dadas a conocer al público por el célebre periodista Seymour Hersh (Premio Pulitzer), en The New Yorker del 17 de enero de 2005. Sin embargo, ya en la publicación The American Prospect, de noviembre de 2004, Laura Rozen y Jason Vest también habían entregado indicios de los preparativos de una amplia operación para el cambio de régimen no solo en Irán, sino también en Siria, apoyada por los servicios de inteligencia de Israel.
Hersh ya había denunciado, a raíz de los innumerables errores cometidos en Irak, la articulación de una nueva estrategia en la Casa Blanca y el funcionamiento de un nuevo aparato de guerra en dos artículos anteriores. En ambos trabajos se denunciaba el creciente poder político asumido por el Pentágono y el efecto de desequilibrio que esto provoca en el espectro de la toma de decisiones.
El primero, del 12 de mayo de 2003, está referido al aislamiento político de la CIA en el tema Irak, frente a la preeminencia de las actividades de inteligencia del Pentágono, apoyado políticamente por los asesores más directos del Presidente. En el segundo, del 8 de marzo de 2004, expone la pasividad del Gobierno de los EE.UU. para poner atajo al comercio negro en armamento nuclear operando desde Pakistán.
De esa forma, Washington no aumentaba la presión sobre el Gobierno del Presidente de Pakistán Musharaff, y así evitaba perjudicar la persecución de Osama Bin Laden. El circuito de tráfico de armas nucleares opera bajo la tutela del autor intelectual de la bomba atómica en Pakistán, Dr. Abdul Quader Khan, y el gobierno de Musharaff se ha resistido a enfrentarlo hasta el momento para no generar más presión política interna. Abdul Q Khan es un héroe nacional, Mushafaff es pro norteamericano y la población mayoritariamente se ha manifestado contra el intervencionismo occidental.
Según Robert Gallucci, un ex inspector de armas de la ONU (citado por Hersh), "el país más peligroso para los EE.UU. en la lucha antiterrorista es actualmente Pakistán", que aparece a todos luces como el eslabón más débil de la cadena urdida por los neoconservadores que rodean a Bush. Esta información ha sido puntualmente desmentida por el Pentágono, que rechazó el informe acusándolo de "estar hecho sobre bases infundadas y que se desacredita en sí mismo".
La lección de Irak 2003
La experiencia de EE.UU. en Irak durante el 2003 destaca hitos relevantes: interminables discusiones internas y externas, resistencia en los aliados y en la ONU, y además una insurgencia prolongada. Irak 2003 es la operación militar y política más costosa desde la guerra de Viet Nam y quizás en la historia: cuatro mil 500 millones de dólares por mes; más de 50 mil millones al año.
El costo humanitario es más colosal todavía, porque el país arrastra un déficit de estabilidad de 25 años, con tres guerras sangrientas en este período de un cuarto de siglo. La prestigiosa revista médica The Lancet (Reino Unido) sostiene en un informe preparado con fuentes internas, que en el conflicto actual en Irak el número de víctimas fatales entre la población civil supera los 100.000.
La única explicación posible ante tanta catástrofe y falta de previsión al mismo tiempo -agravada por el no hallazgo de las armas de destrucción masiva que justificaron la invasión-, es que lo de Irak corresponda a una escala previa antes de intervenir en Irán en un proceso mayor de cambio de régimenes en la zona. Cuesta creer que es parte de un plan mal concebido, pero más cuesta pensar que ha sido un error de cálculo de una fuerza política de elite como la que gobierna Estados Unidos.
La aceleración para llevar adelante la elección del 30 de este mes contra viento y marea, con deficientes condiciones de seguridad, y que aún así las Naciones Unidas avalen el proceso, demuestra el grado de distorsión y desesperación que emerge de la situación en Irak. Según los países que forman el Consejo de Seguridad de la ONU, bajo cuyo respaldo se llevan a cabo las elecciones, la elección de nuevas autoridades permitirá que Irak recupere la soberanía. Sin embargo, Irak continuará ocupado militarmente no por la amenaza externa, sino por una resistencia a esa ocupación militar.
Con estos antecedentes, aparece como lógico, que esa misma fuerza política de elite que diseñó el cambio de régimen en Irak con los resultados catastróficos conocidos, esté estimulando el cambio de régimen en Irán con métodos diferentes.
Ideológos de una nueva guerra fría
Según Amy Goodman en Democracy Now (19 enero 2005), la reelección de G. W. Bush ha permitido la consolidación de un núcleo de ideólogos y asesores en seguridad nacional con un nivel de poder inigualable después de la Segunda Guerra Mundial. El sostén se centra en el Pentágono y en un Departamento de Estado que, a partir de Condoleeza Rice, ex asesora de seguridad nacional de Bus, será reestructurado para adoptar una agresiva agenda de desmantelamiento de presuntas bases de insurgencia repartidas por el planeta.
Una de las grandes cargas para la administración Bush en la operación cambio de régimen en Irak, ha sido un aparato político que se ha visto inadecuado para la tarea. Esta situación se extiende a los mecanismos e instituciones internacionales. La preeminencia de civiles en decisiones militares que ha sido relatada en abundancia por los medios, demuestra una falla en el aspecto militar también.
En una futura invasión a Irán, debería hacer su estreno la nueva maquinaria político-militar que ha estado diseñándose por parte de un grupo selecto de civiles e ideólogos desde que asumió el actual Presidente en 2001. Algunos analistas,(N.Lemann, J.Mann, Margawan) señalan que este diseño viene desarrollándose desde la administración de George Bush padre.
En la nueva maquinaria de guerra centrada en la Casa Blanca, el Pentágono sería el espolón principal como en un país en tiempos de guerra. El Departamento de Estado actuaría como vocero y acompañante de una política de estado cuyo eje sería la erradicación del terrorismo y los focos de insurgencia. Según análisis de políticas del SSI (Instituto de Estudios Estratégicos) del Pentágono, la tarea debe hacerse a través de una compacta integración entre el servicio público civil y militar y la sociedad civil.
En el corazón de la transformación, está la absoluta subordinación de las funciones de la CIA al Pentágono, mientras la función de inteligencia no termine su proceso de reforma. De acuerdo a un consultor vinculado estrechamente con el gobierno de Bush, (citado por Goodman), la CIA actuará como un mero facilitador de políticas elaboradas por el Gobierno. O sea la función de inteligencia, aquella que la hacía distinguirse por su obligada neutralidad tecnocrática, cada vez más va a estar subordinada a objetivos políticos. En la operación Irán, los servicios de inteligencia israelí en la práctica están reemplazando antiguas funciones de la CIA. Eso no es constitucional, y no está aprobado por el Congreso, según se desprende del artículo de Hersh.
John Gentry, un ex analista de la CIA, en un trabajo presentado al Congreso de los EEUU en 1995, cuestiona un sistema de inteligencia que fue diseñado para un objetivo político rígido y tan totalitario como el sistema que se combatía. La encrucijada que plantea es de (a) si el servicio de inteligencia debe enfocar su trabajo sobre la base de las necesidades políticas del estado o (b) sobre las percepciones que los profesionales en inteligencia tienen de lo que los políticos de turno en el poder quieren escuchar o ver. Escrito en 1995, la sentencia de Gentry fue un anticipo de lo que sucedió en Irak, con el tema de las armas químicas.