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Thatcher frenó intento de la URSS de financiar a los mineros huelguistas

Los documentos, difundidos este lunes por el diario «The Guardian», indican que en octubre de 1984, cuando los mineros ya llevaban medio año de huelga contra los planes de reconversión del Gobierno, el Sindicato Nacional de Mineros (NUM) buscó desesperadamente fondos después de que un juez ordenara confiscar todos sus activos.


La ex primera ministra británica Margaret Thatcher logró frenar un intento de la antigua Unión Soviética de hacer una gran donación de fondos a los huelguistas que paralizaron entre 1984 y 1985 la industria minera del Reino Unido.

Así se desprende de una serie de documentos de Downing Street desclasificados 25 años después, en los que se afirma que la «Dama de Hierro» puso en marcha una intensa presión diplomática para evitar que el régimen soviético ayudara a los huelguistas.

Los documentos, difundidos este lunes por el diario «The Guardian», indican que en octubre de 1984, cuando los mineros ya llevaban medio año de huelga contra los planes de reconversión del Gobierno, el Sindicato Nacional de Mineros (NUM) buscó desesperadamente fondos después de que un juez ordenara confiscar todos sus activos.

El líder del NUM, Arthur Scargill, se dirigió al Gobierno de Moscú, desde donde se comunicó al sindicato británico que los mineros soviéticos habían donado parte de sus salarios, hasta reunir un montante total de un millón de dólares.

La transferencia no se podía hacer por vías oficiales para evitar que el dinero también fuera confiscado judicialmente y los soviéticos intentaron dárselo al NUM a través de una cuenta bancaria en Zúrich (Suiza), que Londres consiguió congelar.

El dinero fue devuelto a la Unión Soviética y Thatcher expresó su preocupación por las consecuencias de la operación, ya que se intentó llevar a cabo en vísperas de una visita al Reino Unido de Mijaíl Gorbachov, en aquel entonces era el «número dos» soviético.

Gorbachov ya era considerado en Occidente como el más que probable sucesor del octogenario Konstantin Chernenko y la relación entre la primera ministra británica y el futuro dirigente soviético estaba empezando a demostrar que podía ser fructífera.

No mucho tiempo después, Thatcher dijo que el «padre de la perestroika» era una persona con la que se podían «hacer negocios».

La «Dama de Hierro» tuvo un interés especial en saber si Gorbachov había autorizado la donación a los huelguistas, sobre todo porque el líder soviético iba a viajar al Reino Unido junto a un sindicalista de la minería que tenía previsto reunirse con sus «camaradas» británicos y participar en un mitin.

Para evitar que se produjera «un conflicto político serio», Thatcher pidió al entonces secretario de Estado de Industria, Norman Lamont, que «protestara con energía» ante el embajador soviético en Londres sobre la eventual ayuda financiera a los mineros.

El mensaje debía ser que «el Gobierno británico consideraba este asunto como algo muy serio», con la esperanza de que «la Unión Soviética no se arriesgara a estropear la visita» de Gorbachov.

Según los documentos, el embajador Víctor Popov «se mostró impasible ante la petición y simplemente sostuvo que los sindicatos soviéticos eran organismos independientes y democráticos, que ejercían sus derechos sin que el Gobierno fuera responsable».

Tras la respuesta, Thatcher intensificó la presión y sólo tres días antes de la visita de Gorbachov en diciembre de 1984 ordenó al Foreign Office que llamara a consultas al embajador, a quien se comunicó que una transferencia de fondos sería considerado «una interferencia no amistosa en los asuntos internos» del Reino Unido.

La respuesta volvió a ser que la ayuda financiera era algo de los mineros «sin participación del Gobierno soviético», por lo que cuando finalmente se vieron las caras Thatcher protestó con contundencia ante Gorbachov, quien aseguró que no estaba al tanto, pese a que luego se conoció que había autorizado la operación.

Aquella reunión fue decisiva, porque finalmente la donación no llegó, lo que fue interpretado en Londres como una señal de que Gorbachov quería cultivar una buena relación con Thatcher de cara al futuro, aunque fuera a costa de sacrificar a los mineros en huelga.

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