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La elección presidencial chilena: explicación para extranjeros

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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El mundo político chileno está siendo manejado por los que manejan la comunicación de las encuestas político- electorales. La pregunta es quien está conduciendo al electorado, o esta esté a su libre albedrío, alejándose de esa política.


Por Marta Lagos*

Las encuestas de opinión irrumpen con George Gallup en la mitad del siglo pasado como un gran instrumento para conocer la realidad política y social, saber más de ella que por la mera observación. Las encuestas se convierten en protagonistas en la medida que logran comprobar que reflejan la realidad, anticipando el resultado de elecciones presidenciales. Adquieren el poder que tienen en el primer mundo, anticipando de manera espectacular  los resultados después de la Segunda Guerra. Ello desarrolló consigo una comunidad de profesionales, una disciplina, estándares, ética, asociaciones, empresas, multinacionales y una industria solidamente basada en su capacidad de anticipar un fenómeno social de importancia: quien se queda con el poder político.

Los grandes cientistas sociales, sin embargo, no han requerido de encuestas para desarrollar las teorías que hoy explican cómo funcionan las sociedades. Es más, no se ha hecho al día de hoy ninguna teoría con la ayuda de encuestas de opinión, ellas sólo logran ratificar lo que la ciencia social ya sabe.

En Chile, las encuestas viven en un mundo distinto, que no dice relación el rol de las encuestas en el mundo occidental desarrollado. Aquí el poder del instrumento se usa para hacer política, no para saber lo que sucede. Aquí no hay comunidad de profesionales, ni asociación, ni estándares. Cada cual inventa su propio estándar y declara que «los chilenos…», cuando le han preguntado a unos pocos. Hay una encuesta, la CEP, que es declarada por la derecha como «la madre de las encuestas», que sustituye como en las sociedades primitivas al «oráculo», justamente porque en la selva a-científica y con los altos grados de analfabetismo científico, esa es científica. CEP cumple con los estándares científicos del primer mundo. Otras encuestas como la CERC también lo hace, pero como no la hace la derecha, no tiene la «confianza» de El Mercurio y La Tercera. El tema de las predicciones electorales presidenciales, ni se menciona porque ninguna de las encuestas que están fijando la agenda hoy, hacen predicción alguna, por lo tanto no sabemos si sus instrumentos pueden reflejar fielmente la realidad.  A nadie le interesa eso, lo que interesa es influir en la política con ello. La manera de juzgar a las encuestas no es por su capacidad de predecir como en el mundo allá afuera, sino más bien por lo que la derecha declara que es «correcto». Ese es el país en el cual sucede la competencia electoral con encuestas.

Hoy estamos bastante desinformados de lo que está sucediendo gracias a las encuestas.

Hay quienes, los que oyen las noticias y leen los diarios (la minoría del país), que creen que existe un candidato llamado Ominami, que sin campaña, sin equipo, sin dinero, sin competencia abierta, tiene una cantidad de apoyo, lo que no ha logrado sino un candidato fuera de las coaliciones desde 1990: Fra Fra. Francisco Javier Errázuriz se demoró una campaña presidencial completa y varios millones de dólares invertidos para lograr un millón de votos (aproximadamente 14%). Los medios  y los que han publicado encuestas  con menciones del 8%, 10% y 14%  en 15 días, nos quieren hacer creer que un diputado, desconocido para la mayor parte de los chilenos, puede alcanzar la misma cantidad de 0 a 100 en el espacio de un titular.

Por otra parte está la gente de a pie, la que no presta atención a las noticias (60%), no lee los diarios (95%), que vive su vida tratando de enfrentar los problemas de la vida diaria. Ellos no saben que «el país» está en «ebullición» con el «fenómeno».

Un tercer grupo lo constituye el grupo de «las cuatro manzanas de Santiago», que son los que no sólo leen el diario, sino que hacen que sus vidas sean regidas por lo que ahí se dice. El Mercurio, La Segunda, La Tercera. Ellos están en un estado de ebullición, creen que el mundo cambió y que hay un hecho nuevo que cambia radicalmente las cosas respecto del día anterior. Ellos son los que producen y creen que existe la revolución Ominami, que cambia de manera sustancial las coordenadas de la elección presidencial.

Es mucha la información acumulada desde el 5 de Octubre de 1988, que no nos confirma la existencia de tal revolución, no se puede resumir en pocas palabras. La principal es el resultado de la primera elección presidencial y parlamentaria en 1989, que reproduce con impresionante similitud con los resultados de antes de 1973. Hay una dictadura y después de ella, la memoria histórica hace que sigan votando de la misma manera. Después de 17 años de dictadura no hay cambio, ¿y sí lo hay después que un diario publica un titular con un resultado de una encuesta? ¿Es posible eso?

Pinochet instaló un sistema electoral, que llamó binominal, y con ello instala la perpetuación de dos bloques, lo que no contaba, era que el bloque que se perpetuaría en el poder eran sus opositores. El país dividido en dos bloques que después de 20 años se empiezan a desmembrar. Por el lado de la derecha no digamos que sus dos partidos han sido «aliados», sino a regañadientes, incluso al día de hoy hay evidencia de ello. Por el lado de la Concertación ha logrado mantener este constructor, inicialmente muy útil para la gobernabilidad, actualmente forzado, en un país que grita pluralidad. Forzado porque no permite incluir a todos, porque no todos los que pertenecen pueden competir, porque fuerza a pactos ineficientes y malos para la construcción del bien común. Los que no se han dado cuenta, hay una mala noticia, no es la Concertación la puesta en jaque, sino el sistema de partidos en Chile y su capacidad de representar al electorado. Eso se llama crisis de representación. Políticamente se lo pueden querer cargar en su totalidad a la Concertación, pero la verdad es que le está pasando a Chile. El éxodo y la formación de nuevos partidos es un grito de pluralidad que los chilenos hace rato que están manifestando de muchas formas, ahora le llegó a la política. La ley electoral que nos rige no permite la expresión de esa pluralidad de tal forma que se exprese en el Parlamento.

Resulta entonces paradojal que «las cuatro manzanas de Santiago» manifiesten por medio de encuestas la demanda de cambio político, cuando son ellos mismos los que no quieren cambiar la política. ¿Donde está la inscripción automática? No es que vayan a lograr mucho, porque cuesta mucho que el chileno cambie su comportamiento electoral, pero al menos logran vender diarios, asunto que no considera que cada día menos gente los lee. Entonces no importan mucho si el fenómeno es real o artificial, porque cumple un propósito mucho más pedestre, que no dice relación con el sistema político, ni con la información, ni con el bien común ni con la democracia, con los cuales están asociadas históricamente las encuestas, sino simplemente con una meta comercial y una política coyuntural. La meta comercial es vender más, la política es tratar de destruir al candidato de la Concertación. ¿Viven entonces «las cuatro manzanas de Santiago» un fenómeno artificial creado por encuestas para fines políticos? La respuesta parece ser evidentemente si.

¿Cómo puede suceder esto? El asunto es simple. Rafael López Pintor un gran encuestador español, en una elección española quiso probar cómo funcionaban las encuestas frente a la presión de candidatos y partidos. Puso el nombre de su hijo en la lista de la pregunta por intención de voto, y este sacó el 10%. No en vano la industria de las encuestas en el mundo ha establecido criterios, estándares, para que este tipo de cosas no suceda. Cualquier lista de personas hace que se disperse las menciones, en cualquier tipo de pregunta al respecto. Ponga ud. un número infinito de personas y recibirá opinión de ellas, incluso si nadie las conoce. Lo que sucede es que aumenta la cantidad de gente que dice no conocerla. Por otra parte si ud. hace una pregunta de conocimiento, sin entregar el cargo se encontrará con que son muy pocos los que saben de que está hablando. Esa es la ventaja que tienen los candidatos como Frei y Piñera, que son conocidos por un 90 % de la población. En promedio un senador es conocido por cerca de un 5% de la población, y un diputado por mucho menos. Si preguntáramos quien es Marco Enríquez-Ominami y Carlos Ominami, la confusión sería total. Sin duda que una gran parte de las menciones recogidas, son el reconocimiento de nombre del padre, no del hijo.

Si le preguntaran a todo el país, se publicaran respuestas de las preguntas estándar que acompañan la pregunta intención de voto, si pusieran todos los pre candidatos en la misma lista, si todos tuvieran el mismo estándar, no habría fenómeno Ominami en los medios.

Unas encuestas las hacen en 60 comunas, la otra en Santiago, la otra en un conjunto DISTINTO de comunas, y las hacen por teléfono. Como sólo uno de cada dos chilenos tiene teléfono fijo,  hay que asignarle un peso a cada persona que responde (ponderar) para que represente a todos los de su tipo, como si todos hubiesen sido entrevistados (como si todos tuvieran teléfono). Desde luego un candidato  (Ominami) que produce en el espacio de 15 días menciones en una lista, con 10%, 8%, 14%, habla mal de las encuestas, esas que se ganaron el prestigio de poder anticipar la elección con diferencia de decimales. El instrumento se la puede. Esos números están diciendo que el instrumento con el cual están midiendo es DISTINTO uno del otro. Es decir el solo número muestra que no hay estándares, que cada cual hace lo que le parece. El domingo hay una encuesta de un diario más, con 800 casos, telefónica, nacional, bajo el estándar del primer mundo. Somos especiales, hacemos un hazmerreír de la ciencia de la política, porque pretendemos que lo que se sabe no es relevante, nosotros, los chilenos, sabemos hacerlo «tan bien» que no es necesario regirnos por lo que la ciencia nos dice. Tenemos nuestra propia ciencia de la encuestología electoral, nuestro propio libre albedrío sin aceptar limite alguno y una «madre» que nos dice la verdad. Es vergonzoso.

Esto ha topado fondo, porque se ha inventado un fenómeno de la nada. Este se basa en la crisis de representación, y el analfabetismo científico imperante permite la consolidación de la interpretación de que el electorado quiere algo distinto. Vaya novedad, Lavín llego con el lema del cambio a 30 mil votos de Lagos en  1999.

Es anticipable que todas las entidades que hacen encuestas han puesto el tema de Ominami -La Tercera, El Mercurio, La Segunda, Imaginacción-, no harán predicción electoral para anticipar el resultado de la elección, con lo cual terminarán de comprobar que su intención no era sino usar las encuestas para defender intereses políticos o simplemente ser instrumento de ello. Incluso la encuesta CEP no se atreve a hacer predicción electoral, dicen que no es su propósito, en privado dicen que es muy «arriesgado». Pero ¿no es arriesgado influir en la política? ¿Una encuesta que pregunta por el voto de los chilenos no tiene como intención predecir lo que sucede? ¿A qué nivel de contradicción se puede llegar? No sabemos si la encuesta CEP como método es capaz de anticipar el resultado de la elección. En el pasado cuando «la madre de todas las encuestas» lo intentó, se equivoco.

El mundo de las cuatro manzanas cree además firmemente  que cuando la encuesta CEP sale a terreno, hay que intensificar la campaña, entonces si aparecen más en los medios, pueden obtener mejores menciones en la encuesta. El grado de analfabetismo científico que ello implica es profundo, si fuera así, sería fácil hacer campaña y ganar elecciones. Imagínense que los chilenos hayamos descubierto la manera de «manejar» a la opinión publica, al punto de poder influir en los resultados de una encuesta. Sería un descubrimiento de envergadura que debería atraer a todo tipo de científicos a celebrar el hecho y a felicitarnos. Pero a todos los actores involucrados les parece bien, están «hechizados» por procesos artificiales o son artífices de un gran descubrimiento científico. El mundo político chileno está siendo manejado por los que manejan la comunicación de las encuestas político- electorales. La pregunta es quien está conduciendo al electorado, o esta esté a su libre albedrío, alejándose de esa política.

Finalmente respecto de la elección presidencial, la distancia entre Piñera y Frei se reduce a 10 puntos, después de ser Frei nominado por la Concertación. Consolida su condición de candidato oficial de la Concertación, mientras Piñera sufre una esperada baja, al dejar de competir solo, con un contrincante que lleva en su mochila una presidencia exitosa. Mucho más no ha pasado, salvo que la derecha que creía que esta era una carrera corrida, se da cuenta que ahora hay una cruda batalla por delante para ganar.  Piñera tuvo el 50% en Septiembre pasado cuando corría solo, habría ganado entonces. Todo lo otro es parte del artificio de la política chilena que ha perdido liderazgo y necesita desesperadamente de encuestas para combatir al contrincante.

A Sebastian Piñera le faltaron 250 mil votos para ganar en Enero del 2006 contra Michelle Bachelet, y le siguen faltando esos votos. A Frei le falta el rayado de la cancha definitivo por parte de la Concertación, antes de conocerse el capital real con que competirá. Por el momento tiene el voto duro de la Concertación que se ha manifestado como esperado, con gran rapidez, un tercio del electorado. Queda claro que Piñera perdió el 50%, y que la critica a sus opositores no logra desmembrar el voto de la Concertación como ellos lo anuncian. La crisis lo que ha hecho es restituir el liderazgo  de la Concertación mejorando la visión del gobierno.  Habrá que esperar después del invierno, donde históricamente los cuatro Presidentes han sufrido castigo en su aprobación y el alza del desempleo, si ese liderazgo se mantiene. En septiembre cuando se inscriban las candidaturas y se inicie la carrera real, sabremos si la Concertación habrá sobrevivido la crisis o no.  Un país partido en dos por el sistema binominal. En todo ello, el llamado «fenómeno Ominami» planteado por los medios en estas últimas dos semanas, no se ve como un cambio de ese escenario.  Mientras tanto los diarios venden e influyen en la polítiquería coyuntural,  pero no necesariamente cambia el voto de los chilenos. Quizá por eso hay tantos chilenos que no consideran la política.

El resultado es que después de 20 años de gobierno de una coalición, declarada desmembrada y decadente,  esta  vuelve a tener posibilidades de ganar un quinto gobierno consecutivo, inédito en la historia occidental contemporánea. Sino fuera por la ley binominal, esto no habría sucedido. Suena del todo poco democrático que alguien se pueda quedar en el poder un total de 24 años por medio de elecciones. Claramente hay algo que no funciona en la oposición si eso sucede. Desde el punto de vista de la democracia, la alternancia es indispensable para mantener el equilibrio de poderes, por lo que se refuerza la idea de que es la estructura de las normas la que esta impidiendo que la alternancia sea una característica de la democracia chilena. No hay que ser cientista social para darse cuenta que el factor Pinochet sigue estando presente en este Chile dividido. Si Ominami fuera fenómeno, entonces sería una revolución, porque implicaría el fin de ese rayado de la cancha, Ello con los modestos instrumentos existentes de la teoría de las ciencias sociales, a menos que de nuevo estemos ante un gran descubrimiento chileno.

*Marta Lagos es socia fundadora de MORI Chile,  fundadora de Latinobarómetro, obtuvo el Dinnerman award en 2008, editora del Journal of Public Opinion Research de Oxford University Press, co autora del Handook of Public Opinion Research  de Sage.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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