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Periodismo Rasca

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Detrás de una fachada de seriedad, la derecha chilena repite su movida clásica de comunicarse solamente con quienes tienen afinidad ideológica y con quienes promueven la agenda social conservadora de sus sectores integristas.


Con el bullado asunto del supuesto rechazo de los EE.UU. a la reelección de José Miguel Insulza como Secretario General de la OEA, la derecha chilena ha demostrado una vez más dos cosas. Primero, que los medios de comunicación derechistas, como El Mercurio, ejercen un periodismo que es fácil presa de maniobras comunicacionales ajenas y, segundo, que sus vínculos en el exterior, particularmente en los EE.UU., son de una calidad mediocre, por decirlo de manera caritativa.

Con tal que puedan ubicar un titular llamativo que denigre de algún modo a personas relacionadas con la Concertación, los corresponsales mercuriales (y sus editores) se tragan todo. Hay que reconocer que parecen tener un oído bien desarrollado para la política ficción y que han aprendido a incorporar el lenguaje de la prensa investigativa más seria («fuentes vinculadas» «fuentes ligadas», etc.) Pero si bien en el periodismo serio hay una serie de códigos bien establecidos para utilizar ese tipo de atribuciones, en El Mercurio estas frases se convierten en martingalas vacías.

El artículo firmado por Pamela Aravena Bolívar del domingo consiste en un poco sustancioso compendio de citas de fuentes anónimas, mezclado con rumores de pasillo que parecen corroborar asertos que se dan por ciertos sólo porque la periodista lo afirma.

Con una simple llamada al Departamento de Estado hecha esta tarde, el simple ciudadano a pie que escribe este blog se contactó con la oficina de Thomas A. Shannon Jr., encargado del Buró de Asuntos Hemisféricos Occidentales, y obtuvo la siguiente declaración de una vocera de este ministerio norteamericano:

«Los Estados Unidos no comenta en público sus deliberaciones internas relacionadas con candidaturas en organizaciones internacionales. Los EE.UU. agradecen los esfuerzos de la OEA para ayudar a crear un espacio que ha posibilitado el actual esfuerzo de negociación en Honduras. Esperamos en el futuro que la OEA continúe desempeñando un papel importante en la conclusión del actual proceso de negociaciones».

Y eso era todo. Diga lo que diga El Mercurio, no hay una posición oficial del Departamento de Estado con respecto a la reelección de Insulza a la OEA, y cualquiera que lo afirme está faltando a la verdad. Bastaba una simple llamada telefónica para aclarar dudas o confirmar lo que se oye a medias en algún pasillo o en el circuito de cócteles de algún think-tank de Washington DC.

No habiendo otro candidato más que Insulza en carrera, no tiene ningún sentido que el Departamento de Estado queme cartuchos innecesariamente, ni tampoco que arriesgue por segunda vez una humillación como la que sufrió Condoleezza Rice al promover a último minuto una candidatura fantasma para impedir la llegada del chileno a la OEA.

Al final del artículo del domingo en El Mercurio, viene una sección que confirma que la intención, más que informativa, es propagandística. Ningún medio de comunicación respetable en EE.UU. usaría como fuente de autoridad las declaraciones de un centro de investigaciones tan ligado a la ideología ultraconservadora como el Hudson Institute.

Esta organización fue fundada nada menos que por el futurólogo Herman Kahn, autor intelectual de la teoría de la guerra nuclear «ganable» en la época de la Guerra Fría. El cineasta Stanley Kubrick se inspiró en parte en este genio para crear el personaje del Dr. Strangelove, el ex-nazi al que se le escapaba la mano en un saludo hitleriano cuando se entusiasmaba con los cohetes atómicos. Kahn no se arrugaba para declarar que el mundo después de una guerra atómica sería perfectamente habitable. Aun con la «megamuerte» (palabra con que designaba un millón de muertos, en un juego de palabras con «megatón»), Kahn decía que la humanidad podía continuar después del intercambio masivo de misiles nucleares. No era verdad, decía, que los sobrevivientes de un holocausto atómico iban a envidiar a los muertos. La contaminación no iba a ser más que una molestia con la que la humanidad aprendería a vivir. Proponía que después de la guerra se le diera el alimento contaminado a la población de más edad, razonando que se iban a morir igual, probablemente antes de que los mataran los lentos cánceres de la radioactividad. Y en cuanto a los defectos y deformaciones causadas por la radiación, Kahn tampoco se preocupaba, argumentando que la mayoría de la gente no iba a tener esos problemas. Lo racional era distribuir contadores Geiger para que cada persona dosificara en plena libertad su propia exposición a la radioactividad, sin imposición gubernamental. «Las autoridades norteamericanas estarían dispuestas, entre otras cosas, a aceptar el alto riesgo de un porcentaje mayor de nacimientos defectuosos si eso significara que no se le iba a entregar Europa a la Rusia Soviética,» escribió con toda certeza en su obra magna Sobre la guerra termonuclear.

El Hudson Institute promueve el legado de los geeks derechistas como Kahn en varias áreas de conocimiento, llegando incluso a tener un Centro de Estudios Latinoamericanos. Este centro consiste básicamente en una persona, su director, tan dogmático como Kahn hubiera querido, obsesionado con los peligros que se incuban en América Latina: los diablos del populismo, del indigenismo y hasta del islamismo. Así como Kahn creía en que los problemas con la radioactividad eran sicológicos -la náusea es psico-contagiosa, decía-, el costarricense Daremblum advierte que China, Rusia e Irán están gestando una silenciosa colonización de América Latina. Chávez y Evo Morales son la quintacolumna, y gente como Insulza son los ayudistas. «Un golpe para la democracia» se titula su columna de reacción al golpe de Honduras. En este tipo de fuentes se apoya El Mercurio para dar su información. Un par de datos más para caracterizar al Hudson Institute: entre sus miembros y asociados se encuentran distinguidos personajes como Alexander Haig -otro modelo para Dr. Strangelove-el juez ultraderechista Robert Bork, y «Scooter» Libby, asesor de G.W. Bush. Otros famosos incluyen a Richard Perle y Douglas Feith, dos de los cerebros de la invasión de Irak.

No es ninguna novedad que en El Mercurio se haga periodismo de baja calidad. A pesar de que sin duda hay buenos periodistas en ese diario, y de la presencia de voces como la de Carlos Peña en la página de opinión, la agenda ideológica del diario de Agustín se impone sobre cualquier estándar ético, especialmente en épocas de intranquilidad política para los sectores identificados con el diario. El problema de fondo, sin embargo, no es El Mercurio. Lo más preocupante de esto es que la prensa de la derecha anticipa de algún modo la gestión que llevaría a cabo un putativo gobierno de la Alianza por Chile. El periodismo rasca profetiza una gestión de gobierno mediocre e ideologizada. Detrás de una fachada de seriedad, la derecha chilena repite su movida clásica de comunicarse solamente con quienes tienen afinidad ideológica y con quienes promueven la agenda social conservadora de sus sectores integristas. Este grupo de gente, ya sea en círculos académicos o políticos, se caracteriza por su dogmatismo y por un nivel de prestigio secundario, cuando no derechamente dudoso. Con todas las críticas que se le pueden hacer a la Concertación, lo cierto es que los contactos diplomáticos, políticos, académicos y tecnológicos que ha forjado en el extranjero son de un nivel promedio alto. La derecha chilena, sumida en su mediocridad conservadora y provinciana, se las arregla para identificarse con interlocutores tan desprestigiados como el fantasmagórico partido republicano de Sarah Palin, o tan marginales como el Hudson Institute. Lástima para ellos que Jesse Helms, principal aliado de la derecha chilena en el Senado norteamericano, hace rato que se revuelve en su tumba, agradeciendo no estar vivo para tener que aguantar a un afroamericano de presidente y a una OEA que, al parecer, se manda sola.

*Roberto Castillo es escritor, académico de la Universidad de Haverford y autor del blog Noticias Secretas http://noticiassecretas.blogspot.com/

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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