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La luz que agoniza

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Esta forma de ser y entender la política por parte de la Concertación – haciendo abstracción de los reiterados y graves casos de corrupción y su grotesca irrupción en una sociedad que se creía inmune a ella-, volverá a manifestarse en toda su extensión.


Por Ricardo Manzi*

Días atrás revisaba una película que me impresionó fuertemente cuando era adolescente por el desesperado callejón sin salida a que era arrastrada una joven y dulce mujer por un marido ambicioso y cruel. El método empleado: la manipulación en una ambientación opresiva y asfixiante y una luz de gas mortecina y declinante que hacía temer el «black out» total, es decir, el fatídico destino de la locura.

Este thriller psicológico dirigido por George Cukor me hizo recordar la realidad de nuestra política, la que ha hecho de la manipulación la herramienta más utilizada de su pañol. Esta metodología de la acción política al igual que el film mencionado ha sumido nuestra vida política en la misma atmósfera opresiva que logra la película.

En efecto, luego de la exultación inicial del enamoramiento y que en política se tradujo en el cambio de signo y del sacudimiento de la dictadura con las esperanzas puestas en una Concertación que prometía libertad, equidad y democracia sin apellidos, para la felicidad creciente de un pueblo que sería oído, respetado e integrado, no todo fue tan maravilloso.

Pues bien, como la vida es menos simple de lo esperado y como la realidad de la política supone la gradualidad, la Concertación junto a otros actores del sistema concordó expresa o tácitamente un plan de trabajo de avances sincopados, echando por tierra la inmediata y fluida concreción de las aspiraciones sociales anheladas, trocadas a juicio de los decepcionados más radicales por un paso adelante y dos atrás.

Esta transacción, esencia de la paz del contrato, provocó luego de la sorpresa inicial, la creciente irritación de quienes aspiraban a la rápida instalación de una sociedad liberal en lo moral y socialdemócrata en lo económico a semejanza de las naciones de la comunidad Europea; y, para otros, de una sociedad con mucho Estado y poca o ninguna vinculación con una moral trascendente promovida desde el púlpito por una Iglesia omnímoda que implantó sobre su grey un catálogo de valores presentes hasta en lo más propio, como la autodeterminación en materia de sexualidad y reproducción.

Sin embargo, con el recogimiento en labores pastorales de la Iglesia no ocurrió como con el lento e imperceptible retiro de las aguas que dan lugar a una ribera, sino que luego de algún tiempo de ensimismamiento no cedió soberanía del nuevo territorio a los liberales, ejerció su influencia y se hizo oír impidiendo  que éstos se lo apropiaran. En esta lucha, la Iglesia ha contado con una Concertación que ha sido fuerte, motivada por un espíritu pragmático, que le permitió sortear no pocas dificultades políticas, económicas y sociales y que en otro momento histórico, a falta del mismo, hundió nuestra democracia en el oscurantismo de la dictadura. Pero claro, para los que aspiran a una amplia libertad sexual y moral, la posición dialogante y transaccional de la Concertación claramente manifestada en el modelo económico, se volvió a expresar en la postergación de un debate y solución cuyo desenlace no ha concluido. Es más, la discusión sobre la distribución y utilización de la píldora del día después, no es más que el prólogo de un debate aún más arduo sobre cuestiones valóricas que se inaugura y en ese campo, se enfrentarán nuevamente las diversas visiones de la sociedad y de la Concertación y ésta, una vez más creemos que manifestará ese talante pragmático que le ha permitido subsistir en un sociedad crecientemente compleja y en constante transformación.

Esta forma de ser y entender la política por parte de la Concertación – haciendo abstracción de los reiterados y graves casos de corrupción y su grotesca irrupción en una sociedad que se creía inmune a ella-, volverá a manifestarse en toda su extensión, ya que forma parte de su naturaleza, lo que sin duda irritará a parte de sus seguidores y a otros que al margen de ella, esperan una respuesta proclive a sus posiciones; en todo caso, todos ellos seguirán percibiendo que esta realidad es opresiva y asfixiante y pensarán  que la Concertación como en el film de suspenso de Cukor, actúa como una marido ambicioso y cruel que para conseguir sus objetivos, está dispuesto a arrojar a su mujer al infierno de la locura de los anhelos inconclusos.

Sin embargo la realidad cinematográfica de una obra de ficción, dista mucho de ser equiparable al universo real de la política y en ella se enfrentarán las posiciones en pugna, donde la tolerancia y la contemporización será el gas que ilumine la acción política de la Concertación y sus adversarios, para que en lugar de que agonice la luz, esta refulja en todo su esplendor, aunque algunos sientan que  ilumina más a sus contrarios.

*Ricardo Manzi es abogado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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