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Chile en la OCDE: Penosos delirios de grandeza

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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el nulo interés que se ha prestado a las recomendaciones de la OCDE para avanzar en la solución de los verdaderos problemas del país, como es el caso de la inequidad salarial, la escasa tasa de sindicalización o la baja cobertura de la negociación colectiva, por mencionar sólo algunos…


Por Eduardo Caamaño*

Hasta el cansancio los medios de prensa nos bombardean con noticias sobre lo cerca que estamos de ingresar al famoso club de países VIP que integran la OCDE. Si hasta al ministro Andrés Velasco le brillan los ojos cuando se refiere al tema y poco falta que nos cuente las mandas que ha hecho a Santa Rita de Casia para que la anhelada invitación se haga efectiva durante el actual gobierno y éste pueda pasar a la historia como la administración que llevó al Chile del Bicentenario a las grandes ligas.

Al tratarse este tema, llama la atención la escasa atención que se da a las preocupaciones reales de los ciudadanos de a pie, a quienes nada le dicen las cifras macro o microeconómicas que tanto excitan a los tecnócratas de turno, así como el nulo interés que se ha prestado a las recomendaciones de la OCDE para avanzar en la solución de los verdaderos problemas del país, como es el caso de la inequidad salarial, la escasa tasa de sindicalización o la baja cobertura de la negociación colectiva, por mencionar sólo algunos, que colocan a Chile a años luz aún de la realidad laboral y social de los países verdaderamente desarrollados. Eso, sin mencionar otras carencias mayúsculas nuestras, como la calidad de la educación.

Sin embargo, leyendo El Mercurio o La Tercera pareciera que sólo falta que se apruebe la ley que levante el secreto bancario en favor del Servicio de Impuestos Internos para que podamos ver el glorioso arcoiris del desarrollo.

La realidad está tan trastocada y desviada de las verdaderas necesidades de las personas que hasta Alicia, luego de haber estado en el País de las Maravillas, se sorprendería. Con todo, para desgracia nuestra, la protagonista de Lewis Carrol se despierta y vuelve a su mundo normal, mientras que nosotros seguimos obligados a ver el mundo a través de la prensa desde este surrealista espejo al revés al que nos han conducido el neoliberalismo y la tecnocracia concertacionista.

*Eduardo Caamaño es Profesor de Derecho del Trabajo, Escuela de Derecho Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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