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Chadwick y la guerra contra el terrorismo «a lo Bush» Opinión

Chadwick y la guerra contra el terrorismo «a lo Bush»

Jaime Retamal
Por : Jaime Retamal Facultad de Humanidades de la Usach
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El discurso ‘glam on’ del ministro del Interior se mueve en los límites, qué duda cabe. Nadie prepara tal escenario para administrar timoratamente ‘la violencia del Estado’. Ese es el punto. Si están preparando una ‘war on terror chilensis’ tendrán que estar a la altura, si no, será tan calamitoso como las falsas ‘armas de destrucción masiva’ o como la pobre Machi que detuvieron el fin de semana, que dada la lógica entraría en la semántica de ‘enemigo fuerte’, ‘poderoso’ y ‘organizado’… y no sé si la vieron, pero tenía la misma cara de víctima que los ciudadanos de Bagdad.


Cuando asumió Chadwick en Interior se perfiló de inmediato lo que sería el más grande de sus desafíos. Sin embargo, la mayoría prefirió no hablar de ello. Era de mal gusto. El relato que se construyó sobre el ministro fue más bien laudatorio: nos hablaba de un hombre de Estado, de un político de fuste, tradicional, de un hombre fuerte que se consolidaba en el poder de La Moneda.

Llegó al centro del poder para dar orden en el discurso a través de la vocería y asumía en Interior —ahora— para dar orden a la acción.

Tal como lo oye, del discurso a la acción. En ese escenario, era evidente cuál sería su principal desafío, pero se prefirió otorgarle ese veranito de San Juan, esa Luna de Miel, que lo transformó en una especie de… ¡qué! de ‘éminence grise’, así de cursi como cursi era el relato.

Eso terminó abruptamente. Ya no son los otros los que definen el relato que perfila al Ministro como ‘un gran hombre de la gran política’, ahora es al revés; lo que se ha comenzado a construir es el relato escrito por el propio ministro, escrito con el puño y la letra de sus propias decisiones. Desde ahora, lo que se perfilaba desde un comienzo como el principal desafío de este particular ministro del Interior, se muestra ya no de perfil, sino en toda su magnitud. El fuego fatuo de La Araucanía lo determinó así.

¿Cuál es ese gran desafío?

Por la historia de este ministro, ligada a un pasado estrecho con el autoritarismo de Pinochet y Guzmán, es decir, ligada al ungimiento en el Chacarillas del Capitán General y al discipulado guzmanista en las aulas de Derecho del Campus Oriente de la Pontificia Universidad Católica, simple y radicalmente por eso, es que pensamos que el principal desafío de este particular ministro del Interior sería (es y será) el de la administración de la ‘violencia de Estado’.

[cita]Chadwick lo dijo apuntando con su dedo a las cámaras, con un tono tranquilo pero determinado a la vez y agregó: “escóndanse”, o algo así como “escóndanse, donde se escondan, los vamos a encontrar”, o algo así como “los vamos a obligar a esconderse, pero los vamos a encontrar”, lo que para el caso da lo mismo; el estudiado guión de La Moneda y del ministro ya estaba en cámara y pronto estaría en todas las pantallas del país. Y remató: “La lucha contra el terrorismo en el mundo —sí, ‘en el mundo’— no es fácil, pero la vamos a dar y los vamos a perseguir donde estén…”.[/cita]

La historia es la historia nos dicen. Hoy son otros tiempos. Ya no hay Guerra Fría. Pinochet está muerto. Ya no hay Guerra contra el marxismo leninismo. Para muchos es hasta molesto volver otra vez con todo ello, para qué, si de lo que se trata, cuando queremos alcanzar el desarrollo, es mirar precisamente al futuro y no al pasado. Para qué salir con este cuento, con qué objetivo.

Pensamos, por el contrario, que el objetivo es claro, pues lo que se cree es ‘historia’ resuelta, no es tan así cuando hay todavía innumerables cuitas pendientes con esa misma historia. Y sobre todo, cuando los actores de esa historia, posan hoy de renovados o de promotores de un olvido de cara al futuro. El objetivo, decimos, es claro.

El objetivo es saber cómo un político que tuvo una estrecha relación con el ‘poder total’ de la dictadura militar en el Chile de los 70 y 80 hoy, de vuelta a La Moneda en democracia, nada más y nada menos que de administrador de la ‘violencia del Estado’, lo hace.

Simple. Fundamental.

¿Recurre a los mismos formalismos argumentales, a la misma retórica, a la misma fraseología de entonces, a las mismas estrategias? ¿O no?

Es fácil permutar ‘guerra contra el terrorismo marxista’ por ‘guerra contra el terrorismo mapuche’. Es fácil caer en la permuta, no del contenido —ese es el punto— pero sí del formalismo argumentativo, del guión, ahora en pleno siglo XXI con otro contenido, ahora con otros actores, pero en el fondo con la misma estrategia comunicacional de antaño. Nos preguntamos ¿Cae el ministro en este ‘facilismo’? No es fácil responder a esto.

Para responder a esta pregunta es necesario recordar que la derecha chilena ha sido global desde antes de la globalización. Le encantó el discurso de la Guerra Fría no sólo porque le dio fundamento épico histórico a su guerra interna contra el marxismo, sino por el glamour que significaba estar metido en un campo de batalla internacional, con actores de la talla ‘USA-URSS’. Todos lo sabemos, a la derecha chilena le encanta la globalización, pero no sólo económica, sino sobre todo simbólica, de sentidos y significados, para darle contenido a su propia existencia como derecha en el poder y como derecha con estilo. Nuestra derecha siempre ha sido ‘glam’ (¿se recuerdan del ambo blanco que usaba Jaime Guzmán?). En esa misma línea no está demás recordarlo, pero para ellos fue un orgasmo político el frontón de Ricardo Lagos a los grandes poderes globales. Lo amaron por eso (vayan a ver El Mercurio y La Tercera de la época).

Ese es todo un tema, la ‘chilean glam right’. Pues bien, la expresión corporal, el contenido del discurso, las muletillas y cuñas comunicacionales de hace unos días de Chadwick, hacen pensar seriamente que el ministro no está pensando sólo en su pasado pinochetista guzmanista.

Dijo que ‘enfrentamos’ a un ‘enemigo fuerte’, ‘poderoso’ y ‘organizado’. La clave es ¿qué pensar cuando imaginamos a un enemigo de esa magnitud? Obvio, en ‘grupos terroristas’ altamente calificados para la acción, fuertemente armados para enfrentarse a las fuerzas de orden y militares, con una estructura jerárquica disciplinada y entrenada, con una organización que trasciende la acción pura y se desarrolla también en lo simbólico, con financiamiento nacional e internacional del más alto nivel… Obvio digo, pues siempre, la medida del miedo que sean capaces de transmitir comunicacionalmente será la medida para llenar de contenido ese terrorífico ‘enemigo fuerte’, ‘poderoso’ y ‘organizado’.

Chadwick lo dijo apuntando con su dedo a las cámaras, con un tono tranquilo pero determinado a la vez y agregó: “escóndanse”, o algo así como “escóndanse, donde se escondan, los vamos a encontrar”, o algo así como “los vamos a obligar a esconderse, pero los vamos a encontrar”, lo que para el caso da lo mismo; el estudiado guión de La Moneda y del ministro ya estaba en cámara y pronto estaría en todas las pantallas del país. Y remató: “La lucha contra el terrorismo en el mundo —sí, ‘en el mundo’— no es fácil, pero la vamos a dar y los vamos a perseguir donde estén…”.

No, el ministro no está pensando solamente en su pasado pinochetista guzmanista. Su puesta en escena es mayor, global, en medio de una gran batalla contra el mal.

El guión que están desarrollando está a la altura de un George W. Bush contra el Talibán o Sadam Husein. Se actualizó. Ya no es la URSS. Sus palabras, sus gestos (y vamos a ver su acción) a muchos nos recordaron las famosas palabras de George W. Bush a los norteamericanos: “We will find those who did it. We will smoke them out of their holes. We’ll get them running, and we’ll bring them to justice”. Fue casi evidente, como si el mismo Karl Rove las hubiera escrito.

El discurso ‘glam on’ del ministro del Interior se mueve en los límites, qué duda cabe. Nadie prepara tal escenario para administrar timoratamente ‘la violencia del Estado’.

Ese es el punto. Si están preparando una ‘war on terror chilensis’ tendrán que estar a la altura, si no, será tan calamitoso como las falsas ‘armas de destrucción masiva’ o como la pobre Machi que detuvieron el fin de semana, que dada la lógica entraría en la semántica de ‘enemigo fuerte’, ‘poderoso’ y ‘organizado’… y no sé si la vieron, pero tenía la misma cara de víctima que los ciudadanos de Bagdad.

Queda mucho por ver. Lo claro es que en el brazo fuerte del ministro estará la última palabra.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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