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El negocio de la selección en educación

Educación 2020
Por : Educación 2020 Movimiento ciudadano que busca mejorar la calidad y la igualdad de la educación chilena de aquí al año 2020.
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Esta semana vi a mucha gente indignarse por las históricas ganancias de las isapres. Las más altas en nueve años, decían los diarios. Yo misma no lo podía creer. Hice un cálculo rápido: mi plan mensual es el doble de caro que el de un hombre de mi misma edad. Eso, sólo por tener 27 años y ser mujer en edad fértil.

Yo no tengo hijos y nunca me enfermo. Entonces, ¿qué hace la isapre todos los meses con la plata que me descuenta? La respuesta es obvia y perversa: la isapre me cobra por un potencial cambio en mi salud, no porque éste se concrete.

El modelo es redondito y rentable. Las Isapres se reservan el derecho de admisión, igual que los pubs y las discoteques. Ese derecho de admisión les permite rechazar a enfermos con preexistencia, a los ancianos, a cualquier persona que les resulte riesgosa. En el fondo, excluyen a quienes más necesitan salud.

Su modelo de negocio es suculento y cruel, pues desechan y escogen sólo a gente sana y más específicamente a gente sana que pueda pagar un plan de isapre. El resultado es una doble selección: se quedan con los menos enfermos y con los más adinerados, que además tienden a tener mejor salud por su estilo de vida. Este modelo insano se replica tal cual en la educación.

El actual sistema de educación chilena corre por tres carriles: educación particular, educación particular subvencionada y educación pública. Digamos que los dos primeros son las isapres y el último es Fonasa. Igual que en las aseguradoras privadas, los colegios pagados escogen a quiénes educar, en la misma doble selección: toman a los niños y niñas provenientes de familias con mayor poder adquisitivo y a los más fáciles de educar, por su capital cultural, destacado rendimiento académico o ejemplar conducta.

Según datos del Mineduc, el 63% de los estudiantes de colegio público son prioritarios (es decir, que sufren distintas vulnerabilidades), en los particulares subvencionados son el 45% y en el particular subvencionado sólo el 4%. Otro dato: el 8% de los estudiantes de colegios públicos son indígenas. Ese número cae a un 5% en los particulares subvencionados y a 0% en el particular pagado. Último dato, el 70% de los alumnos con necesidades educativas especiales (ceguera, discapacidad intelectual, entre otras) asisten a colegios públicos.

Estos porcentajes evidencian que son los colegios públicos los que recogen mayor diversidad, los que se atreven a mezclar orígenes y capacidades. Sin embargo, esta diversidad también significa educar en contextos más difíciles. Y aquí salud y educación se cruzan en su lógica de mercado. Como ambos modelos persiguen la rentabilidad y la ganancia, excluyen a los elementos “riesgosos”. Entonces la isapre rechaza a los enfermos y los colegios de pago se niegan a educar a quienes más necesitan educación, a los que carecen de dinero o capital cultural.

Si a esto le sumamos que el sistema educacional de pago tiende a agrupar a “los más iguales” entre ellos, el escenario es desgarrador: los más ricos estudian con los más ricos, quienes pueden pagar $85 mil de colegiatura mensual estudian con otros y otras que pueden pagar $85 mil y quienes no pueden pagar nada estudian con otros que no tienen nada. El modelo de un país segregado, donde la gente no se mezcla, no se cruza y, finalmente, no se conoce, se desnuda por completo.

Es fácil ser dueño de una aseguradora que sólo admite a personas que no se enferman. Es fácil ser dueño de un colegio con altos resultados SIMCE si en su proceso de admisión sólo acepta a niños y niñas que ya tienen condiciones académicas. Lo difícil y el verdadero rol público sería arriesgarse y abrir las puertas a los excluidos. ¿Qué clase de salud es ésa que no cuida a los verdaderos enfermos? ¿Qué clase de educación es ésta que sólo educa a los que vienen “pre-educados”?

Si nos indigna el negociado de las isapres, que ganan millones a costa de un truco de selección que los beneficia, ¿por qué no nos indigna con la misma intensidad la selección en educación? ¿Por qué, si la educación responde al mismo razonamiento? ¿No es para ofuscarse esta comodidad deshumanizada, este motor de segregación y división social? Yo creo absolutamente que sí.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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