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Los desafíos de la profesión docente

Mónica Llaña y Fabiola Maldonado
Por : Mónica Llaña y Fabiola Maldonado Académicas Facultad de Ciencias Sociales y el Programa de Educación Continua para el Magisterio (PEC) de la Universidad de Chile.
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Se observa una escuela disonante en la encrucijada de las exigencias de un contexto cambiante, globalizado y en red y un sistema inflexible y burocrático, en el cual se generan profundas tensiones, tales como en la gestión tanto administrativa como en el aula, donde predominan modelos autoritarios; en la idea de ciudadano restringido al acto de votar; y esencialmente en una concepción anticuada, tecnocrática y deslegitimadora del rol docente. Por su parte, la política pública implementada en educación no logra revertir la situación de inequidad, desigualdad y exclusión social.


Los profesores se encuentran hoy ante fuertes desafíos históricos y estructurales que deberán enfrentar al interior del sistema escolar y que son específicamente significativos para ellos. Cabría preguntarse qué recursos poseen los profesores en ejercicio actualmente, para enfrentar esos desafíos, considerando la heterogeneidad y debilidad de la formación pedagógica, así como la inestabilidad del ejercicio profesional.

Es importante pensar que no es posible obviar la vinculación de los docentes en su desempeño con las condicionantes sociales en el marco del modelo de educación predominante, que es un producto histórico y político. En una sociedad como la chilena actual, en que se tensiona un neoliberalismo con presiones hacia una mayor democratización, se hace imprescindible comprender cómo esas tensiones afectan a un rol cada vez más técnico.

Por consiguiente es fundamental comprender las condiciones estructurales, históricas y políticas del sistema, en conexión con las experiencias subjetivas de los profesores, para abordar los profundos problemas que afectan a los sistemas educativos, y favorecer la legitimación de un rol que debería ser profesional.

Para aprehender la realidad de los malestares y problemas que afectan a este cuerpo profesional, es preciso profundizar en la comprensión de los múltiples impactos que genera el neoliberalismo como momento histórico. Entre ellos, destacar la tensión y oposición de subjetividades en la interacción profesor-estudiante, donde ambos sujetos comparten el rechazo a la instalación de estructuras mercantiles en la institución escolar y, en ello, se encuentran en la movilización social.

[cita] Se observa una escuela disonante en la encrucijada de las exigencias de un contexto cambiante, globalizado y en red y un sistema inflexible y burocrático, en el cual se generan profundas tensiones, tales como en la gestión tanto administrativa como en el aula, donde predominan modelos autoritarios; en la idea de ciudadano restringido al acto de votar; y esencialmente en una concepción anticuada, tecnocrática y deslegitimadora del rol docente. Por su parte, la política pública implementada en educación no logra revertir la situación de inequidad, desigualdad y exclusión social. [/cita]

El desencuentro se produce en el espacio íntimo del aula, donde los anhelos de igualdad de parte de los estudiantes, planteados como exigencias de horizontalidad en las relaciones profesor-alumno, se estrellan con la permanencia de añejas estructuras autoritarias.

 Entre las consecuencias invisibilizadas de la lógica tecnocrática, se observa la generación e instalación de un malestar docente, que se manifiesta como desmotivación, que pone en cuestionamiento la vocación pedagógica, la capacidad de reflexión crítica y de acción colectiva, todos elementos que evidencian el proceso de deslegitimización del rol profesional, el que, de acuerdo a una lógica de mercado, se ha convertido en un rol técnico.

Este rol técnico del docente se comienza a construir desde una formación inicial que es desigual, en tanto se oferta formación docente en instituciones de distinto nivel y envergadura –institutos profesionales y universidades–, cuyos perfiles de egreso y mallas curriculares son disímiles y han estado absolutamente desregulados, en un mercado educacional que se rige por normas y principios del neoliberalismo globalizante.

 En el nivel de ejercicio profesional, los profesores se ubican en una posición de gran vulnerabilidad, están sometidos a diversas tensiones y críticas respecto de su quehacer, las que incluyen la opinión socialmente generalizada, respecto a su débil e insuficiente formación para afrontar las transformaciones del sistema y sus actores. También es compartida la idea de que el profesor actual carece de la vocación necesaria para lograr aprendizajes de calidad.

Estas referencias críticas sobre el actor docente, han modificado la posición social de éste, en el sentido de que ha dejado de ser reconocido como el actor comunitario que fue en el pasado. Ya no es autoridad en algunas comunidades; hoy más bien es un extraño, a lo que se ha de agregar que también se ha debilitado como sujeto político, en tanto es un actor ausente y/o no protagónico en los procesos de movilización social.

En contraste con la debilitada posición del profesor, el estudiante hoy se configura como un actor político que posee una detallado diagnóstico del sistema, y que ha asumido un rol de liderazgo en promover la transformación del sistema educativo público, en pos de atacar las más duras consecuencias derivadas de la hegemonía neoliberal en el campo educacional, a saber, la eliminación de la desigualdad.

En síntesis, se observa una escuela disonante en la encrucijada de las exigencias de un contexto cambiante, globalizado y en red y un sistema inflexible y burocrático, en el cual se generan profundas tensiones, tales como en la gestión tanto administrativa como en el aula, donde predominan modelos autoritarios; en la idea de ciudadano restringido al acto de votar; y esencialmente en una concepción anticuada, tecnocrática y deslegitimadora del rol docente. Por su parte, la política pública implementada en educación no logra revertir la situación de inequidad, desigualdad y exclusión social.

Ante el incremento de la complejidad técnica y los cambios impredecibles, la organización escolar debería ir a la ofensiva en la creación de un clima experiencial, donde tengan espacio la complejidad e incertidumbre vividas desde la cooperación democrática y la reflexión personal y pedagógica de los profesores.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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