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Más allá de autocomplacientes y autoflagelantes


Interesante tesis plantea Cristóbal Bellolio en su última columna respecto de las dos almas ─autocomplacientes y autoflagelantes─ que habría dejado en evidencia el seminario “repensar la derecha”. Sin embargo, todo indica que se queda corto en su análisis, pues la realidad a la que alude dice relación con algo más profundo que, por de pronto, se viene gestando hace varios años, y que es necesario tener presente a la hora de comprender y proyectar lo que sucederá con la oposición.

Por un lado, tenemos lo que podríamos llamar el “proyecto liberal”. Este se compone –matices más, matices menos– por un grupo de personas que sostiene que, más que tener un análisis crítico de las ideas que han imperado durante los últimos 25 años en la derecha, hay que “defenderlas”, ”comunicarlas mejor” o, en el mejor de los casos, “revitalizarlas”. Dentro de este grupo hay algunos más conservadores y otros más progresistas en materias morales, pero todos parecen compartir la matriz típicamente de derecha postplebiscito: principio de subsidiaridad (en su versión negativa), iniciativa privada (¿oligopólica?) como motor de la sociedad, libertad económica y derecho de propiedad fuertemente garantizados, y gestión gubernamental con altos componentes técnicos.

Ellos se estructuran con diversas aplicaciones en diferentes planos, y en el último tiempo se han nutrido de los alicientes de “La Gran Sociedad” de Norman (cuestión que no deja de llamar la atención, considerando la crítica al economicismo del parlamentario británico). Tienen expresiones universitarias ─el gremialismo en la PUC y “Elegir” en la U. de Chile, por mencionar algunos─; centros de pensamiento y/o activismo de distintos perfiles y rangos etarios ─Fundación para el Progreso, IRP, Cientochenta, Horizontal y LYD─; y líderes políticos que principalmente se domicilian en la UDI y en Evópoli . Piensan que Chile ha seguido una senda de progreso muy notable, la que hay que custodiar de embates ideológicos (una muestra evidente de ello puede verse en esta columna de Julio Isamit).

Posiblemente, este grupo vislumbra a Sebastián Piñera ─ya sea por convicción o resignación─ como el candidato a apoyar en la próxima elección presidencial, quien en sus últimos discursos ha sido fiel reflejo de las ideas señaladas. En suma, aquí se ubican los que Bellolio describe como “autocomplacientes”, pero debemos advertir que esa actitud no es más que la consecuencia de una convicción política e ideológica más honda.

[cita] Lo que está en juego en los próximos meses y, en particular, el año 2017, es la correlación y proyección de estos dos proyectos políticos que se han ido gestando en el ámbito del centro y la derecha, los que se mueven en el campo intelectual, juvenil y político-profesional. Cualquiera sea el resultado de ello, resulta interesante el hecho de que la disputa  adquiere una dimensión cada vez más profunda, al menos más que los típicos “conflictos personales” que suelen dividir a los grupos dentro de la derecha. [/cita]

Por otro lado, tenemos un proyecto aún en ciernes, pero que cuenta con elementos “republicanos”, “socialcristianos” y  “nacionales”. En sus distintas vertientes se caracteriza por tener una actitud muy crítica respecto de la hegemonía de las ideas liberales-economicistas en la derecha.

A ello se agrega un fuerte reparo a la falta de discurso y de conducción política del Gobierno de Piñera, y una preocupación ─al menos discursiva─ por los niveles de desigualdad social existentes en Chile. Sus miembros creen que las ideas típicas están “agotadas”, “desactualizadas” o “carentes de la densidad suficiente”, en palabras de Hugo Herrera. Son más intelectuales, pues se sienten llamados a generar nuevas reflexiones capaces de competir con los ideólogos de la centroizquierda. Reclaman un concepto de subsidiaridad con una faz más activa; creen que el Estado tiene un rol a la hora de generar condiciones sociales que permitan el ejercicio ecuánime de la libertad; señalan ─sin decir cómo─ que la libertad económica debe complementarse con anhelos de justicia social; propugnan principios como el regionalismo y la solidaridad; y creen que la política y no la técnica debe guiar en último término la acción gubernamental.

Se les encuentra en el movimiento universitario Solidaridad, donde han desafiado al gremialismo, y en el naciente movimiento político Construye Sociedad, dirigido por ex dirigentes de la PUC, como Diego Schalper y Cristián Stewart. Poseen centros de pensamiento, como IdeaPaís, Chile Intercultural y el conocido Instituto Libertad,; y  han encontrado eco sobre todo en el PRI, pero también en algunos dirigentes de Renovación Nacional (aquí destaca la intervención que tuvo el secretario general de RN, Mario Desbordes, en el mencionado seminario). De acuerdo a las encuestas, su candidato presidencial mejor posicionado sería Manuel José Ossandón, quien en sus últimas entrevistas ha hecho gala de esta disputa, aunque despreciando la importancia de las ideas, algo que no se condice con la generalidad de este grupo. Así, en este lado estarían aquellos que Bellolio califica como “autoflagelantes”, caracterizando un efecto de la actitud revisionista que se ha venido desarrollando.

Lo que está en juego en los próximos meses y, en particular, el año 2017, es la correlación y proyección de estos dos proyectos políticos que se han ido gestando en el ámbito del centro y la derecha, los que se mueven en el campo intelectual, juvenil y político-profesional. Cualquiera sea el resultado de ello, resulta interesante el hecho de que la disputa  adquiere una dimensión cada vez más profunda, al menos más que los típicos “conflictos personales” que suelen dividir a los grupos dentro de la derecha. Hay que reconocer, por ende, que la crítica de los intelectuales parece ser en gran medida responsable de esa transformación, que  llega en buena hora a una coalición donde suelen pesar más los parentescos que las ideas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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