Durante este año 2018 se han hecho públicos dos hitos problemáticos protagonizados por la Universidad Tecnológica de Chile INACAP.
Por una parte, esta institución ha fracasado una vez más en sus objetivos de acreditación, logrando por segunda vez consecutiva el mínimo de dos años otorgados por la Comisión Nacional de Acreditación (CNA). En este marco, tras un mes de confirmada la noticia, y después de once años en el cargo, su rector Gonzalo Vargas Otte ha presentado su renuncia (CNN Chile, 2018).
Durante las últimas semanas han surgido voces que buscan explicar las razones de este fracaso, ateniéndose a pasajes del informe emitido por la CNA, se alude a una serie de situaciones problemáticas generadas a partir del vínculo con el Centro de Formación Técnica y el Instituto Profesional INACAP, como la dificultad para distinguir los objetivos de la universidad, la falta de espacios destinados a esta institución, o la escasa dotación de académicos con dedicación exclusiva (Cifuentes, 2018).
Por otro lado, durante este año 2018 han ganado notoriedad una serie de movilizaciones de profesores de diferentes sedes de INACAP a lo largo del país, acusando a la institución de desarrollar prácticas que vulneran su estabilidad laboral y académica, como la irregularidad de las cargas horarias y la asignación salarial (Bustos, 2018; Vega, 2018).
¿Cómo es posible que la cuarta universidad con más estudiantes en el país, con capacidad institucional como para abrir más de 20 sedes a lo largo de todas las regiones de Chile, y cuya propiedad corresponde a uno de los organismos empresariales más poderosos de la nación, no logre salir del rango mínimo de acreditación y calidad de la educación? ¿Qué relación tiene esto con las movilizaciones y demandas de sus trabajadores docentes?
En el presente artículo se propone que el fracaso en la acreditación de la Universidad Tecnológica de Chile INACAP, es producto de la propia racionalidad bajo la cual opera esta institución, y que se traduce en lógicas, prácticas y situaciones perversas que perjudican sensible, notoria y profundamente su calidad académica y la propia vida laboral, personal y familiar de sus trabajadores docentes.
A continuación, se exponen una serie de situaciones y antecedentes articulados entre los ámbitos laboral y académicos, que explican el planteamiento anterior y que describen la situación de asedio y acoso laboral permanente al cual están sometidos los trabajadores docentes de la Universidad Tecnológica de Chile INACAP.
Cada profesor que ingresa a INACAP, luego de dos contratos semestrales consecutivos a plazo fijo, pasa a firmar el tercero de estos documentos legales, el cual será indefinido. Cada uno de estos contratos se hace por un valor mensual de entre 80 y 90 mil pesos. El salario real se fija en el denominado “anexo de contrato”, el cual se renueva todos los semestres de acuerdo a la carga horaria que se le asigna al profesor, la cual puede variar semestralmente. De hecho, la “Circular N.º 8 de Inacap”, indica que la carga horaria puede ser reducida hasta en un 30% semestre a semestre para quienes hacen más de 600 horas de clases semestrales, y hasta en un 50% para quienes hacen menos de 600 horas (Bustos, 2018).
Concretamente, esto significa que, si el sueldo de un profesor depende directamente de su carga horaria, y según la normativa interna esta podría ser reducida semestralmente, cada profesor en el transcurso de un semestre no sabe cuál va a ser su sueldo en el semestre siguiente, el cual, bajo este modelo, perfectamente podría reducirse. Más expresivo aún, cualquier profesor de INACAP durante la primera semana de julio de un año cualquiera, desconoce cuál va a ser su salario de fines de agosto del mismo año.
De igual forma, si la normativa interna permite que la carga horaria pueda variar en un 30% semestre a semestre para quienes tienen más de 600 horas de clases, esto significa que, en apenas 3 semestres, un año y medio, un profesor cualquiera podría perfectamente ver disminuido su número de horas de clases, por lo tanto, su sueldo, en un 90%, al tiempo que ese 10% que le mantienen de horas y de salario, le permitiría seguir siendo trabajador de INACAP. Es decir, en los hechos: prácticamente un despido, pero sin indemnización.
Para quienes tengan asignadas menos de 600 horas es más complejo aún, en dos semestres podrían quedarse sin horas de clases, pero con un contrato de entre 80 y 90 mil pesos mensuales. Nuevamente, en los hechos, un virtual despido sin indemnización.
La renovación de la carga horaria se asigna a partir de factores como: la demanda de profesores que presente determinada carrera, la evaluación docente, la propia disponibilidad que ofrezca el profesor, y la valoración profesional que el Jefe de Carrera o Director de Área respectivo tenga del docente en cuestión.
La demanda de profesores está determinada por la cantidad de estudiantes que tenga la carrera, es decir: una suerte de producto entre la expansión de la matrícula, la capacidad de retención, versus la deserción de los estudiantes a lo largo de los años. En términos simples: si hay estudiantes, puede que haya horas disponibles y por lo tanto sueldo; mientras menos estudiantes, menos posibilidades de lo anterior, lo cual, por una parte, implica la situación perversa y abusiva de que el riesgo de la actividad de la institución está totalmente puesta sobre los sueldos de los profesores, es decir: si INACAP baja la tasa de matrícula, los primeros que pierden son los docentes, no en un año, sino que en el mismo momento en el que baja el número de alumnos, pues inmediatamente baja el número de cursos, de horas asignadas, y por lo tanto los sueldos. Y, por otro lado, genera el incentivo perverso de efectuar una serie de acciones en diferentes niveles con tal de aumentar la matrícula y retener a los estudiantes. Presión que recae sobre los Jefes de Carrera o Directores de Área, y que estos les traspasan explícitamente a los profesores.
La evaluación docente es otra situación compleja, cuyas instancias más decisivas son: la evaluación de los estudiantes y el “acompañamiento” que realiza un par. Es difícil dimensionar los efectos del primero de estos ítems, por una parte, podría afirmarse que funciona como una suerte de encuesta al consumidor, en donde los estudiantes no tienen injerencia ni en la construcción del instrumento ni en los estándares que se miden, de hecho, este proceso no responde a una demanda del estudiantado como en la mayoría de los casos en otras universidades, su iniciativa es netamente institucional. Por otro lado, los estudiantes podrían argumentar, y suelen hacerlo, que los resultados de esta encuesta no provocan los cambios que ellos esperarían.
Por su parte, el “acompañamiento docente” lo desarrolla un profesor de la universidad que haya sido asignado permanentemente para la tarea. En este caso operan articuladamente las jefaturas de carrera o direcciones de área, la figura del Coordinador de Especialidad, quien en los últimos años ha asumido este “acompañamiento”, y el asesor o asesora pedagógica.
Si bien existe un instrumento de evaluación reconocido anticipadamente, es este evaluador quien aplica sus criterios para definir el desempeño de los profesores en sala a partir de las tres visitas a tres clases que realiza a lo largo del semestre, al cabo de lo cual hace firmar un “compromiso” al profesor evaluado consistente en mejorar en determinados aspectos y asistir a cursos de formación pedagógica en horarios alternos al desarrollo de las clases, principalmente los días sábados o en el mes de enero.
Los resultados de esta evaluación son formalmente un elemento determinante para la asignación de la carga horaria, la potencial jerarquización de los profesores (quienes hasta el año 2017 eran denominados internamente como “colaboradores docentes” y que ahora, con la puesta en marcha de este proceso de jerarquización, son llamados institucionalmente “académicos”), y el acceso que tengan a proyectos o a financiamiento de actividades.
Otra práctica de esta institución en los ámbitos laboral y académico, es que en INACAP la carga horaria de los profesores y por lo tanto sus remuneraciones, corresponden específicamente al número de horas de clases dentro de la sala, sin considerar atención de alumnos, preparación de material y de las mismas clases, elaboración de instrumentos de evaluación, corrección de pruebas, entre otras actividades esenciales y permanentes.
Lo anterior significa que todo el trabajo de preparación de esas clases, de elaboración y revisión de pruebas, trabajos, ensayos, salidas a terreno, son impagas. Si un docente de INACAP toma una prueba escrita, toda la revisión de esas respuestas corre por su cuenta. Si un profesor de INACAP debió firmar el compromiso de asistir a un curso de formación pedagógica porque el “Coordinador de Especialidad” así lo considera, todas esas horas dedicadas un día sábado por la mañana no serán pagadas. Si un profesor de INACAP debe asistir a una reunión fijada en un horario de clases que no le corresponde, deberá movilizarse por la ciudad, suspender sus actividades, participar activamente de la reunión, lo que implica colaborar creativa y cognitivamente, y desarrollar todo esto de forma gratuita, pues INACAP no le va pagar ni esas horas utilizadas ni esos recursos movilizados.
En este punto es particularmente relevante la situación de la elaboración de las tesis, las cuales se desarrollan con modalidad de seminario, es decir, a través de un curso regular a lo largo de un semestre y compuesto por un número estándar de estudiantes -entre 20 y 35 alumnos, o en algunos casos más. Estos alumnos forman grupos, los cuales van desarrollando sus investigaciones en el transcurso del semestre, y de cada grupo sale una tesina que deberá entregarse en formato escrito y defenderse con una presentación oral al final del periodo.
Como la población de estudiantes en INACAP es extensa, suele suceder que cada promoción tiene varias secciones (cursos). Por lo cual, una asignatura se ofrece en dos o tres horarios. Lo cual quiere decir que, si es de toda norma que un mismo profesor guíe todos los grupos de tesis de un curso, que pudiesen ser entre 5 y 10, es totalmente posible que le asignen dos o tres cursos de seminario, y por lo tanto que deba guiar 15 o más grupos de tesis.
Como es notorio, si prácticamente no es posible guiar ese número de investigaciones de forma adecuada, es humanamente imposible revisar todas esas tesinas escritas de entre 60 y 100 páginas en una semana o dos, que es el rango de tiempo que queda entre la entrega final de los textos y la defensa. Si bien, esa revisión se podría ir haciendo por entregas parceladas a lo largo del semestre, es un hecho que las versiones finales no pueden ser adecuadamente revisadas. Bajo esta modalidad, además, los horarios de clases están destinados para guiar las investigaciones, es decir, toda la revisión de cada una de esas tesinas es impaga, corre a cuenta del tiempo “libre” del profesor.
Este sistema de contratación, asignación de cargas horarias y estipulación de remuneraciones llevado a cabo por INACAP se constituye en un modelo perverso que despoja a los profesores de la libre determinación de su tiempo externo a su horario laboral. Se trata de un mecanismo macabro que les roba el tiempo libre y los obliga a desarrollar trabajo sin una remuneración a cambio.
Este modelo implementado por INACAP, no solamente atenta contra el normal y armónico desarrollo de la vida privada y familiar de sus profesores, no solamente significa robarles a los hijos del profesor o profesora el fin de semana con sus padres, también es una suerte de suicidio de la calidad de la enseñanza que la institución está entregando, pues, por contrato esta institución obliga a sus profesores a realizar trabajo por el cual no les están pagando, quienes deben realizarlo en momentos que deberían estar descansando o realizando otras labores, por lo tanto, inevitablemente se ven en la disyuntiva de dedicarle todo el tiempo que realmente merecen esas actividades esenciales o recuperar su propio tiempo libre. En términos simples y concretos, cualquier profesor de INACAP debe decidir el fin de semana si elaborar y/o revisar las pruebas o estar con sus hijos, si preparar las clases o estar con su familia. Si optan por lo primero, se les despoja de su tiempo libre y su vida privada. Si optan por lo segundo, perjudican la calidad de la enseñanza que están entregando y dañan a sus estudiantes como futuros profesionales.
En este punto podría argumentarse que los profesores son libres de aceptar o no estas condiciones. Sin embargo, aquello sería irreal, pues, como ya se explicó, la carga horaria se va renovando cada semestre en los “anexos de contrato”, y de igual forma cada semestre la jefatura de carreras, junto al “Coordinador de Especialidad”, emite un informe de “evaluación docente”. Es decir que, cada vez que un docente de INACAP pudiese “decidir” si trabajar o no las horas que no le pagan, si revisar o no las pruebas en un horario alterno, si asistir o no a los cursos de formación docente los sábados, si tomar o no los cursos de seminario y someterse a revisar las tesis hasta altas horas de la madrugada, si acudir o no a las reuniones que intempestivamente le fijan, si tener las notas ingresadas al sistema en una fecha específica pese a que no le están pagando por eso, lo más probable es que en ese momento recuerde que al finalizar el semestre su carga horaria y por lo tanto su sueldo podrían no ser los mismos, podrían perfectamente reducirse en un 30% o en un 50%, e inclusive repetirse aquello semestre a semestre hasta llegar a tener un 10% o un 0% de lo que tenía si sus jefes así lo deciden. Es decir, trabajar en INACAP significa vivir con la permanente, cotidiana, no explícitamente declarada, pero formalmente operativa amenaza institucional de la reducción horaria y salarial ante cualquier incumplimiento o reclamo.
Es verdad que esto ocurre en muchas instituciones educativas en donde los académicos no jerarquizados se ven sometidos a situaciones similares, sin embargo, en INACAP es la norma que aplica para todos sus docentes. Es la normalidad que intentan construir. No es la parte oscura del sistema, es así como consciente y formalmente opera.
¿Por qué INACAP no les paga a sus profesores por esas horas de trabajo que hacen? ¿Dónde está la plata de las matrículas y las mensualidades que pagan sus estudiantes a esta universidad que es la cuarta con la mayor población del país y que tiene más de 20 sedes a lo largo de Chile? No está en investigación, porque INACAP no hace investigación. No está financiando jornadas completas, porque INACAP no tiene jornadas completas. No está en la infraestructura para gestionar las prácticas profesionales a sus estudiantes, porque INACAP no gestiona las prácticas profesionales a sus estudiantes. No está en becas de alimentación y Jardín Infantil, porque INACAP no otorga becas de alimentación y Jardín Infantil para sus estudiantes. No está en mejoras salariales a los académicos con postgrados, pues, por lo menos hasta el año 2016, un profesor con magíster podía postular a ganar 100 pesos más por hora de lo que ganaba antes de tener el grado de magíster.
El fracaso en la acreditación de la Universidad Tecnológica de Chile INACAP por segundo año consecutivo, no es producto de una falla en su sistema, es el resultado de la racionalidad bajo la cual se basa su funcionamiento. Donde uno de sus pilares fundamentales es un modelo perverso de contratación y relaciones laborales, que incluye asedio y hostigamiento laboral, que no permite la libertad de cátedra, con programas donde los profesores no pueden decidir si quiera el número de evaluaciones a tomar, y que genera dos grandes consecuencias: un brutal y macabro despojo y robo del tiempo que debiese ser de libre disposición de sus profesores, tiempo no remunerado que se ven en la obligación de dedicar al trabajo, lo cual daña su vida personal, privada y familiar; y un enorme deterioro de la calidad de la educación que la institución les entrega a miles de estudiantes y sus familias a lo largo de Chile, que invierten sus recursos y sus expectativas y que deberían saber que consciente y racionalmente la institución está muy lejos de retribuirles el esfuerzo económico y emocional que ellos están haciendo.