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La guerra que Putin está perdiendo Opinión

La guerra que Putin está perdiendo

Boris Yopo H.
Por : Boris Yopo H. Sociólogo y Analista Internacional
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Estamos así en el momento más peligroso de la guerra. El líder ruso ha demostrado que no tiene escrúpulos en escalar el conflicto, porque su propia sobrevivencia política depende de cómo este termine. Lo cierto es que cometió un error de consecuencias catastróficas, y ahora no sabe cómo salir, siendo su única estrategia seguir aumentando la intensidad del conflicto, infligiendo daños cuantiosos a la población civil ucraniana, como recurso desesperado para responder y cubrir el repliegue de sus fuerzas en los territorios en disputa.


Cuando comenzó la invasión a Ucrania, pocos imaginaron el escenario que se vive hoy.  Y es que esta intervención ha tenido un resultado diametralmente opuesto a lo que el líder ruso esperaba, cuando ordenó la invasión. Su predicción era que el gobierno de Ucrania se derrumbaría a los pocos días de iniciado el ataque, y que Estados Unidos y Europa con el tiempo aceptarían y se acomodarían a esta nueva realidad. Bueno, eso no solo no sucedió, sino que el ataque reactivó y llevará a una ampliación de la OTAN, mientras que los vínculos comerciales, políticos, culturales, y de otro tipo, de Rusia con Occidente, están quedando reducidos a su mínima expresión, a raíz de lo sucedido.

Parte de este fracaso en esta intervención militar se explica por el hecho de que después de la anexión de Crimea, en el 2014, y las tensiones en la zona del Donbás, Ucrania comenzó a prepararse para lo que siempre supieron podía ser inminente: que la Rusia de Putin no aceptaría una Ucrania independiente, que buscase salir de la zona de influencia histórica del dominio ruso, virando hacia relaciones más estrechas con la Unión Europea y Occidente. Y es que Putin siempre ha temido que, si “pierde” Ucrania y Bielorrusia (donde estuvo a punto de caer el dictador que allí gobierna), eso podría generar un efecto similar al interior de la propia Rusia, algo que bajo ninguna circunstancia iba a permitir.

No son entonces, en realidad, los temores a la expansión de la OTAN o la existencia de “neonazis” en Ucrania lo que llevó al líder ruso a actuar, sino su propia supervivencia política amenazada por cambios políticos en su entorno geográfico cercano. Porque lo cierto es que nunca estuvo seriamente en los planes de la OTAN expandirse a Ucrania y, respecto a la existencia de neonazis, esos existen en toda Europa hoy, son un problema y riesgo para la democracia, pero para nada tienen el poder o capacidades para ser una amenaza a Rusia o para los rusoparlantes en las zonas fronterizas hoy ocupadas por Rusia. De hecho, ninguna institución de derechos humanos seria ha acreditado que esas amenazas o persecución de rusoparlantes existieran a una escala que justificase la invasión completa de un país.

Ahora, en el mundo occidental los líderes y expertos están divididos respecto a cómo seguir. Hay algunos como el Presidente Macron de Francia, o el ex Secretario de Estado Henry Kissinger, que creen que no hay que humillar a Putin, y mantener una puerta abierta al diálogo; otros, sin embargo, sostienen que el líder ruso solo entiende y respeta el poder y la fuerza, y que hay que derrotarlo para terminar la guerra. El problema es que “derrotarlo” podría llevar a una escalada fuera de control, mientras que “apaciguarlo” no ha dado resultados, y es muy improbable que se conforme con logros menores, considerando que toda su credibilidad doméstica está basada ahora en el resultado que tenga este conflicto.

Y es que hasta recientemente se pensaba que el conflicto se prolongaría por años, con ninguna de las dos partes alcanzando un resultado decisivo en la guerra. Y este escenario no complica al menos por ahora a Putin, porque en un clima de guerra le es más fácil cohesionar el apoyo de los rusos, y ocultar otros problemas que experimenta a diario la población. La retórica de una gran guerra contra el fascismo, aunque sea una quimera, aún tiene alto impacto en la sociedad rusa, reforzada además por el monopolio informativo que tiene Putin, y el ahogo y represión contra sectores disidentes que lo han desafiado. Aún más, en semanas recientes el líder ruso se comparó con el Zar, Pedro el Grande, y dijo que lo que hace es recuperar “tierras que siempre fueron rusas”, es decir, tácitamente reconoce que lleva adelante una guerra de expansión.

Sin embargo, el curso de la guerra ha ido de mal en peor para Putin, y la anexión que hizo en estos días de las zonas fronterizas de Ucrania ha servido de poco, porque las fuerzas ucranianas han ido recuperando parte importante de estos territorios, y aun con avances lentos y retrocesos en ciertos momentos, la gran mayoría de los analistas considera que este es un curso irreversible y que, tarde o temprano, esta es una guerra que Putin perderá. La amenaza que ha hecho en días recientes, de usar armas nucleares tácticas, y la conscripción obligatoria de nuevos reclutas, no es sino un reconocimiento de que el curso de la guerra no evoluciona en su favor.

Estamos así en el momento más peligroso de la guerra. El líder ruso ha demostrado que no tiene escrúpulos en escalar el conflicto, porque su propia sobrevivencia política depende de cómo este termine. Lo cierto es que cometió un error de consecuencias catastróficas, y ahora no sabe cómo salir, siendo su única estrategia seguir aumentando la intensidad del conflicto, infligiendo daños cuantiosos a la población civil ucraniana, como recurso desesperado para responder y cubrir el repliegue de sus fuerzas en los territorios en disputa.

Ante este escenario, ¿llegará Putin a hacer uso de armas nucleares? No es descartable, pero tiene un doble problema, que ni eso cambiará el curso de la guerra y que se expone, además, a una masiva represalia de la OTAN y de Estados Unidos, si es que lo hace, represalia que no sería necesariamente nuclear también, sino una asistencia militar y logística a Ucrania de una envergadura no vista hasta ahora, que le podría permitir dar un golpe decisivo en la guerra. Por otra parte, el gran problema es que casi no hay margen para una negociación hoy. La situación está en un punto de no retorno, en el cual el gran obstáculo es la existencia misma de un Putin que no puede aceptar ahora volver al estado ex ante, al inicio del conflicto. Un escenario dramático, de desenlace incierto y altamente peligroso.

Este es el mundo que vivimos hoy.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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