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Católicos a favor del aborto

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Por: Manuela Tironi 


Señor director:

Desde que el gobierno ingresó el proyecto de ley de interrupción voluntaria del embarazo con  plazos, el Arzobispo Fernando Chomali ha aparecido en varios medios expresando su rechazo al  proyecto que permitiría el aborto sin causales hasta la semana 14 de gestación. Entre otros comentarios, Chomali ha dicho que un aborto “jamás puede ser considerado como una  prestación de salud”. Sin embargo, existen cientos –si no miles- de profesionales de la salud en el  mundo cuyas convicciones religiosas les guían a prestar, y no a denegar, servicios de salud  reproductiva.

Existen médicos, estudiantes de medicina y otros profesionales de la salud que se  sienten impulsados a prestar servicios de aborto no sólo porque es éticamente necesario para  cumplir su juramento profesional, sino también por un compromiso con la justicia social que se  fundamenta en su fe. Su compromiso de seguir su propia conciencia y respetar el derecho de una  persona embarazada a hacer lo mismo trasciende las batallas ideológicas y rompe tabúes.

El aborto es, sin duda, una prestación de salud: Cuando a las personas se les niega el acceso a  servicios de aborto seguro, corren un mayor riesgo de recurrir a métodos inseguros que pueden  provocar complicaciones graves o potencialmente fatales. El aborto inseguro es una de las  principales causas de mortalidad materna, y se calcula que provoca entre 22.800 y 31.000 muertes  maternas al año en todo el mundo. En contraste, cuando el aborto es legal y puede llevarse a cabo  sin barreras de acceso, es bastante seguro: la tasa de complicaciones es inferior al 1%. Ante el futuro debate de este proyecto de ley en el Congreso chileno, es ahora un buen momento  para recordar que la jerarquía de la Iglesia Católica está compuesta exclusivamente por hombres  célibes, que no tienen esposas y tampoco tienen hijas, y que están -muchas veces- alejados de la  realidad que viven las mujeres día a día, incluyendo a aquellas que quieren ser madres. Usar la fe  como herramienta para alimentar el estigma peligroso que rodea a un procedimiento seguro es  preocupante y sólo contribuye al aislamiento de quienes, siendo creyentes, necesitan acceder a  prestaciones de salud reproductiva. 

Manuela Tironi 

Senior Advisor 

Catholics For Choice

Washington D.C 

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