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Lo bueno y lo malo del dolor

Lo bueno y lo malo del dolor

Antonio Eblen-Zajjur
Por : Antonio Eblen-Zajjur Laboratorio de Neurociencia Traslacional, Facultad de Medicina, Universidad Diego Portales
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Es muy frecuente considerar el dolor como algo negativo y dañino. Una sensación que es mejor no experimentar nunca en nuestra vida, y cuya ausencia absoluta es parte del idealizado mundo feliz. Sin embargo, ciertos casos que a diario vivimos nos ilustran el lado bueno del dolor como parte de nuestro sistema de alarma corporal. Un buen ejemplo es una piedra en el zapato: al generar dolor, nos detenemos para sacarla lo antes posible y así continuar con nuestro camino. Sin el dolor, seguiríamos con la piedra hasta el final del día, generando una úlcera profunda en el hueso de la planta del pie. Es el dolor el que evita que, al morder, no apretemos nuestra lengua o labios contra los dientes, es el dolor el que activa el reflejo de retirada de nuestra mano al tocar un objeto caliente –o ante un golpe o una picadura de insecto– y es el dolor el que inmoviliza una fractura, reduciendo los movimientos que lesionarían vasos sanguíneos y nervios cercanos a los bordes óseos. 

Existen raras enfermedades genéticas en las que el paciente nace sin receptores de dolor, y a pesar de que muchos pensarían que pueden tener una vida feliz, estos pacientes no superan los primeros años de vida por las lesiones corporales generadas por la ausencia de dolor y sus reflejos protectores. De hecho, estos bebés podrían succionarse un dedo al extremo de dejarlo en el hueso. Otras enfermedades mucho más frecuentes, como la diabetes y la lepra, se caracterizan por el hecho de que la sensibilidad a estímulos dolorosos (nocicepción = sensación de lo nocivo) se encuentra alterada debido a diversos y complicados mecanismos aún no totalmente conocidos. En estos pacientes, la reducción en la sensibilidad puede llegar al punto de tomar una olla hirviendo o golpearse repetidamente los dedos en las puertas hasta formarse quemaduras graves o pérdida de los dedos (autotomías), sin la menor señal de dolor. 

En la diabetes también se da el caso contrario. Estímulos normalmente no dolorosos son percibidos como tales (Alodinia), y los dolorosos, pueden percibirse con mucha mayor intensidad (Hipersensibilidad). Estos fenómenos se deben a varios factores, como las reconexiones neuronales anómalas en la médula espinal, así como a la alteración en la liberación de sustancias químicas de comunicación entre las neuronas (Neurotransmisores).

Estos ejemplos, nos demuestran la relevancia y alta eficiencia de nuestro sistema de protección basado en el dolor. Pero, cuando el dolor continúa y se incrementa más allá de la función de alarma y protección –en especial cuando se cronifica–, a pesar de que la causa original ya haya sido resuelta, se convierte en una tortura para el paciente. Este dolor es uno de los casos más frecuentes de la patología humana y una de las mayores causas de ausentismo laboral y de disminución intensa de la calidad de vida. 

El jueves 17 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Lucha contra el Dolor, promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés). Esto último, es un buen recordatorio de la necesidad de formar recursos humanos asistenciales y de investigación tanto básica como aplicada en dolor, responsabilidad que la Facultad de Medicina de la Universidad Diego Portales ha asumido desde hace muchos años con su Programa de formación de especialistas en Anestesiología y Reanimación, con sus 5 campos clínicos, así como el desarrollo de proyectos de investigación científica básica sobre los sistemas endógenos de modulación del dolor y  proceso de cronificación del dolor, aplicando técnicas electrofisiológicas y neuroquímicas.

En paralelo, se hace necesaria la investigación clínica. Un ejemplo de este esfuerzo es el estudio de pacientes con dolor crónico lumbar, usando una técnica novedosa y patentada para el diagnóstico no invasivo de la función de la médula espinal mediante espectroscopía de infrarrojo cercano, en asociación con la Pontificia Universidad Católica de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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