
Lo que el ojo capta, el voto siente: Winter, Matthei, Tohá
La imagen de una candidatura no compite solo con su adversaria directa. Compite con la receta del día, el video del gato viral y la indignación del último trending topic.
Bajo el capitalismo algorítmico la política transcurre en feeds digitales y la fotografía ya no es una carta de presentación, sino una herramienta estratégica -perceptual- y fundante de subjetividades gaseosas. El capitalismo transformó el estatuto de la visualidad al construir aparatos de visión, reglas de trabajo mediático y zonas de propaganda libidinal dependientes de la aceleración del tiempo. El giro visual celebra las economías del placer (memorias líquidas, ciborgs sexuales y quimeras electrónicas).
Desde esta premisa realizamos un estudio de corte transversal descriptivo en la UBB, orientado a observar cómo personas independientes -sin afiliación política- procesan visual y emocionalmente las imágenes de tres figuras presidenciales en competencia implícita: Evelyn Matthei, Carolina Tohá y Gonzalo Winter.
El estudio incluyó a 75 personas (43 mujeres y 32 hombres), entre 18 y 60 años, residentes en las regiones del Biobío, Ñuble y Maule. Todas y todos se declararon independientes. A cada participante se le expuso a una selección de tres imágenes auténticas por cada figura política, tomadas desde sus respectivos perfiles en X (ex Twitter). Se utilizó un diseño mixto que combinó la tecnología de seguimiento ocular (eye tracking), para registrar los movimientos visuales sobre los estímulos, y el método Retrospective Think Aloud (RTA), que permitió recoger verbalizaciones espontáneas sobre lo que las imágenes les evocaban en términos de emociones, valores y percepciones.
Los resultados revelan patrones diferenciados. Un 52% de los participantes expresó mayor confianza y cercanía hacia Evelyn Matthei. Carolina Tohá, en cambio, fue asociada de manera inmediata al oficialismo, lo que afectó negativamente su evaluación emocional, especialmente en personas con posturas políticas moderadas o más bien críticas al actual gobierno. Gonzalo Winter generó reacciones ambivalentes: mientras un 28% lo valoró por su estilo “auténtico”, “cercano” y “juvenil”, otro grupo importante lo asoció con la improvisación o con una “rebeldía sin estructura”.
Desde el seguimiento ocular, las imágenes de la candidata Matthei mostraron tiempos más breves hasta la primera fijación en el rostro, un mayor número de fijaciones y más tiempo de permanencia en la zona facial. Estos indicadores, ampliamente validados en la literatura científica, reflejan un mayor nivel de atención visual, interés cognitivo y vinculación emocional. En las imágenes de Carolina Tohá se observó una mayor dispersión de la mirada hacia elementos secundarios -como fondos, banderas o tipografías- lo cual sugiere una menor conexión directa con su rostro y presencia política. En el caso del candidato Winter, la atención se centró principalmente en sus gestualidad, vestimenta y composición del entorno, donde aparecía con personas o elementos urbanos. Esto último generó comentarios tanto de identificación como de escepticismo.
Durante las entrevistas con método RTA, surgieron conceptos asociados a Evelyn Matthei como “decisión”, “experiencia” y “presencia territorial”. Carolina Tohá, por su parte, queda afiliada a los atributos de la “racionalidad técnica”, la “distancia” y “rol institucional” pero además una falta de carisma ya que las imágenes mostraban una sonrisa forzada. En el caso de Winter, las palabras más frecuentes fueron “naturalidad”, “frescura” y “carisma disruptivo”, aunque también aparecieron asociaciones con “inmadurez” o “falta de solidez”, especialmente entre los grupos de mayor edad.
Aunque este no es un estudio electoral, los resultados dialogan con lo que señalan las actuales encuestas: Evelyn Matthei lidera en “intención de voto”, mientras que Winter aparece como una figura emergente, capaz de movilizar nichos específicos del electorado joven. Esta correlación entre percepción visual-emocional e intención de voto refuerza hallazgos de la literatura científica: lo que vemos y sentimos frente a un rostro político influye en nuestra decisión. Los gestos, las expresiones, la composición gráfica, el nivel de foco, todo comunica una narrativa visual que trasciende el texto o el discurso explícito.
La neurociencia cognitiva ha demostrado que la atención visual -medida por tecnologías como el eye tracking- no solo revela lo que observamos, sino cómo lo procesamos. La duración de una fijación, la velocidad con que el ojo se posa sobre un rostro o la cantidad de veces que retorna a una zona específica son datos que permiten inferir niveles de agrado, desagrado, sospecha o interés. En plataformas como X, donde el tiempo de exposición es limitado y la competencia por la atención es feroz, una imagen eficaz no es solo una cuestión de estética, sino de persuasión estratégica.
En síntesis, la política visual dista radicalmente de ser una dimensión periférica de la comunicación electoral. Es núcleo y es síntoma. Hoy se ha intensificado aquello que se mira, cómo se mira y cuánto se mira influye directamente en lo que pensamos y sentimos. Herramientas como el seguimiento ocular no solo permiten medir la atención, sino comprender los mecanismos que estructuran nuestras decisiones a través de la mirada. En tiempos donde la política se juega en la pantalla del teléfono, entender lo que revelan nuestros ojos puede ser tan decisivo como cualquier discurso. Entonces, el riesgo es una facticidad preocupada por monopolizar -corporativizar- la organización de la mirada.
En los años ochenta, una fotografía política podía durar semanas en la portada de un diario. Hoy, ese mismo rostro tiene segundos para provocar una reacción antes de perderse en la avalancha del scroll. Las plataformas digitales, en particular X, han convertido la imagen política en una partícula fugaz. Pero fugaz no es sinónimo de inofensiva. Por el contrario, su brevedad la hace más emocional, más intuitiva, más poderosa.
La imagen de una candidatura no compite solo con su adversaria directa. Compite con la receta del día, el video del gato viral y la indignación del último trending topic. En ese entorno, el gesto facial, la ropa, la dirección de la mirada, la textura de fondo y el color predominante terminan decidiendo si un rostro se recuerda o se descarta. No hay tiempo para más.
Entonces se intensifica la política como construcción visual de la cotidiana. Y la atención se convierte en moneda. ¿Quién logra capturar la mirada? ¿Quién logra sostenerla? ¿Quién logra emocionar sin decir una palabra? Son preguntas que hoy pesan tanto como cualquier declaración programática.
Lo que mostró este estudio es que la respuesta no siempre está en el contenido, sino en el encuadre. Las imágenes de la candidata Matthei conectaron porque transmitieron presencia y acción. En el caso de Carolina Tohá, en cambio, comunicaron un rol institucionalista. Por fin, Gonzalo Winter despertó afecto e identificación en públicos jóvenes, pero no lograron aún consolidar una figura transversal. Y esas diferencias, aunque sutiles, fueron interpretadas por los ojos con la crudeza que a veces no tienen las palabras. No se trata de evaluar quién es mejor candidato, sino de entender cómo opera la percepción cuando se cruzan política, emoción y visualidad.
Y aquí aparece otra cuestión, más estructural: ¿sabemos leer imágenes? ¿Sabemos interpretar lo que una fotografía insinúa más allá de lo que muestra? La mayoría de nosotros no. En Chile, la alfabetización visual sigue siendo una deuda, y ello comprende ir más allá de un conjunto limitado, productivo y centralizado de cifras y operaciones. Aprendemos a escribir, a leer textos, a opinar. Pero no aprendemos a mirar críticamente. Y en un mundo donde la imagen se ha vuelto argumento, eso nos deja expuestos. Quizás por eso este tipo de estudios resulta crucial: para predecir y poner en evidencia que la imagen, hoy, tiene efectos reales. Que mirar también es actuar. Y que detrás de un gesto en una foto puede estar la diferencia entre parecer gobernable o parecer lejana. O, como en el caso de Gonzalo Winter, parecer posible, pero aún no inevitable.
No es casual que los equipos de campaña inviertan tanto en administrar el relato visual. Lo que sí debería preocuparnos es que, como electores, aún no exijamos con la misma fuerza el derecho a comprender la política de imágenes. Porque si todo entra por los ojos, extensiones de pupila, también deberíamos tener herramientas para responder con algo más que un “me gusta” –clamatio romano– de los usuarios. Una democracia expresiva implica pasar de audiencias dóciles a lectores activos del régimen visual y su control hegemónico.
Dr. Alejandro Arros A.
Dr. Mauro Salazar J.
Laboratorio de Investigación en Espacio, Visualidad e Imagen.
Universidad del Bío Bío
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