
Ideología o bienestar: por qué los chilenos no temen a Jeannette Jara
Mientras sus adversarios sigan enfocados en el miedo y no en la esperanza; mientras sigan mirando con lupa los libros que Jara pudo o no haber leído, en vez de mirar los resultados de su gestión, seguirán permitiendo que su figura crezca.
En medio de una incipiente carrera presidencial que ya comienza a polarizar los discursos, la figura de Jeannette Jara ha sido objeto de una crítica reiterada: su militancia comunista. Se le acusa de estar “sobreideologizada”, de representar un proyecto político que –por asociación– podría poner en riesgo los principios democráticos del país. Sin embargo, esa narrativa, promovida principalmente desde ciertos sectores conservadores, no parece estar calando hondo en la ciudadanía. ¿Por qué? La respuesta es más sencilla de lo que parece: Los chilenos no ven en Jara una amenaza a la democracia.
Y no la ven, simplemente, porque no hay evidencia que sustente ese temor. Jeannette Jara no ha tenido en su trayectoria política ni un solo gesto, declaración o propuesta que permita siquiera insinuar que no esté comprometida con el Estado de Derecho o con la institucionalidad democrática. No promueve asambleas paralelas, no habla de saltarse la legalidad ni de refundaciones abstractas. Muy por el contrario: su trabajo ha sido dentro de las instituciones, negociando acuerdos y logrando avances tangibles.
Es más, si de vínculos con regímenes no democráticos se trata, sería justo recordar que quienes hoy levantan ese dedo acusador pertenecen al mismo sector político que justificó o aún relativiza los crímenes de la dictadura chilena. La incoherencia de esa crítica no ha pasado desapercibida, y buena parte de la ciudadanía ya no le da peso. En Chile, los temores ideológicos no reemplazan las preocupaciones reales: seguridad, crecimiento económico, inmigración, atención en la salud pública, pensiones bajas, déficit de vivienda, etc.
En ese escenario, lo que importa es quién puede ofrecer un futuro mejor, más allá del origen político o doctrinario. Y es en ese terreno donde Jeannette Jara tiene algo que mostrar: fue una de las articuladoras del acuerdo de pensiones que permitió subir jubilaciones para los sectores más vulnerables, lideró la reducción de la jornada laboral a 40 horas y empujó el alza del sueldo mínimo. ¿Qué pasaría si hubiese puesto su ideología por sobre el bienestar de millones? Nada de eso habría ocurrido. Pero ocurrió. Y eso importa.
La DC, como buena parte del país, no se deja llevar por caricaturas ideológicas, sino por hechos. Por eso su debate interno no gira en torno al fantasma del comunismo, sino en cómo contribuir a un proyecto democrático con soluciones concretas. Porque, seamos francos: la mayor amenaza a la democracia hoy no es una candidata comunista que respeta la institucionalidad, sino aquellos que admiran sin pudor regímenes autoritarios, o que justifican los quiebres democráticos del pasado.
Mientras sus adversarios sigan enfocados en el miedo y no en la esperanza; mientras sigan mirando con lupa los libros que Jara pudo o no haber leído, en vez de mirar los resultados de su gestión, seguirán permitiendo que su figura crezca. Porque hoy, en Chile, la ideología sin soluciones vale poco. En cambio, las soluciones, aunque vengan con ideología, valen mucho.
Y eso, el ciudadano común lo entiende mejor que nadie.
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