
¿Qué estás haciendo, Lautaro?
Recuerda: miles de chilenos, al apoyar la opción progresista encabezada por una ex ministra comunista, asumen riesgos enormes. Y tú, Lautaro, no tienes derecho a usar esa buena fe para satisfacer un cálculo político menor, esa obsesión por concentrarte en el Congreso más que en la Presidencia.
¿Qué te pasa, Lautaro? Eres presidente del Partido Comunista y, a ratos, pareciera que no quieres que gane tu propia candidata.
Nombraste comisaria política en el comando, levantaste al principal rival de Jeannette dentro del partido, discrepaste con Marcel y relativizaste el programa al decir que es apenas una base “a ser enriquecida”. ¿Qué te ocurre, Lautaro? ¿Acaso prefieres la eterna oposición? ¿Es más cómodo aplaudir las barricadas que asumir la responsabilidad de mejorar la vida concreta de los ciudadanos?
Esta conducta tuya entorpece la nueva y potente renovación que emerge en la izquierda y la centroizquierda: una izquierda del siglo XXI, sin dogmas ni maniqueísmos. Esta elección se puede ganar porque la candidatura entiende lo popular desde la raíz, porque demuestra capacidad de dirección y porque actúa con lealtad. Los votos no provienen de la maquinaria, sino de la confianza desnuda de los ciudadanos.
Ese mundo de dirigencias verticales y de politburós, Lautaro, se acabó. Nadie lo quiere ya en la política chilena progresista. Es la misma ceguera que jamás entendió el Frente Amplio, hundido en su soberbia y en su frivolidad.
Hoy, en silencio, casi invisible, un recambio se abre paso en el inconsciente colectivo de miles de compatriotas. Los chilenos exigen una autocrítica severa del centro y de la izquierda. Y justo cuando comienza a producirse, aparece la vieja guardia —otra vez, por enésima vez— a tomarse el control, a bloquear la renovación, a reinstalar el miedo.
Son generaciones enteras las que han sido marginadas, postergadas, indignadas. Jóvenes y adultos comprometidos con otra política, dispuestos a jugarse por ideales comunes: la justicia social, los derechos humanos, la igualdad de oportunidades y la libertad más amplia. Una multitud que no pide permiso a los guardianes de la ortodoxia: avanza con coraje, con pensamiento propio, con sentido histórico.
¡Y tú, Lautaro! Con tus actos debilitas el enorme y exitoso esfuerzo de consensos programáticos, como nunca antes tan coincidentes entre la centroizquierda y la izquierda. ¿No era esa unidad lo que siempre buscó el progresismo? La unidad política y social del pueblo. ¿Vas a desecharla ahora, como en 1970, cuando se le negó a Tomic el respaldo que habría cambiado la historia?
Tus conductas autoritarias representan el pasado; Jeanette es parte del futuro. Un futuro sin dogmatismos ni cálculos mezquinos. Janett no está sola: la respaldan miles, y los ciudadanos repudian las zancadillas y desprecian la mezquindad. El pueblo no olvida. El pueblo sabe quién construye y quién sabotea.
Tu actitud, Lautaro, fortalece a la derecha extrema, que acecha en las sombras para gobernar con autoritarismo, militarizar las ciudades, frenar la reforma previsional y despedir a miles de trabajadores honestos a quienes llaman con desprecio “grasa”. ¿Ese es el Chile que quieres allanarles? ¿Ese es el peso que vas a cargar sobre tu conciencia?
Recuerda: miles de chilenos, al apoyar la opción progresista encabezada por una ex ministra comunista, asumen riesgos enormes. Y tú, Lautaro, no tienes derecho a usar esa buena fe para satisfacer un cálculo político menor, esa obsesión por concentrarte en el Congreso más que en la Presidencia. Eso es un error de magnitudes bíblicas.
La derecha ya tiene su propio Gólgota. Tú, en cambio, debes elegir: ¿seguirás debilitando la posibilidad de un gobierno amplio, moderno y popular, o te sumarás —sin dobleces ni reticencias
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