
Michelle en la ONU
No será fácil el nuevo mandato y, como se dice en mi pueblo, “es pelea de perros grandes”. Que una chilena sea vista como alternativa para encabezar este organismo no había ocurrido nunca en nuestra historia.
La postulación de Michelle Bachelet como candidata a ocupar la Secretaría General de las Naciones Unidas es un dato que recorre las altas esferas del mundo internacional desde hace harto tiempo. No es una novedad en ese ámbito.
Avala esta idea la rotación geográfica que ha caracterizado los 80 años de vida de este organismo. En otras palabras, ahora le toca a América Latina, que solo ha tenido al peruano Pérez de Cuéllar ocupando ese cargo en tiempos ochenteros. A lo anterior se suma el amplio eco que tiene la demanda (procedente de todos los rincones del planeta) de que esta vez sea ocupado por una mujer, por primera vez.
Por cierto, han surgido otras candidaturas, algunas de ellas de fuera de América Latina, junto a un par de varones candidatos (el excanciller boliviano David Choquehuanca y el argentino Rafael Grossi). Se inicia así el proceso que deberá culminar el próximo año, cuando el Consejo de Seguridad proponga un candidato a la Asamblea General.
Ante este contexto, el anuncio hecho por el Presidente Boric sobre la postulación de Michelle Bachelet a esta alta investidura no hace otra cosa que interpretar a amplios sectores de la comunidad internacional, amén del propio apoyo nacional. Digámoslo derechamente: Bachelet es postulada desde diversos sectores de la comunidad internacional, no por ser chilena, sino por la valoración que existe de su carrera y, en especial, por su desempeño y conocimiento del sistema de Naciones Unidas. La exmandataria es nuestra compatriota más reconocida hoy en el planeta.
Conviene resaltar lo anterior, dado que, conocido el anuncio oficial, algunas reacciones parecieran referirse más a un tema interno de Chile, sin considerar los alcances planetarios del mismo, como si fuese una cosa de cuoteo o se tratase de una iniciativa presentada al Congreso. El mundo es más amplio que Chile es la obvia consideración que debiese asumirse, ahora que una chilena está jugando en ligas mayores. Debiera llenarnos de satisfacción y orgullo.
Dicho lo anterior, es obvio que la elección del próximo secretario general estará en gran medida influenciada por el momento internacional, por las dinámicas en desarrollo y por cómo se posicionan ante ellas los diversos Estados miembros y sus respectivos intereses nacionales.
El momento internacional
El planeta de 2025 es muy diferente al de 1945, cuando se fundaron las Naciones Unidas. Por esos años culminaba la Segunda Guerra mundial y las potencias vencedoras concordaron las bases del nuevo esquema de convivencia planetaria. Eran tiempos en que existía una sola potencia atómica (Estados Unidos), cuya economía generaba casi la mitad de la producción industrial del mundo y cuya moneda, el dólar, se transformó en la divisa global.
En el 2025 el mundo es diferente. El club atómico hoy abarca a una decena de países, sin considerar que varios otros tienen la capacidad tecnológica y financiera para construir armamento nuclear: Alemania, Japón, Corea del Sur, por nombrar algunos. China es la principal economía exportadora del planeta y continúa su larga marcha hacia transformarse en gran potencia en 2049, como lo tienen planificado sus dirigentes desde hace décadas.
Lo más remarcable de los últimos tiempos es el retorno al aislacionismo por parte de EE.UU. Después de ser los campeones del libre comercio, hoy –por razones domésticas– la Casa Blanca ha desarticulado el comercio mundial usando los aranceles como arma de negociación a veces por razones no exclusivamente económicas, como es el caso de su protesta ante Brasil por el juicio al expresidente Bolsonaro, por el intento de golpe.
Digamos que, además de las razones comerciales, en una compleja maniobra la Casa Blanca ha puesto en zozobra a Europa en cuanto a su compromiso de seguridad, a la vez que ha ofrecido desde anexión hasta la compra a Canadá y Groenlandia.
No todo es lucha comercial, también vivimos una de las épocas de mayor cantidad de guerras y conflictos en el planeta, donde el derecho ha quedado muchas veces a un lado, y los drones han reemplazado a la artillería convencional, incluida la misilística.
No creo equivocarme en que hoy la paz mundial está seriamente amenazada y, con ello, se transforma –en mi modesta opinión– en la tarea principal de la agenda internacional. Más de alguien me ha recordado que está la Carta de ONU, donde se plasman los principios principales, pero los principios son eso, son bases que orientan, pero deben aplicarse a realidades concretas y, hoy por hoy, asegurar una coexistencia pacífica entre las naciones, especialmente entre las potencias, es una prioridad ineludible.
La mayoría de los analistas internacionales coinciden en que atravesamos un período de competencia hegemónica entre las principales potencias, destacando la que se da entre Estados Unidos y la República Popular China, resumida en la famosa “trampa de Tucídides”. China emerge como potencia, mas EE.UU. aún conserva la superioridad estratégica, al tiempo que la Federación Rusa se ha recuperado de su colapso a inicios de los noventa del siglo pasado.
En este complejo momento internacional se renovará el mando de la ONU, un organismo que –vale la pena aclarar– tiene el poder que sus Estados miembros quieran otorgarle, por tanto, lo que hace o no depende de las decisiones de sus integrantes, en especial del Consejo de Seguridad y, dentro de él, de los cinco miembros que tienen derecho a veto.
No será fácil el nuevo mandato y, como se dice en mi pueblo, “es pelea de perros grandes”. Que una chilena sea vista como alternativa para encabezar este organismo no había ocurrido nunca en nuestra historia. Por lo mismo, es del todo recomendable asumir a plenitud el desafío y la oportunidad que se nos abre, jugar con la cabeza levantada y sacar el tema de la contingencia doméstica.
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