Opinión
El “corolario” Trump de la doctrina Monroe y los peligros para América Latina
Resulta lamentable que ante el cerco militar del gobierno estadounidense en el mar Caribe, el incumplimiento de los compromisos de libre comercio y la intervención política directa, los países de la región mantengan una preocupante pasividad.
La Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos 2025, publicada recientemente, confirma el intento del presidente Donald Trump de recuperar la hegemonía estadounidense en el nuevo contexto geopolítico mundial y muy especialmente reitera el rol de patio trasero que se asigna a América Latina.
El documento de seguridad 2025 propone un riguroso control sobre las fronteras estadounidenses con radical freno migratorio, el fortalecimiento del ejército y del aparato nuclear, y todo ello fundado en la recuperación de la base industrial y tecnológica, que según Trump se deterioró con la exportación de empresas a China.
La política exterior de Trump apoya esos objetivos. Rechaza lo que califica un equivocado pasado en que el compromiso de las elites con el libre comercio destruyeron la industria nacional, en favor del crecimiento económico chino; también se equivocaron al favorecer un multilateralismo, que ha afectado la soberanía del país; y, finalmente, fue un error hacerse cargo de los costos militares de la NATO para la defensa de Occidente.
Todo esto debe cambiar y así se señala en la estrategia de seguridad 2025.
Tiene juicios implacables con el proceso de integración europeo y sus organismos transnacionales, a los que acusa de socavar la soberanía de los estados, sus libertades e incluso porque sus regulaciones condujeron ala deterioro económico de los países de Europa. Pero, sobre todo, le exige a Europa que sostenga con sus propias fuerzas la defensa de su territorio, elevando el aporte presupuestario a la NATO al 5% del PIB.
La estrategia de seguridad 2025, fundada en la doctrina Monroe y denominada “corolario” Trump, anuncia nuevos peligros para América Latina.
Recordamos en https://www.elmostrador.cl/ que el presidente James Monroe presentó por primera vez su doctrina en 1823 (discurso sobre el Estado de la Unión, 02.12.1823) en la que sostenía que cualquier intervención en América de potencias extranjeras provenientes de otros continentes se consideraría un acto hostil contra los Estados Unidos, el que tendría derecho a ejercer acción militar.
Recordamos también que en 1904 el presidente Theodore Roosevelt, complementó la doctrina Monroe con el argumento que EE. UU. tenía el derecho a ejercer la fuerza militar, no sólo frente a países de otros continentes, sino también podía intervenir como policía en los países latinoamericanos cuando estos no mantuvieran el orden interno o no cumplieran con sus obligaciones internacionales. Es una enmienda a la doctrina Monroe, denominada el Corolario de Roosevelt (en discurso sobre el Estado de la Unión, del 6 de diciembre de 1904), que se popularizó como la política del gran garrote. Esta es la segunda referencia de Trump en su política hacia Latinoamérica.
El ”corolario” Trump no vacila entonces en aplicar la doctrina Monroe, al exigir el retiro de la presencia comercial e inversionista china en nuestra región y ya ha hecho evidente el garrote al atacar con cañoneras el mar Caribe, cerca de las fronteras de Venezuela y Colombia, con el argumento de enfrentar el narcotráfico.
A ello se agregan manifiestas opiniones positivas y compromisos con líderes de extrema derecha en la región: Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina, Bukele en El Salvador, Asfura en Honduras. Por otra parte, acusa y sanciona no sólo al dictador Maduro de Venezuela, sino también al presidente Petro y su familia en Colombia e incluso a dirigentes socialdemócratas, como al expresidente Arias de Costa Rica.
Son tiempos duros. Se exige a los países de América Latina que eliminen la presencia de países no hemisféricos de la propiedad de activos clave y que, en cambio, se apoye a las inversiones y las cadenas de suministros críticos de EE. UU. (minerales, tierra raras y petróleo) Es el rechazo a la presencia China en Latinoamérica.
Con tales objetivos destaca la estrategia 2025: “Negaremos a los competidores no hemisféricos la capacidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de poseer o controlar activos estratégicamente vitales, en nuestro hemisferio”.
Así las cosas, la condición para entendimientos y alianzas con países del hemisferio “deben estar supeditados a la reducción de la influencia externa adversaria, desde el control de instalaciones militares, puertos e infraestructura clave hasta la compra de activos estratégicos ampliamente definidos”.
Ello quedó en evidencia antes de la estrategia de seguridad 2025, cuando Trump y su secretario de Estado pidieron la salida de la empresa de capitales chinos, CK Hutchinson Holdings, del canal de Panamá, junto a la exigencia de retiro de Panamá del proyecto “la ruta de la seda”, que previamente se había acordado con el gobierno chino. El gobierno panameño no resistió las presiones y aceptó las exigencias de Trump.
A ese accionar se agregó el condicionamiento de la asistencia financiera estadounidense a Javier Milei a que Argentina debía reducir sus vínculos con China. Así lo dejaron en claro, tanto el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, como el encargado para la región, Claver-Carone.
Por otra parte, junto al rechazo de los no hemisféricos, la política del garrote está en pleno desarrollo. Se ha expresado en el bombardeo de la marinería estadounidense a embarcaciones las que, sin pruebas, son presentadas como tráfico de narcoterroristas con destino a territorio estadounidense., y que contabilizan a la fecha en el Atlántico y Pacífico casi un centenar de víctimas, lo que ha sido calificado por Naciones Unidas como asesinatos extrajudiciales. A ello se agrega recientemente la orden del presidente Trump para que la CIA pueda desarrollar acciones letales contra Maduro y su entorno, y quizás también contra Petro.
Paralelamente, en el ámbito comercial Trump impulsó una elevación generalizada de aranceles a las exportaciones de todos los países de América Latina, incluso a los que tienen suscritos Tratados de Libre Comercio (TLC) con EE. UU.; y, también, agregó un 50% de arancel a las exportaciones brasileñas, como represalia política por la condena que impuso la justicia al expresidente Bolsonaro, comprometido en un golpe de estado contra Lula.
El comercio e inversiones, sobre el cobre, litio, petróleo y tierras raras, existentes en abundancia en nuestra región, intenta monopolizarlos EE. UU. para alimentar su industria militar y tecnológica. Por cierto, esto no resultará tan fácil por el elevado grado de comercio de gran parte de los países de nuestra región con China.
Después de muchas décadas, el gobierno de EE. UU. centra su atención en América Latina, pero en vez, de anunciar una política de buena vecindad, la diplomacia de Trump coloca en serios peligros a nuestra región. Apunta no sólo a frenar la oferta de narcóticos, sino impedir los procesos migratorios, desestabilizar gobiernos, monopolizar la extracción de nuestros recursos naturales, y todo ello para recuperar el predominio estratégico de Estados Unidos perdido ante China, su principal competidor internacional.
Resulta lamentable que ante el cerco militar del gobierno estadounidense en el mar Caribe, el incumplimiento de los compromisos de libre comercio y la intervención política directa, los países de la región mantengan una preocupante pasividad.
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