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Lo que está en juego
Existe una particularidad de la derecha chilena respecto de las otras derechas de corte autoritario. Y es que ella nace y se constituye durante la dictadura militar para ser su apoyo civil durante su vigencia y la heredera de su legado, como lo afirmaban sus dirigentes.
En el último tiempo, ligado a las profundas transformaciones a escala mundial y también de las sociedades nacionales, pareciera imponerse un nuevo clima político cultural que sirve de base en diversas partes al fortalecimiento de las derechas, a diferencia de épocas como los sesenta o los noventa del siglo pasado y también quizás comienzo de este siglo.
Ello, salvo excepciones, coincide con las dificultades de las izquierdas de comprender este nuevo mundo. En medio de esto, una parte significativa de la ciudadanía parece no solo alejarse de la política, sino rechazarla y aceptar soluciones simples. Ellas vienen de la derecha, empoderada en el mundo de las redes digitales y apelando solamente a las cuestiones de orden y seguridad, afirmadas en un discurso y políticas autoritarias y revanchistas y con desprecio a las normas e instituciones democráticas.
Es evidente que su líder de referencia es Trump y hay otros menores, como Milei, Bolsonaro, Bukele, entre varios más, que se encuentran en América Latina y otras partes del mundo.
Pero existe una particularidad de la derecha chilena respecto de las otras derechas de corte autoritario. Y es que ella nace y se constituye durante la dictadura militar para ser su apoyo civil durante su vigencia y la heredera de su legado, como lo afirmaban sus dirigentes.
Y por ello siempre, con la excepción de los gobiernos de Piñera que fuera su único líder que votó contra Pinochet en el Plebiscito de 1988, ha optado por las salidas y posiciones más extremas en las diferentes coyunturas. Su programa no sólo es de regresión en los avances que los gobiernos democráticos han conseguido, sino con una deriva ineludiblemente autoritaria. Y fuera de la base de apoyo que tiene desde la dictadura, su apelación es precisamente a este sector, que permanece distante y desconfiado de la política.
Es en este panorama que debe examinarse lo que está en juego en Chile en las elecciones presidenciales, de lo cual la primera vuelta fue un adelanto. Se reconstituye aquí el panorama de la elección de 2021, pero con nuevos rasgos: Por un lado, la derecha de corte autoritario, regresivo y conservador. Por otro, una candidatura que se ha constituido una de las más amplias coaliciones de la historia polític, que sucede a un gobierno progresista y que busca, junto con reconocer e intentar superar los problemas enfrentados por el actual gobierno, profundizar los cambios sociales que éste ha realizado, y que significan sin duda un gran avance para la sociedad chilena.
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