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El baile de los que no sobran: Latinoamérica y tecnologías cuánticas Opinión imagen referencial

El baile de los que no sobran: Latinoamérica y tecnologías cuánticas

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Carla Hermann
Por : Carla Hermann Académica Universidad de Chile, Investigadora Asociada de MIRO, Doctora en Física, especialista en cuántica y divulgadora científica. Integrante de la Comisión Asesora de Tecnologías Cuánticas del Gobierno de Chile.
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Hoy, gran parte de la información que circula sobre cuántica en redes sociales y medios está plagada de pseudociencia, exageraciones o promesas infladas. Esa desinformación moldea percepciones y puede condicionar políticas públicas.


Es urgente que América Latina participe activamente en la discusión global acerca de las tecnologías cuánticas: su acelerada expansión está definiendo hoy decisiones políticas, legislativas, éticas, sociales y económicas que marcarán el futuro. Sin una estrategia propia, políticas públicas estables que vayan más allá de los gobiernos de turno y una comunicación científica responsable, el sur del mundo corre el riesgo de quedar nuevamente fuera de una revolución tecnológica que ya está en marcha. Las decisiones se tomarán con o sin nosotros. Necesitamos un lugar en esa mesa de discusión.

Hace algunas semanas, Estambul se convirtió en epicentro de la discusión científica acerca de la irrupción de las tecnologías cuánticas en el mundo, fenómeno que hemos visto acelerado en años recientes con los avances en la investigación y desarrollo de estas tecnologías a nivel global. La histórica ciudad que aún refleja en sus calles la impronta cultural de los imperios que durante siglos le dieron forma, fue la sede de la conferencia internacional ELSA (Ethical, Legal, Social Aspects of Quantum Technologies), donde fueron abordados los aspectos éticos, legales, sociales y políticos de las tecnologías cuánticas. En ella estuvieron representados todos los continentes.

La cumbre se realizó en el marco del Año Internacional de la Ciencia y las Tecnologías Cuánticas (YIQ), como un esfuerzo por visibilizar que, aunque estas tecnologías están aún en desarrollo, las decisiones que definirán su uso –y su impacto en nuestras sociedades– se están tomando ahora. Como representante de Latinoamérica en este espacio, pude confirmar algo que, desde hace años, venimos advirtiendo: el sur global no puede seguir llegando tarde a las conversaciones donde se definen los marcos de gobernanza tecnológica. Necesitamos estar en la mesa de discusión, porque si no estamos presentes, las decisiones las tomarán sin nosotros, sin nuestra realidad, sin nuestras prioridades, sin nuestra voz.

Uno de los temas que hoy más alarma genera –y que fue parte del debate en Estambul– es el llamado Día Q, el momento en que un computador cuántico sea capaz de vulnerar los estándares criptográficos tradicionales. Aunque este escenario no es inminente, sí constituye una amenaza real que va a suceder, y sus consecuencias podrían ser profundas si no nos preparamos a tiempo.

Persisten enormes desafíos técnicos, desde la escalabilidad hasta la corrección de errores y la coherencia cuántica, que impiden pensar en una implementación inmediata. Pero precisamente por eso, este es el momento para diseñar transiciones responsables, adoptar estrategias de seguridad poscuántica, y preparar a nuestras instituciones con mirada de futuro, sin caer en el alarmismo pero sí con responsabilidad.

Pero no basta con exigir presencia: debemos también construirla. Para ello se requieren políticas públicas estables, capaces de sostener programas científicos y tecnológicos más allá de los gobiernos de turno. Esto requiere dejar atrás la idea de que la ciencia es un lujo y comprender que es infraestructura crítica para el bienestar futuro. En países como Chile, contamos con laboratorios y equipos científicos de primer nivel, pero a una escala aún limitada, con recursos que muchas veces alcanzan justo. El potencial que tenemos se ve restringido por una inversión aún insuficiente, donde la discontinuidad amenaza con cada cambio de gobierno.

Durante la conferencia en Estambul insistí también en un punto que para mí resulta central: nada de esto será posible sin comunicación científica robusta, responsable y ética. La ciudadanía aún no comprende de qué trata la revolución cuántica y, mientras eso no ocurra, será imposible construir gobernanzas legítimas. Gobernar tecnologías avanzadas requiere participación informada. Requiere que la sociedad sepa, opine, cuestione y confíe. Y para eso necesitamos comunicar mejor. No se trata solo de simplificar conceptos complejos, sino de abrir acceso, traducir contextos y tender puentes entre quienes hacemos ciencia, tomadores de decisión y la ciudadanía.

Hoy, gran parte de la información que circula sobre cuántica en redes sociales y medios está plagada de pseudociencia, exageraciones o promesas infladas. Esa desinformación moldea percepciones y puede condicionar políticas públicas.

Si quienes trabajamos en esta área no construimos estos relatos, otros lo harán por nosotros. Y volveremos a quedar atrás. No pensamos permitirlo. El futuro cuántico se está escribiendo hoy y Latinoamérica tiene el derecho –y la responsabilidad– de hacerlo con su propia voz.

Porque la historia de la revolución cuántica debe contarse desde nuestras realidades y no desde narrativas ajenas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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