Intuición en la ciencia
¡Buenos días, estimados lectores y lectoras de Universo Paralelo!
¡Feliz Navidad! ¡Feliz Janucá! Estimados habitantes de este espacio.
Estas dos fiestas que la cultura judeocristiana celebra por estos días tienen algo en común: ambas llenan las ciudades de luz. No una luz abstracta o simbólica, sino luz real, física, eléctrica o con velas: luces que se encienden al caer la tarde y transforman el espacio urbano. Calles, árboles, vitrinas, casas y plazas brillan durante varias semanas, interrumpiendo la noche estival.
La luz eléctrica, tan cotidiana que parece obvia, es un logro reciente. Durante casi toda la historia humana, iluminar significaba quemar algo. Madera, aceite, cera. La ciudad nocturna era un lugar distinto, más amenazante y lúgubre. Que hoy podamos encender millones de luces simultáneamente se lo debemos, en buena medida, a un momento muy preciso: el 29 de agosto de 1831, cuando Michael Faraday hizo uno de los experimentos más importantes de la historia de la física y que le permitió comprender cómo transformar energía mecánica en energía eléctrica.
Faraday era un joven humilde, encuadernador, autodidacta, curioso y –según todos los testimonios– extraordinariamente amable. Su vida cambió cuando recibió, casi por azar, unas entradas para asistir a conferencias del legendario químico Humphry Davy en la Royal Institution. Faraday tomó apuntes con devoción, se los envió a Davy, y terminó trabajando como su asistente. Así comenzó una de las carreras científicas más influyentes de la historia.
- Quizás por ese origen, Faraday entendió mejor que nadie que la ciencia no vive aislada. Sabía que era uno de los relatos más atractivos y fantásticos, y que todos debían conocer sus resultados. Por eso se convirtió también en un gran comunicador y en uno de los creadores de las famosas Conferencias de Navidad de la Royal Institution, pensadas para el público general, especialmente para jóvenes, que siguen vigentes hasta nuestros días.
Una de esas charlas se volvió legendaria: Historia química de una vela. Frente a algo tan simple como la llama de una vela de Janucá, Faraday desplegó ideas profundas sobre combustión, gases, energía, luz y materia. Todo esto, además, contado desde la pasión y la belleza de la física: “No soy poeta, pero si piensan por sí mismos mientras procedo, los hechos formarán un poema en sus mentes”, anunciaba.
La historia de Faraday es, a todas luces, el mejor cuento de Navidad.
En ese espíritu, la edición de hoy nos ayuda a recordar que la ciencia no es solo un conjunto de resultados, sino una forma de mirar el mundo y que, en ese sentido, puede ser admirada, pero también puede ser puesta en tela de juicio, particularmente cuando se abusa de ella para conquistar otras disciplinas.
Para abordar esta temática, en esta edición contamos con la participación de tres grandes invitados: Cristóbal Galbán-Malagón, doctor en Biogeoquímica e investigador del Centro de Genómica, Ecología y Medio Ambiente (GEMA) de la Universidad Mayor; Juan Carlos Fontecilla, bioquímico y doctor en Ciencias por la Universidad de Alabama en Birmingham (Estados Unidos) e investigador de la Unidad de Metaloproteínas del Instituto de Biología Estructural, Grenoble, Francia; y Jorge Toledo, doctor en Biología Celular y Molecular, quien se desempeña en el Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad de Aysén.
Junto a ellos, nuestros conocidos de la casa: Ignacio Retamal, doctor en Ciencias, y la periodista Francisca Munita.
Gracias por acompañarnos en esta edición de Universo Paralelo, donde la ciencia aparece no solo como herramienta para describir la realidad, sino también como objeto de debate. Porque comprender el mundo implica datos, métodos y evidencia, pero también preguntas incómodas sobre sus límites y alcances.
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DEBAJO DEL SILLÓN: UNA REVISTA, TRES RECUERDOS Y UNA IDEA QUE ENVEJECIÓ

Crédito: Foto de Cristóbal Galbán-Malagón.
Terminado el colegio, varios padres tenemos que hacer maravillas para poder trabajar tranquilos y, a veces, alguno de los dos sufridos progenitores se tiene que quedar en casa trabajando. No voy a hablar de esta estresante situación que de seguro algunos estamos sufriendo y otros la miran con nostalgia. Quiero hablar más bien de una de las pausas que hacemos para tratar de poner orden en el caos matinal que hay en casa.
- En medio de ese caos, mis hijos tiraron parte de uno de mis bienes más preciados: una colección de varios años de la revista Nature. Recogí lo que vi, apilé como pude, y seguí con la logística. Pero un número se quedó debajo del sillón. No lo vi en ese momento.
Más tarde, cuando ya estábamos en una dinámica familiar más tranquila y menos caótica, me fijé en lo que había debajo del sillón y allí asomaba la esquina del número 7375 del 1 de diciembre de 2011. Lo abrí para echarle un vistazo… y me encontré con una mención al fallecimiento de Lynn Margulis apenas una semana antes. Solo unas líneas con foto, donde se recordaba su idea –hoy casi obvia– de que la célula eucariótica se originó a partir de la fusión de bacterias y que orgánulos como la mitocondria o el cloroplasto fueron alguna vez bacterias de vida libre. Algo tan comúnmente aceptado hoy, pero ampliamente rechazado en su momento. Me quedé pensando en eso: en lo rápido que el tiempo vuelve “manual” lo que antes fue una pelea científica.
- Seguí leyendo y apareció una nota sobre Climategate y su “segunda vuelta” en 2011, en vísperas de la cumbre de Durban. No me dieron ganas de reabrir el debate; más bien me dio esa sensación extraña de leer una historia reciente en papel: discusiones que parecían enormes, con el mismo tono de urgencia, y que ahora se ven distintas desde la distancia.
Y luego llegué al artículo que recordaba: una crítica a la hipótesis CLAW (Charlson, Lovelock, Andreae y Warren, 1987). Siempre me pareció fascinante: el océano como un “termostato biológico”, muy en línea con esa intuición Gaia de Lovelock. En simple, la historia se cuenta así: cuando el océano se calienta, el fitoplancton libera más DMS; ese gas llega a la atmósfera, contribuye a formar partículas que actúan como “semillas” de nubes; y nubes más blancas reflejan más luz al espacio, enfriando el planeta. Un freno natural.
- El artículo de Quinn y Bates, sin embargo, proponía lo contrario de lo que uno quiere escuchar de una idea tan elegante: que era tiempo de retirarla. Que ese control biológico tipo termostato no existe como mecanismo global robusto.
Eso me dejó con la duda inevitable: ¿y ahora, catorce años después? Miré algo de literatura, sin la avidez del experto, solo con curiosidad. Y la impresión es esta, dicho sin dramatismo: parece que tenían razón, aunque “a medias”, como casi todo en ciencia. El DMS y su relación con nubes pueden importar y ser relevantes en ciertas regiones y condiciones; pero no parece sostenerse la idea de un termostato global capaz de regular el clima por sí solo.
Cerré la revista con una sensación simple: que a veces, en medio del caos de los niños, se te cae algo al suelo y termina reapareciendo como una cápsula del tiempo. Y que leer un número viejo no solo te recuerda qué se discutía en 2011, sino también cómo madura el conocimiento: no solo sumando, sino también aprendiendo a soltar explicaciones demasiado redondas.
CIENCIA VERSUS CIENTIFICISMO

Crédito: Imagen generada por IA.
Los seres humanos siempre hemos buscado comprender el mundo. Inicialmente, los fenómenos naturales y nuestra propia existencia se explicaron mediante animismos y mitos y, más tarde, religiones. En la antigüedad, el filósofo Aristóteles fue uno de los primeros en utilizar observación y deducción para analizar el mundo. Sin embargo, su enfoque carecía de metodología experimental y, frecuentemente, dio explicaciones erradas.
- Hubo que esperar la llegada del siglo XVII, con Bacon, Descartes y Galileo, para ver surgir el análisis pragmático de la realidad que desafió al escolasticismo aristotélico imperante. Desde entonces, la ciencia ha avanzado enormemente y es, en general, una fuente fiable para comprender y modificar la realidad. Pero hay intelectuales que creen que los científicos han ido demasiado lejos y han relegado el arte, la literatura, la filosofía y la historia a una posición subordinada que no se justifica. A esta corriente le han llamado “cientificismo”.
Un ejemplo de posible “cientificismo” lo encontramos en el libro The Great Design (El Gran Diseño), del famoso físico S. Hawking y L. Mlodinow, publicado en 2010. Allí sostienen que “la filosofía está muerta porque no ha comprendido los avances modernos de la ciencia”; y añaden: “Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha en nuestra búsqueda del conocimiento”.
- Como podía esperarse, algunos filósofos han intentado invalidar esas conclusiones. Por ejemplo, se ha dicho que “considerar que todo el conocimiento reside en las ciencias naturales es incoherente porque la ciencia no nos da ninguna razón para pensar que sea verdadera”.
Pero no hay duda de que la ciencia describe muchas leyes naturales que pueden aplicarse con éxito, por ejemplo, en tecnología: para hacer volar un Boeing 747, hay que haber comprendido, entre otros parámetros, la ley de la gravedad, la aerodinámica, la química del combustible y cómo preservar la salud de sus ocupantes a 10 mil metros de altura.
- El estadounidense L. Hughes publicó en 2012 un artículo en The New Atlantis donde critica a Hawking y Mlodinow, quienes citan a A. Einstein, que dijo que “lo más incomprensible del Universo es que sea comprensible”, y concluyen que “el Universo es comprensible porque lo rigen leyes científicas”. Según Hughes, este argumento es insustancial, porque “no explica por qué nuestro Universo se rige por esas leyes”.
Pero, si usamos como ejemplo la órbita de la Tierra alrededor del Sol, ¿debemos preguntarnos por qué nuestro planeta gira en torno al Sol?, o, más bien, ¿cómo lo hace? Aquí, “por qué” no es una pregunta válida; equivale a preguntarse por qué hay átomos. Lo que debe buscarse es la explicación de cómo. Y ahí Einstein da la respuesta: “La Tierra sigue la curvatura del espacio-tiempo, determinada por la masa solar”.
- Otro ataque al “cientificismo” en EE.UU. se ha centrado en la educación universitaria actual, que daría la impresión de que el científico es un profeta moderno infalible y, en consecuencia, no necesita explicar la dinámica compleja de la experimentación. En general, los filósofos cuestionan el materialismo inherente a la ciencia, porque no explica la mente ni los sentimientos. Pero con la IA, estamos creando rápidamente una mente “cuasicientificista” completamente material.
Quizás, el problema radica en que, como dijo el Premio Nobel de física S. Weinberg, “mientras más entendemos el Universo, más nos parece inútil”.
NOTICIAS: LA SEMANA EN CIENCIA

Crédito: NASA / ESA / CSA.
¿Creías que ya entendíamos cómo se forman los planetas? Este exoplaneta observado por el James Webb desafía esa creencia.
Esta semana las noticias científicas abarcaron múltiples frentes al mismo tiempo: desde el estudio del universo lejano hasta los límites de la tecnología, pasando por preguntas fundamentales sobre la vida y nuestra propia historia. Estas son algunas de las informaciones científicas más relevantes de los últimos días, para leer con calma, curiosidad y una mirada abierta, en vísperas de Navidad.
- Un chip de luz promete cambiar la forma en que “ven” las máquinas
¿Y si la inteligencia artificial pudiera procesar imágenes usando luz en vez de electricidad? Eso es exactamente lo que logró un equipo internacional al desarrollar un chip fotónico capaz de realizar tareas de visión artificial sin depender de transistores electrónicos tradicionales. En lugar de mover electrones, este chip usa fotones, lo que permite procesar información visual de forma mucho más rápida y con un consumo energético drásticamente menor. El avance apunta a resolver uno de los grandes cuellos de botella de la IA actual: el gasto energético y el calor generado por los centros de datos. Aunque todavía está en fase experimental, este tipo de tecnología podría transformar desde vehículos autónomos hasta dispositivos médicos y sistemas de vigilancia inteligente.
Dato curioso: la luz viaja tan rápido que, dentro de estos chips, ciertas operaciones ocurren prácticamente a la velocidad a la que se propaga una señal luminosa.
Publicado el 18 de diciembre de 2025. Conoce MÁS.
- La inteligencia artificial tiene huella de carbono (y de agua)
Cada vez que usamos IA –desde un buscador hasta un generador de imágenes–, activamos una red gigantesca de centros de datos que consumen enormes cantidades de energía y agua. Un nuevo estudio cuantificó por primera vez el impacto ambiental real de estas infraestructuras y las cifras son inquietantes: el crecimiento acelerado de la IA podría equiparar la huella de algunos países pequeños. El trabajo no cuestiona el valor de la tecnología, pero pone sobre la mesa una discusión urgente: cómo desarrollar inteligencia artificial sin disparar el costo climático. El mensaje es claro: el problema no es la IA en sí, sino cómo la estamos alimentando.
Dato curioso: muchos centros de datos usan agua potable para refrigeración, incluso en zonas que ya enfrentan estrés hídrico.
Publicado el 17 de diciembre de 2025. Conoce MÁS.
- El telescopio espacial James Webb detecta un exoplaneta que no encaja en los modelos
El James Webb volvió a sorprender al observar un exoplaneta cuya composición atmosférica no calza con lo que la teoría predice. Los datos muestran una mezcla química inesperada, difícil de explicar con los modelos actuales de formación planetaria. Este tipo de hallazgos no es un error: es una pista. Cada anomalía obliga a los astrónomos a revisar sus supuestos sobre cómo nacen y evolucionan los planetas fuera del sistema solar. Lejos de cerrar respuestas, el Webb sigue abriendo preguntas incómodas… y fascinantes.
Dato curioso: muchos de los exoplanetas descubiertos hasta ahora no tienen equivalente en nuestro sistema solar, lo que sugiere que no somos una buena “regla general” del universo.
Publicado el 16 de diciembre de 2025. Conoce MÁS.
- Un avance clave para entender cómo se activa nuestro sistema inmune
Después de décadas de debate, un grupo de científicos logró observar con un nivel de detalle sin precedentes cómo se estructura y activa el receptor de las células T, piezas centrales del sistema inmunológico. Estas células son las encargadas de detectar amenazas como virus o células cancerosas, y su activación correcta es crucial para que el cuerpo responda sin atacarse a sí mismo. El hallazgo no solo resuelve una discusión teórica de larga data, sino que abre también nuevas posibilidades para el diseño de inmunoterapias más precisas y seguras. Entender cómo “decide” una célula T puede marcar la diferencia entre una defensa eficaz y una enfermedad autoinmune.
Dato curioso: una sola célula T puede reconocer millones de posibles amenazas distintas gracias a este sistema de reconocimiento altamente sofisticado.
Publicado el 16 de diciembre de 2025. Conoce MÁS.
ÓRBITAS PARALELAS
Neandertales y humanos modernos: una convivencia más compleja de lo que creíamos
Durante años imaginamos el reemplazo de los neandertales como una historia simple: llegan los humanos modernos y los otros desaparecen. Un nuevo estudio propone algo mucho más interesante. Usando modelos computacionales y datos arqueológicos, los investigadores reconstruyeron escenarios donde ambas poblaciones coexistieron, interactuaron y se adaptaron a cambios climáticos y territoriales en Europa. No fue un “apagón” repentino, sino un proceso lento, con encuentros, competencia y, en algunos casos, mezcla genética. La extinción, como casi todo en evolución, fue un fenómeno gradual y lleno de matices.
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Abejas prehistóricas que hicieron de huesos su hogar
Un hallazgo tan extraño como revelador: científicos descubrieron nidos fósiles de abejas antiguas construidos dentro de huesos de roedores prehistóricos. Lejos de ser un comportamiento macabro, esta estrategia les habría ofrecido protección y estabilidad térmica para poner sus huevos. El descubrimiento amplía lo que sabemos sobre la ecología de las abejas del pasado y muestra que estos insectos, clave para los ecosistemas actuales, llevan millones de años desplegando soluciones creativas para sobrevivir.
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Un chip cuántico de silicio se acerca a la perfección
La computación cuántica dio un paso importante con la creación de un chip basado en átomos de fósforo en silicio que alcanza niveles de precisión cercanos al 99,99%. En simple: comete muy pocos errores, uno de los grandes problemas históricos de esta tecnología. El logro demuestra que es posible construir sistemas cuánticos extremadamente precisos usando materiales compatibles con la industria electrónica actual. Todavía no tendremos computadores cuánticos en casa, pero este avance acerca ese futuro un poco más al presente.
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LA IMAGEN DE LA SEMANA

Crédito: imagen original cortesía del proyecto de comunicación de la ciencia MicroMundo.
Polen al microscopio: partículas visibles que durante el siglo XIX fueron confundidas con pruebas de vida espontánea, un error que Pasteur ayudó a desmontar. Agradecimientos a FONDEF IT25I0211.
LOUIS PASTEUR, EL CAZADOR DEL MICROMUNDO
Cada cierto tiempo, el calendario nos recuerda que la historia de la ciencia no avanza solo por ideas abstractas, sino por personas obsesivas, incómodas, muchas veces polémicas. Un 27 de diciembre nació Louis Pasteur, uno de esos científicos que no se conformó con las limitaciones del mundo que conocía, sino que quiso enfrentarlo. No miró al micromundo como curiosidades invisibles, sino como presas, siendo uno de los primeros cazadores de microbios.
- La metáfora no es gratuita. A diferencia de otros sabios del siglo XIX, Pasteur no se limitó a observar. Salió al terreno de bodegas de vino, granjas y hospitales, buscando al enemigo invisible que arruinaba fermentaciones, enfermaba animales y mataba personas. Donde otros veían “aire malo” o generación espontánea, él sospechaba vida, vida microscópica, organizada, persistente.
Pasteur vivió en una época de transición, cuando la ciencia comenzaba a dejar atrás explicaciones casi místicas para adoptar el método experimental. Pero incluso en ese contexto, su postura fue radical, pues negó con evidencia una idea que llevaba siglos instalada: la generación espontánea. Durante décadas, observaciones microscópicas de partículas como el polen habían sido utilizadas como supuestas pruebas de vida emergiendo de la nada.
- Con frascos de vidrio flameados y paciencia infinita, Pasteur mostró que los microbios no aparecían por arte de magia, sino que provenían de otros microbios, y que muchas de aquellas “evidencias” no eran más que partículas malinterpretadas. Hoy parece obvio; en su tiempo fue una provocación mayor.
El cazador, sin embargo, no solo identifica a su presa. También aprende sus hábitos, anticipa sus movimientos y, finalmente, busca controlarla. Así entendía Pasteur la ciencia. Al estudiar la fermentación del vino, descubrió que distintos microorganismos producían diferentes efectos, algunos útiles, pero otros devastadores. La conclusión fue simple y revolucionaria: si controlamos a los microbios, podemos controlar procesos vitales.
- De ahí a la medicina hubo solo un paso. Pasteur nunca fue médico, pero cambió la medicina para siempre. Introdujo la idea de que muchas enfermedades tienen causas específicas, invisibles pero identificables. La teoría germinal no solo explicó infecciones: transformó la higiene, la cirugía, la salud pública y la relación misma entre ciencia y sociedad. Lavarse las manos antes de operar un paciente, así de revolucionario.
Quizás su acto más audaz fue domesticar al enemigo. Las vacunas que desarrolló, especialmente contra la rabia, no buscaban exterminar al microbio, sino entrenar al cuerpo para reconocerlo. El cazador de microbios se convirtió en estratega, no tratando de matar a todos, sino aprendiendo a convivir sin morir en el intento.
- Pasteur también encarnó una tensión que sigue vigente: ser un científico profundamente aplicado, orientado a problemas concretos, pero financiado muchas veces por intereses productivos. Su famosa frase “no existe la ciencia aplicada, solo aplicaciones de la ciencia”, sigue siendo incómoda para sistemas que quieren resultados rápidos sin invertir en conocimiento profundo.
Hoy, en tiempos de pandemias, resistencia antimicrobiana y desinformación científica, Pasteur vuelve a ser actual. No porque tenga todas las respuestas, sino porque su actitud sigue siendo ejemplar. Mirar de frente lo invisible, desconfiar de las explicaciones fáciles y asumir que el conocimiento tiene consecuencias sociales.
- El cazador de microbios entendió algo fundamental: la ciencia no es neutral, apolítica, ni decorativa.Es una herramienta poderosa, capaz de salvar vidas, pero también de incomodar creencias. Su legado persiste, no solo porque venció a enemigos microscópicos, sino también porque nos enseñó que, incluso frente a lo que no vemos, podemos aprender, intervenir y decidir mejor.
En ese sentido, distinguir entre un grano de polen y un microorganismo fue mucho más que un detalle técnico: fue una forma de aprender a pensar científicamente.
En la imagen, polen al microscopio, cortesía de MicroMundo, una plataforma digital abierta y validada para la Educación e Investigación en Tejidos y Microorganismos en Latinoamérica.
BREVES PARALELAS

Crédito: Imagen generada por IA.
LA INTUICIÓN PRIMERO, LA TECNOLOGÍA DESPUÉS
Hubo un tiempo en que escuchar música exigía cierta destreza manual. Cuando era joven, recuerdo que si quería adelantar una canción sin gastar las pilas del walkman, había que sacar el casete y girarlo con un lápiz Bic, hasta dar justo con el inicio del tema. No lo cuento como nostalgia sino como un acto de mera logística. Escuchar música implicaba anticipación, paciencia y, a veces, frustración.
- También me da gracia cuando mis hijos no pueden concebir en sus mentes que hubo un tiempo en que ver una serie o una película requería estar en un lugar y a una hora específicos. Si llegabas tarde, querías ir al baño o buscar algo a la cocina, no había pausa ni “volver atrás”. La escena se perdía y punto. Para ellos ver algo no depende del horario ni del lugar: depende del ánimo. Pueden ver un capítulo, diez seguidos o ninguno, en el celular, la tablet o el computador, cuándo y dónde quieran. Ya no es el espectador quien se adapta al contenido, sino al revés.
Algo parecido ocurrió con los beepers de los médicos, que alguna vez representaron la cima de la urgencia portátil, o con los CD, que prometían sonido perfecto y orden definitivo. Luego vinieron los MP3, los discos duros externos, los pendrives. Hoy, ni siquiera eso: la música no ocupa espacio físico, los archivos no se “guardan”, simplemente están en la nube, accesibles cuando se necesitan.
- Lo mismo pasa hoy con la inteligencia artificial: no es que la máquina sea más lista, es que nosotros ya no aceptamos que pensar, crear o resolver problemas deba costarnos tiempo o trabajo.
Nada de esto ocurrió solo por el hecho de que la tecnología avanzó. Ocurrió porque cambió algo más profundo: nuestra intuición sobre cómo debía funcionar la vida. Dejamos de aceptar la espera, el lugar fijo, la acumulación de objetos. Queríamos inmediatez, flexibilidad, acceso. La tecnología no envejece porque sea mala. Envejece cuando cambia nuestra intuición sobre cómo funciona el mundo.
INTUICIONES CIENTÍFICAS QUE PARECÍAN IMPECABLES, HASTA QUE DEJARON DE SERLO
La intuición empuja a imaginar explicaciones; la ciencia avanza cuando aprende a incomodarlas.
La célula como “unidad básica”
Sonaba ordenado. Después supimos que muchas células viven con bacterias dentro, cooperando desde hace millones de años. Más que unidad básica, era una sociedad bien organizada.
El cerebro adulto como estructura fija
Durante décadas se enseñó que, pasada la infancia, el cerebro ya no cambiaba. Hoy sabemos que incluso en adultos mayores se forman nuevas conexiones cuando aprendemos un idioma, tocamos un instrumento o nos recuperamos de un accidente cerebrovascular. El cerebro no “se cierra”: sigue ajustándose mientras haya vida.
La evolución siempre lenta y gradual
La intuición darwiniana clásica sugería cambios pequeños y continuos. El registro fósil, en cambio, mostró largos períodos de estabilidad interrumpidos por cambios rápidos. Por ejemplo, fósiles como Tiktaalik –un animal con rasgos de pez y de anfibio– aparecen de forma relativamente abrupta, sin una larga cadena de transiciones visibles. La evolución también tiene momentos de impaciencia.
La memoria como un archivo
Parecía lógico pensar que recordar era “ir a buscar” algo guardado. La neurociencia mostró otra cosa: cada vez que recordamos, el recuerdo se modifica un poco. La memoria no conserva el pasado; lo reescribe con cada uso.
RECOMENDACIÓN: ESPERANDO A CARRÈRE (Y PERDONÁNDOLE TODO)

Crédito: Editorial Anagrama.
Mientras todo el mundo anda ocupado cerrando el año con listas de “lo mejor del 2025”, algunos preferimos guardar energía y mirar hacia adelante, reservando un espacio en el velador para el regreso de un viejo conocido. Me refiero a Emmanuel Carrère y su nuevo libro, Koljós, que nos traerá Anagrama.
- Hay razones de sobra para el entusiasmo. Sus incursiones anteriores en el mundo eslavo, con libros como Limónovo Una novela rusa, han sido sencillamente geniales; es un terreno donde Carrère se mueve como nadie y donde suele darnos sus mejores páginas.
Todavía no lo hemos leído, claro, pero hemos estado atentos a lo que se dice afuera y a esa entrevista tan interesante que dio hace poco a The New York Times. Aparentemente, el libro conecta la despedida de su madre con algo más doloroso: el derrumbe de su propia fascinación por Rusia tras la invasión a Ucrania.
- La gran esperanza que tenemos es que esta obra recupere el aliento, la densidad y la ambición de El Reino. Queremos encontrarnos de nuevo con ese estilo único que mezcla la investigación histórica con sus propias dudas personales.
Ojalá sea esa gran obra total que promete. Pero, siendo bien honestos, los que lo seguimos somos algo incondicionales: incluso si el libro no es perfecto o si nos llega a decepcionar un poco, se lo vamos a perdonar igual. Al final, ahí estaremos el día uno para leerlo.
Y esto es todo en esta edición de Universo Paralelo. Ya sabes, si tienes comentarios, recomendaciones, fotos, temas que aportar, puedes escribirme a universoparalelo@elmostrador.cl. Gracias por ser parte de este Universo Paralelo.
- Mis agradecimientos al equipo editorial que me apoya en este proyecto: Fabiola Arévalo, Francisco Crespo, Francisca Munita, Ignacio Retamal, Camilo Sánchez y Sofía Vargas, y a todo el equipo de El Mostrador.
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