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El Chile austral, un laboratorio natural que la ciencia debe aprovechar Cada día llegan más investigadores a estudiar la zona

El Chile austral, un laboratorio natural que la ciencia debe aprovechar

Actualmente, el Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes es una de las entidades científicas más activas de la zona, con un equipo de 25 expertos procedentes de distintas instituciones. Los programas que impulsa abarcan desde la paleoceanografía y los estudios de la biodiversidad del sistema marino hasta los aspectos sociales del impacto de la variabilidad climático, por ejemplo, para los pescadores artesanales y los habitantes del borde costero.


La región de Magallanes y la Antártica ofrece unas condiciones excepcionales que la convierten en un laboratorio natural que la ciencia debe aprovechar, consideran investigadores que trabajan en la zona.

Punta Arenas es el epicentro de las misiones científicas que operan en Magallanes y la Antártica. «Por eso están llegando delegaciones científicas de tantos países», explica a Efe el doctor José Luis Iriarte, experto en Oceanografía Biológica.

La ciudad más austral del planeta «está alcanzado una buena madurez para convertirse en un polo científico subantártico y antártico», asegura este estudioso de los impactos del cambio climático en la productividad marina.

Información valiosa

Hacer de la región de Magallanes y la Antártica un polo científico y tecnológico de alcance mundial responde al hecho de que el actual fenómeno de variabilidad climática impacta especialmente en la zona, subraya este experto del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL).

«Estudiar la región desde el punto de vista científico nos permite ganar mucha información valiosa respecto de los cambios que están sucediendo, por ejemplo, en lo que nosotros estudiamos, que es el sistema marino», señala el académico de la Universidad Austral de Chile.

Según el doctor Iriarte, «estas áreas vulnerables al cambio climático constituyen un laboratorio natural en donde hay que recoger información científica».

El resultado de las investigaciones permite a las autoridades «tomar ciertas decisiones que pueden proteger estos ecosistemas».

Un ejemplo de ello es el retroceso de los glaciares en algunos fiordos de la zona, un fenómeno que hace que el agua dulce descongelada entre al sistema marino y cambie sus propiedades químicas y biológicas.

«No hay manera de volver atrás. Lo que nosotros queremos conocer es cuáles son los impactos futuros, porque esto va a seguir creciendo», detalla el investigador.

Falta de recursos

A su juicio, la política de las instituciones que financian la investigación «es adecuada, pero no es la ideal».

«Hacen falta más recursos económicos, más jóvenes que se inserten a la investigación en áreas prioritarias y equipamiento con tecnología punta», recalca.

Para la implicación de los jóvenes en la ciencia es fundamental la educación medioambiental. La Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conycit) «está haciendo una gran tarea», asegura José Luis Iriarte.

El hecho de que nuestro país posea en la zona austral unos sistemas antárticos y subantárticos idóneos para la investigación puede propiciar que afloren recursos de otros países y organismos internacionales, como ocurre con la observación astronómica en el norte del país.

«Estos laboratorios naturales de la región de Magallanes y la Antártica requieren dos tipos de equipamiento: instrumentos más autónomos y modernos, y barcos oceanográficos de gran tonelaje y bien equipados que puedan realizar investigación en las zonas internas y oceánicas», apunta.

«Chile no tiene en estos momentos un rompehielos para hacer ciencia», lamenta el doctor desde Punta Arenas, donde en esta época del año es frecuente ver plataformas de investigación de otros países van y vienen de la Antártica.

Actualmente, el Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes es una de las entidades científicas más activas de la zona, con un equipo de 25 investigadores procedentes de distintas instituciones.

Los programas que impulsa abarcan desde la paleoceanografía y los estudios de la biodiversidad del sistema marino hasta los aspectos sociales del impacto de la variabilidad climático, por ejemplo, para los pescadores artesanales y los habitantes del borde costero.

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